La Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios en los territorios palestinos ocupados (OCHA) publicó el lunes las estadísticas que demuestran que 254 palestinos han sido asesinados en Gaza desde el comienzo de las manifestaciones de la Gran Marcha del Retorno en marzo del año pasado. Durante el mismo periodo, un total de 23.603 mujeres, hombres y niños palestinos también han resultado heridos a manos de los francotiradores de Israel en la frontera nominal del enclave.
En contraste, las estadísticas muestran que dos israelíes han sido asesinados y 52 han resultado heridos, ilustrando la naturaleza asimétrica del conflicto entre Israel y los palestinos. A menudo, esta realidad se esconde imponiendo una equivalencia en todas las pérdidas humanas, así como con la tendencia de generalizar el recuento de víctimas y heridos palestinos mientras que se especifica respecto a las víctimas israelíes. Sin embargo, la clara diferencia en las cifras debería llevar a toda la comunidad internacional a revisar su aceptación deliberada del uso por parte de Israel de armas militares sofisticadas contra civiles palestinos desarmados, mientras que crea un furor hipócrita sobre las rudimentarias “cometas incendiarias”.
La introducción de OCHA a sus gráficas y estadísticas está completamente disociada de la presencia colonial de Israel. Sólo se hacen dos referencias a Israel; respecto a la “cerca perimetral con Gaza” y el “uso excesivo de la fuerza de las tropas israelíes”; esto último, según OCHA, ha “causado preocupación”. Pero las víctimas de las manifestaciones de Gaza son más que meras estadísticas; ONU, ¿y el contexto colonial?
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No por primera vez, el derecho legítimo al retorno de los palestinos no aparece en la presentación. OCHA se ha centrado en las manifestaciones y sus consecuencias en términos de ayuda humanitaria, sin plantear un contexto político colonial. El breve informe declara, “a pesar de la significativa ayuda brindada, cubrir las necesidades multisectoriales resultantes de la afluencia masiva de víctimas sigue siendo difícil debido a la falta de financiación, a los años de asedio, a la división interna y a una crisis energética crónica.”
Lo que las organizaciones de la ONU identifican como las razones causantes de la dificultad a la hora de ofrecer ayuda humanitaria son manifestaciones de la violencia colonial que ha sido trivialidad por la comunidad internacional como problemas actuales que no merecen una intervención política urgente. Casi un año después de que empezaran las manifestaciones, la ONU ha intentado separarlas del derecho al retorno de los palestinos, por el que se están manifestando.
Por conveniencia, en lo que concierne a la ONU, el derecho al retorno palestino debe seguir confinado a las resoluciones relevantes, impregnadas de acuerdos condicionales que incumben a los propios palestinos. Mientras que el derecho al retorno sea considerado - incluso por los palestinos - como un derecho otorgado por la comunidad internacional, la ONU seguirá definiendo tanto las protestas como los derechos palestinos para una audiencia internacional, ignorando las voces palestinas y su rol como una fuerza colectiva que lucha por su liberación. Si la ONU realmente quiere poner fin a los asesinatos, debe dar varios pasos atrás para permitir que el derecho al retorno de los palestinos esté sometido a sus propios términos.
El impacto estadístico también se perderá dentro de ese marco, debido a su contribución a la simplificación a números de luchas y objetivos colectivos. Todo lo que se puede esperar de estos informes son actualizaciones regulares mientras los francotiradores continúan asesinando. Es vergonzoso que la ONU aún exprese preocupación y espere que los palestinos recurran a sus instituciones, cuando, claramente, el rol de la comunidad internacional es seguir contribuyendo a la tragedia aprobada colectivamente antes de 1948.
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