El principal clérigo chiíta de Iraq, el ayatolá Ali Al-Sistani, declaró el viernes que rechaza la interferencia de cualquier parte regional o internacional y la “imposición de opiniones" sobre los manifestantes en Iraq, refiriéndose específicamente a Irán y Estados Unidos.
Al-Sistani agregó en el sermón de la oración del viernes, leído por su representante Ahmad Al-Safi, en Karbala, que "ninguna persona ni grupo, ninguna parte con una opinión particular, ningún agente regional o internacional puede apoderarse de la voluntad del pueblo iraquí ni imponer su voluntad sobre ellos".
Según los analistas, las declaraciones de Al-Sistani se referían a las palabras del Líder Supremo de la República Islámica de Irán, Ali Khamenei, sobre la existencia de "planes de los enemigos para provocar el caos y socavar la seguridad en ciertos países de la región", advirtiendo "a quienes están preocupados por los intereses de Iraq y el Líbano, que la principal prioridad es abordar la inestabilidad en materia de seguridad".
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Al-Sistani insinuó los esfuerzos realizados por el clérigo chiíta, Muqtada Al-Sadr, quien fue acusado por algunos de tratar de “sumarse" a la ola de manifestaciones, y el líder de la movilización popular, Hadi Al-Amiri, quien, según informaron fuentes a AFP, reconsideró su opinión y exigió la renuncia del primer ministro, Adil Abdul-Mahdi, en línea con el deseo iraní.
Al-Sistani pidió a las autoridades "que no traigan ningún tipo de fuerzas de combate" contra los manifestantes y que "eviten caer en la trampa de las luchas internas".
Al-Sadr había puesto en alerta a sus fuerzas de Saraya Al-Salam al comienzo de la segunda ola de manifestaciones, y las Fuerzas de Movilización Popular deambularon por las calles de Bagdad el jueves por la noche, desencadenando las bocinas de los coches, y generando la preocupación entre los manifestantes sobre la posibilidad de causar problemas.
Los líderes políticos en Iraq continúan sus esfuerzos para encontrar una solución a las protestas, pidiendo el "derrocamiento del régimen" en Iraq, que entró en su segundo mes el viernes y dejó más de 250 muertos, según un comité parlamentario.