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Para Israel, la mera existencia de una congresista musulmana palestina es una amenaza

Rashida Tlaib, la primer mujer congresista palestina en la Cámara junto a sus hijos [Chip Somodevilla/Getty Images]

Uno de los mitos fundadores de Israel es la no existencia del pueblo palestino. Por desgracia, ese mito sirvió de mucho al país, especialmente a la hora de denegar el retorno de los refugiados (750.000, la mitad de la población) a su país tras su expulsión en 1948, y para obstaculizar continuamente el progreso del pueblo palestino hasta conseguir un Estado soberano e independiente. Nada es más amenazador para este mito que un refugiado palestino que reafirme su identidad y que suponga un recordatorio constante de los pecados pasados de Israel. Su mera existencia es una amenaza.

En Washington, donde este mito se ha explotado hasta el máximo en los pasillos del poder, Israel ahora se encuentra cara a cara con esta amenaza histórica, personificada por una refugiada palestina; Rashida Tlaib. Dado el estado de la política estadounidense, donde Israel goza de un apoyo nunca visto bajo la presidencia de Trump, es difícil imaginarse un reto mayor que el de ser una representante mujer, musulmana y palestina en el Capitolio. La semana pasada, Tlaib se convirtió en la primera persona con estas distinciones en jurar al Congreso. La complicación que supondría su herencia musulmana y palestina se manifestó rápidamente. El trato que ha recibido durante la última semana explica, en parte, por qué es la primera en 230 años en ocupar uno de los 535 escaños del Congreso.

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En el primero de los muchos ataques que ha sufrido, Tlaib, demócrata de Michigan, fue señalada por comentarios que había hecho sobre el presidente Trump durante una fiesta privada. Dirigiéndose a la audiencia, describía una conversación que había mantenido tras ser elegida como la representante del 13º distrito del Congreso de Michigan. Tlaib habló de destruir a Trump, diciendo: “Cuando tu hijo te mire y diga ‘mamá, mira, has ganado. Los matones no siempre ganan.0 Y dije: ‘no, cariño, no ganan, porque ¡vamos a entrar ahí y vamos a echar a ese hijo de puta!’.

Los comentarios de Tlaib, descendiente de una familia de refugiados palestinos, causaron indignación. Su compañera y congresista recién elegida Alexandria Ocasio-Cortez tuvo que salir en su defensa, describiendo la condena de las palabras de Tlaib como la “hipocresía republicana en su máximo esplendor”. Ocasio-Cortez, que también ha sufrido una campaña de difamación de su reputación, señaló los dobles estándares de los republicanos, refiriéndose a los muchos comentarios sexistas de Trump. Ambas mujeres son duras críticas de Israel, lo que quizá explica la intensa campaña de difamación que están sufriendo antes de que despegue su carrera política.

En un artículo de opinión del New York Times, Michelle Goldberg también defendió a Tlaib, diciendo que la representante demócrata no había dicho “nada mal”, antes de catalogar las muchas ocasiones en las que miembros republicanos del Congreso han usado un lenguaje infinitamente más ofensivo que el que pueda haber usado la nueva miembro del Congreso.

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Era el segundo artículo en un mes en el que Goldberg se pronunciada en favor de Tlaib. En el primero, también en el New York Times, Goldberg defendió la decisión de Tlaib de apoyar al movimiento de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS). El respaldo de Tlaib al BDS - fue una de los dos políticos estadounidenses que dieron su apoyo a la campaña global - la convirtió en una presa fácil. Parece que Goldber fue una de las pocas en darse cuenta de que este nuevo grupo de políticos progresistas sería sujeto a campañas vitriólicas por parte del lobby pro-israelí por adoptar una postura tan firme en contra de Israel, lo que la llevó a explicar por qué Tlaib no es anti-semita por respaldar al movimiento BDS.

En el artículo, Goldber explica por que el anti-sionismo no es lo mismo que el anti-semitismo. “La asociación del anti-sionismo con el anti-semitismo es una especie de juego retórico que depende de si se trata a Israel como la encarnación del pueblo judío en todo el mundo,” cuenta Goldberg. Insiste en que tratar al Estado de Israel como el hogar de los judíos es “cada vez más absurdo,” dado que “el gobierno actual israelí se ha aliado con movimientos europeos de extrema derecha con raíces antisemitas”.

El artículo de Goldberg, que también alude a la “larga historia de anti sionismo o no-sionismo judío”, fue considerado como otro ejemplo de la alineación que sienten los judíos americanos respecto a Israel; una conclusión que fue reforzada por un artículo publicado unas semanas después en el New York Times que predecía una “ruptura” entre judíos americanos y judíos israelíes.

Sin embargo, Tlaib seguiría soportando otro aluvión de ataques. En esta ocasión, se debió a comentarios que hizo sobre un proyecto de ley sobre el DBS. Conocida como la Ley de Anti-Boicot a Israel, sus partidarios quisieron explotar el caos y el cierre del gobierno de los Estados Unidos para impulsar una ley en su primer acto legislativo, tratando de evitar la oposición al gobierno israelí. Fue denunciado como un proyecto de ley en contra de la libertad de expresión y de la Primera Enmienda. El senador Bernie Sanders criticó la protesta de ley diciendo: “Es absurdo que la primera propuesta de ley durante el cierre de gobierno sea una legislación que castiga a los estadounidenses que ejercen su derecho constitucional a participar en la actividad política. Los demócratas no deben permitir que se consideren proyectos de ley que no reabran el gobierno. Tengamos las prioridades correctas.”

Compartiendo las palabras de Sanders en Twitter, Tlaib dijo: “Se olvidan de a qué país representas. Esto es Estados Unidos, donde el boicot es un derecho y parte de nuestra lucha histórica por la libertad y la igualdad. Tal vez sea momento de hacer un repaso de nuestra Constitución, y después volver a tratar de reabrir nuestro gobierno en lugar de quitarnos nuestros derechos.”

Sus comentarios provocaron controversia, y varios grupos pro-Israel atacaron a Tlaib citándola como un ejemplo de la “antigua basura antisemita de la ‘doble lealtad’”. El senador republicano Marco Rubio, que introdujo la propuesta de ley, también denunció el tweet de Tlaib, diciendo: “Este bulo de la “lealtad doble” es una línea típica del antisemitismo. El #BDS no pretende lograr libertad e igualdad, pretende destruir #Israel…”

Tlaib respondió diciendo que sus palabras eran críticas con los senadores estadounidenses que pretendían despojar a los ciudadanos de su derecho constitucional a la libertad de expresión. En una entrevista con Democracy Now, defendió sus comentarios citando la rica historia de Estados Unidos de usar el boicot para acabar con la injusticia y la discriminación: “No puedo imaginarme a nuestro país sin el derecho al boicot económico. Piensa en Alabama, Montgomery. Piensa en Montgomery, Alabama y todo el país, el movimiento de los derechos civiles,” dijo Tlaib. “Incluso ahora, con Occupy Walmart, los ataques a las corporaciones, toda esta gente está usando su derecho a expresarse, su derecho al boicot económico, su derecho a protestar por cosas con las que no están de acuerdo. No hay nada de malo en ello.”

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Es curioso que, de los incontables legisladores estadounidenses que criticaron la propuesta, fuera Tlaib a la que señalaron como antisemita. “Tengamos las prioridades correctas”; el consejo de Sanders al final de sus declaraciones podrían ser igualmente interpretadas como antisemitas, ya que sugieren que los partidarios de la propuesta estaban priorizando los intereses de Israel antes que los de Estados Unidos. Sanders, a diferencia de Tlaib, no sufrió una avalancha de abusos por parte de los medios, lo que confirma los temores de Tlaib; que su “mera existencia” sería un problema para muchos en Washington.

La astuta observación se produjo tras la decisión de Tlaib de jurar ante el Congreso usando el Corán. Los miembros de los grupos estadounidenses de derechas y pro-israelíes consideraron esto otra razón para promover el odio contra Tlaib. Con la paranoia que acapara ahora a largos sectores de EEUU, que creen en una conspiración de una ocupación musulmana del país, importantes partidarios estadounidenses de Israel han decidido explotar la atmósfera política febril para retratar a Tlaib como una terrorista. Su inauguración con el Coral se describió como una “Intifada palestina”; una “lucha armada yihadista” que había entrado en el Congreso de Estados Unidos.

Lo más probable es que Tlaib tuviera en mente a estos activistas pro-israelíes agresivos y al crecimiento de la extrema derecha cuando declaró a la prensa: “Mi mera existencia, el hecho de que pertenezca a la fe musulmana, iba a ser un problema para ellos, jurara o no jurara con el Corán. Los musulmanes estábamos aquí a los comienzos,” continúa, añadiendo: “Algunos de nuestros Padres Fundadores sabían más sobre el Islam que algunos miembros actuales del Congreso.” Mientras daba a los estadounidenses una lección de historia muy necesitada y un tutorial acerca de la Constitución de los EEUU, Tlaib atrajo la atención al hecho de que hay muchos que la critican a la primera oportunidad que tienen, simplemente por ser quien es: una mujer musulmana palestino-estadounidense.

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Tlaib pertenece a un grupo nuevo y diverso de miembros del Congreso que han llegado a DC gracias a votantes estadounidenses para plantar cara a lo que muchos ven como una podredumbre de la política americana. Los intereses privados siempre han saboteado la política de Estados Unidos, pero raramente se había producido un esfuerzo concertado para minar la Constitución y los valores que el país afirma defender.

Se ha señalado que, si Trump no fuera un hombre blanco, nunca habría llegado a presidente. Tlaib, a pesar de su inicio complicado, sabe que, como mujer musulmana, estadounidense y palestina, será juzgada mucho más que cualquier otro miembro del Congreso. A ninguna mujer, mucho menos a una palestina musulmana, se le permitirá actuar como ha actuado Trump. Tlaib admite que sus comentarios sobre Trump han sido una “distracción”. Rápidamente, se ha dado cuenta de que el principal enemigo no es Trump, sino el abismo amenazador en la política nacional entre quienes quieren proteger los valores consagrados en la constitución y quienes quieren minarlos.

 

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

 

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