El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, está actuando rápidamente para alterar la realidad política en Palestina, encontrando poca o ninguna resistencia.
El 10 de septiembre, Netanyahu declaró sus intenciones de anexar franjas de tierra palestina adyacentes al río Jordán, un área que cubre 2.400 kilómetros cuadrados, o casi un tercio de la Cisjordania ocupada. Esa región, que se extiende desde Bisan en el norte hasta Jericó en el sur, se considera la canasta de alimentos de Palestina, ya que representa aproximadamente el 60 por ciento de las verduras que se producen en Cisjordania.
Si bien Israel ya ha colonizado casi el 88 por ciento de todo el Ghoor palestino (o Valle del Jordán), dividiéndolo entre asentamientos agrícolas ilegales y zonas militares, siempre se asumió que la región ocupada militarmente se incluirá dentro de la frontera de un futuro estado palestino.
El anuncio de Netanyahu se ha relacionado con las elecciones generales de Israel del 17 de septiembre. El líder israelí está desesperado, ya que se enfrenta a "alianzas sin precedentes" que quieren sacarlo de su trono político. Pero debe de haber algo más. Ni siquiera Netanyahu, hambriento de poder, alteraría indefinidamente el panorama político y territorial de Israel y Palestina a cambio de unos cuantos votos.
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De hecho, las conversaciones de anexión han estado en marcha durante años y han precedido durante mucho tiempo las elecciones de septiembre o las anteriores en abril.
Ha habido una sensación de euforia entre los funcionarios de derecha de Israel desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. La emoción no estaba directamente relacionada con Trump, sino con su equipo de Oriente Medio, funcionarios estadounidenses pro israelíes con ideas afines cuyo apoyo a Israel se basa en algo más que intereses personales, en creencias religiosas e ideológicas.
El asesor principal de la Casa Blanca, Jared Kushner, seleccionó a su equipo con mucho cuidado: Jason Greenblatt como enviado especial para la paz en Oriente Medio, David Friedman como embajador de los Estados Unidos en Israel, y otros funcionarios de segundo nivel cuya misión nunca fue la de resolver conflictos negociando la paz, sino supervisar un proceso en el que Israel finaliza su colonización de Palestina sin obstáculos.
El golpe maestro de Kushner se resume en la forma en la que presentó sus objetivos como parte de un proceso político, más tarde llamado "acuerdo del siglo".
A decir verdad, el equipo de Kushner apenas trabajó o fingió ser pacificadores, especialmente cuando supervisaron el reconocimiento de los Estados Unidos de Jerusalén como la capital de Israel y de los Altos del Golán ocupados como territorios israelíes. De hecho, ninguno de estos funcionarios trató de ocultar sus verdaderos motivos. Solo hay que mirar las declaraciones hechas por Greenblatt, que recientemente ha dimitido, donde se negó a nombrar asentamientos judíos ilegales como tales, sino como "barrios y ciudades”, el apoyo directo de Friedman para la anexión de partes de Cisjordania ocupada, y muchas más cosas.
El discurso político de Estados Unidos parecía estar completamente alineado con el de los partidos de derecha de Israel. Cuando los políticos extremistas de derecha, como Naftali Bennett y Ayelet Shaked, comenzaron a plantear la idea de anexionarse la mayoría o la totalidad de Cisjordania ocupada, ya no sonaban como voces marginales y oportunistas que buscaban atención. Estaban en el centro de la política israelí, sabiendo perfectamente que Washington ya no tenía problemas con la acción unilateral de Israel.
Se podría argumentar, entonces, que Netanyahu simplemente se estaba poniendo al día, ya que el centro de gravedad dentro de su coalición de derecha se estaba moviendo hacia políticos más jóvenes y atrevidos. De hecho, Israel, en su conjunto, estaba cambiando. Dado que el Partido Laborista se volvió casi irrelevante, la ideología política del centro se movió más hacia la derecha, simplemente porque apoyar a un estado palestino independiente en Israel se ha convertido en una forma de suicidio político.
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Por lo tanto, el llamado de Netanyahu para la anexión de tierras palestinas al este del río Jordán no debe entenderse de manera aislada y solo dentro del contexto limitado de las elecciones israelíes. Israel está ahora listo para anexar grandes partes de Cisjordania que considere estratégicas. Es muy probable que esto incluya todos los bloques de asentamientos ilegales y también el Valle del Jordán.
Netanyahu's election pledge to annex the Jordan Valley would only legalize what is already reality: the encirclement of Palestinian villages by Jewish-only settlements who steal and profit from the most fertile land in the area https://t.co/UKC4xGfQPN pic.twitter.com/bGZS09p9Ak
— The IMEU (@theIMEU) September 15, 2019
De hecho, Netanyahu dijo el 11 de septiembre que estaba listo para anexionar la región del Valle del Jordán incluso antes de la fecha de las elecciones, pero que la oficina del Fiscal General lo bloqueó. Netanyahu no habría tomado esa decisión si representara un riesgo político o si se arriesgase al rechazo de Washington. Es, tristemente, una cuestión de tiempo.
Sospechosamente ausentes en todo esto se encuentran la Autoridad Palestina (AP), la Liga Árabe, la Unión Europea y, por supuesto, las Naciones Unidas y sus numerosos medios y tribunales. Quitando algunas tímidas declaraciones, como la del portavoz de la ONU, Stéphane Dujarric, afirmando que "las acciones unilaterales no son útiles en el proceso de paz", los líderes israelíes enfrentan pocos o ningún obstáculo para finalizar su colonización completa de todo el terreno palestino.
Incapaz de organizar cualquier tipo de resistencia significativa contra Israel, el liderazgo palestino insiste patéticamente en utilizar viejas terminologías. La respuesta oficial palestina a la promesa de anexión de Netanyahu, según lo comunicado por el primer ministro Mohammed Shtayyeh, solo subrayaba la quiebra política de la AP.
"Netanyahu es el principal destructor del proceso de paz", dijo Shtayyeh, advirtiendo que anexar partes de Cisjordania tendría consecuencias negativas.
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Por su parte, el líder de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, recurrió, una vez más, a amenazas vacías. Abbas dijo en un comunicado: "Todos los acuerdos y sus obligaciones resultantes terminarían si el lado israelí se anexiona el Valle del Jordán, el norte del Mar Muerto y cualquier parte de los territorios palestinos ocupados en 1967".
Ni Abbas ni Shtayyeh parecen preocupados por el hecho de que no exista un "proceso de paz" y que Israel ya haya violado todos los acuerdos.
Mientras la Autoridad Palestina se aferra desesperadamente a cualquier motivo para justificar su continua existencia, Netanyahu, con el pleno apoyo de Washington, avanza en la anexión de Cisjordania, haciendo así que el apartheid sea una realidad oficial e indiscutible.
El liderazgo palestino debe entender que la naturaleza del conflicto ahora está cambiando. Los métodos convencionales y las declaraciones vacías no frenarán el impulso israelí para la anexión ni la determinación de Tel Aviv de expandir su apartheid a toda Palestina. Si los palestinos continúan ignorando esta realidad por completo, Israel continuará dando forma por sí solo al destino de Palestina y su pueblo.
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