El bombardeo de civiles e infraestructuras en la provincia siria de Idlib, controlada por la oposición, por parte de Rusia y el régimen sirio, puede constituir un crimen de guerra, según Human Rights Watch (HRW) en un informe publicado ayer.
En "Targeting Life in Idlib" el grupo de derechos presenta su investigación de los ataques aéreos y terrestres sobre Idlib llevados a cabo por Rusia y el régimen de Assad durante su ofensiva contra el último gran bastión de la oposición entre abril de 2019 y marzo de 2020.
Según el jefe internacional de HRW, Kenneth Roth, cuando habló con Reuters, la ofensiva conjunta de Rusia y Assad golpeó hospitales, escuelas, mercados y zonas residenciales. "No sólo inadvertidamente, no mientras intentaban atacar a los llamados terroristas, sino deliberadamente".
Esos ataques "ilegales", dijo, tenían como objetivo "expulsar a los civiles y hacer sus vidas inhabitables con la esperanza de que así sea más fácil para las tropas rusas y sirias recuperar el territorio".
La campaña de bombardeos de casi un año de duración, que mató a cientos de civiles y desplazó a un millón y medio de personas, terminó en marzo de este año. Fue entonces cuando el régimen de Assad mató a 34 soldados turcos, lo que impulsó a Turquía a lanzar una brutal represalia con ataques de drones, devastando a las fuerzas sirias.
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Como resultado de ello, la ofensiva sobre Idlib fue rechazada y se llegó a un acuerdo de alto el fuego entre Rusia y Turquía, que sigue vigente oficialmente, a pesar de la continuación de los combates entre el régimen y los grupos de la oposición.
En el informe de HRW también se nombraron diez altas figuras rusas y sirias que eran "responsables de los mandos", entre ellas el presidente de Siria, Bashar Al-Assad, y su homólogo ruso, Vladimir Putin. "Sólo si se hace un seguimiento y se garantiza que las personas que han dirigido estos crímenes de guerra no queden impunes, [sabrán] que esta actitud tiene consecuencias", dijo Roth.
A pesar de las condenas anteriores de los grupos de derechos por sus crímenes de guerra y pérdidas de civiles, tanto Rusia como el régimen de Assad han negado constantemente tales acusaciones. La ofensiva contra Idlib y su población, sostienen, es una ofensiva contra los "terroristas".