Mientras libraban la guerra en Irak y luego en Siria, los combatientes del Estado Islámico buscaban establecer un autoproclamado califato que haría irrelevantes las fronteras modernas de Oriente Medio, trazadas después de la Primera Guerra Mundial.
Pero en el extenso campamento en el norte de Siria, donde las esposas e hijos de los combatientes del EI ahora viven junto a las personas desplazadas en la lucha, la nacionalidad parece ser más relevante que nunca.
“Los sirios le decían a los iraquíes: ‘Vinisteis a nuestra tierra y trajisteis al EI. Vosotros sois el problema", dijo Hamrin al-Hassan, gerente del campamento, a Middle East Eye, sentada en la oficina de su caravana, rodeada de sus colegas, un montón de papeles y té.
Después de que estallase la lucha, el campo, que ahora alberga a algo más de 68.000 personas, tuvo que ser separado en secciones iraquíes, sirias y extranjeras, con guardias manteniendo a cada grupo en sus respectivas áreas.
"Las nacionalidades no se aceptan entre sí. Los rusos son especialmente problemáticos”, dijo Hassan, mientras las familias esperaban nerviosas afuera, con los papeles en la mano, para hablar con ella y otros administradores.
Hassan es una de varios funcionarios kurdos que dirigen el campamento de 1.5 millas cuadradas cerca de la frontera iraquí. El área del desierto y la ciudad cercana de al-Hol una vez fueron un bastión del Estado Islámico hasta que el área fue capturada en 2015 por las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) respaldadas por Estados Unidos, que ahora protegen el campamento.
El campamento se inauguró en diciembre de 2018 para albergar a personas que viven en el territorio del EI tomado por las SDF. Mientras los combatientes del EI fueron llevados a las cárceles, las mujeres y los niños aterrizaron en el recinto, junto con hombres desplazados que no eran miembros del grupo.
Treinta y cinco organizaciones, incluidas las agencias de la ONU y el Comité Internacional de la Cruz Roja, brindan asistencia humanitaria a los residentes, de los cuales aproximadamente dos tercios son niños.
En medio de las malas condiciones de vida, los restos del grupo se dividen. Algunos quieren irse a casa y enfretarse a su destino, mientras que otros luchan entre sí, esperando el reasentamiento permanente, algo que para muchos parece estar lejos de ser fructífero.
Ni agua ni baños suficientes
El calor del verano solo ha hecho que la vida en al-Hol sea más infernal. Las familias se sientan frente a las oficinas administrativas durante horas porque es una de las pocas áreas con sombra, aparte de las carpas en las que duermen. Una cerca de alambre evita que entren al área sin el permiso de un portero.
El principal camino de tierra en la sección iraquí tiene el ajetreo y el bullicio de una ciudad. La basura cubre el suelo. Hay internet y electricidad disponibles, aunque esto último no siempre es lo suficientemente fuerte como para alimentar las unidades de aire acondicionado que se encuentran en algunas de las oficinas de los administradores, pero no en las carpas.
Ir al baño y tomar agua no siempre es una experiencia agradable. "No hay suficiente agua por persona, ni suficientes letrinas para la cantidad de personas que viven allí", dijo Arnaud Quemin, director de Siria para Mercy Corps, una de las organizaciones que trabajan en el campamento.
Un informe el mes pasado de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) advierte sobre un aumento de las enfermedades transmitidas por el agua y las vías respiratorias junto con la desnutrición existente.
Se informan más de 1.000 casos de diarrea aguda y se aconseja a los administradores de los campamentos que dejen de trabajar inmediatamente con un vendedor privado que ha traído hielo contaminado con bacterias "100 veces más del nivel permitido".
Un informe de agosto de la ONU señaló algunas mejoras. Todavía hay problemas con las bacterias, pero un cambio en el proveedor de hielo redujo la diarrea y los casos de desnutrición entre los niños también habían disminuido.
Es en estas condiciones que las familias que alguna vez vivieron en el territorio del Estado Islámico esperan en tiendas de campaña e improvisan mezquitas y restaurantes de forma indefinida para el reasentamiento.
En la sección iraquí que MEE visitó, la mayoría de las mujeres todavía se cubren el cuerpo completamente, tal y como las autoridades del EI habían exigido, tapando por completo sus rostros, mostrando solo sus ojos debajo de los atuendos negros. Algunas muestran sus caras.
Algunos a veces ondean la infame bandera blanca y negra del EI, y se producen ataques punzantes contra las fuerzas de seguridad mientras el grupo continúa librando una guerra contra las SDF.
"Imagínese, están allí por su seguridad, y los apuñalan por la espalda", dijo Hassan.
También hay conflictos entre las familias del EI sobre el grado en que eligen adherirse a las estrictas doctrinas del grupo, incluso ahora. La primera ola, que llegó en diciembre, fue significativamente menos complaciente que aquellos que se aferraron hasta el final y llegaron en marzo desde las últimas áreas controladas por el Estado Islámico, dijo.
"Antes, los desplazados internos no tapaban sus rostros", dijo Hassan. "Cuando vinieron de Hajin y Baghouz, todos comenzaron a cubrirse la cara".
Cuando algunos residentes intentaron imponer el hijab a otros, estalló la lucha, agregó.
También hay serias preocupaciones de que las ex combatientes del EI, enviadas junto con esposas e hijos como presuntos no combatientes al campo, adoctrinen a otros residentes.
Vía Arabia.Watch