El presidente libanés Michel Aoun y el primer ministro designado Saad al-Hariri intercambiaron culpas el lunes por el retraso en la formación de un nuevo gobierno, lo que arroja más dudas sobre si el tan necesario gabinete se acordará pronto.
Cuatro meses después de que el último gobierno del Líbano renunciara a raíz de una enorme explosión en el puerto de Beirut en agosto, los principales partidos no han podido acordar un gabinete, incluso cuando el país se hunde más profundamente en una crisis financiera paralizante.
Hariri, que fue designado en octubre para formar gobierno, le dio a Aoun una alineación la semana pasada, diciendo que el ambiente era positivo. La oficina de Aoun dijo que en ese momento los dos habían acordado tratar de cerrar la brecha entre sus propuestas.
Pero la atmósfera se agrió públicamente el lunes.
En una declaración motivada por las críticas de un asesor de Aoun, la oficina de medios de comunicación de Hariri instó a Aoun a dejar de lado los intereses partidistas, es decir, la demanda de que un partido obtenga un tercio de los ministerios, o el poder de veto efectivo, refiriéndose al Movimiento Patriótico Libre fundado por Aoun.
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"Esto es lo que nunca sucederá bajo ningún pretexto", se decía en la declaración.
Una declaración de la presidencia, mientras tanto, dijo que Aoun se oponía a que Hariri "se las arreglara para nombrar a los ministros, en particular a los cristianos, sin el acuerdo del presidente".
"El presidente nunca propuso nombres de candidatos del partido para ser ministros y no presentó al primer ministro designado una lista de nombres", decía.
El último borrador de la alineación propuesto por Hariri difería del anterior discutido con Aoun, añadió.
Bajo un sistema sectario de reparto del poder, el presidente del Líbano debe ser un cristiano maronita y el primer ministro un musulmán suní. Aoun es un aliado del grupo chiíta Hezbollah, apoyado por Irán, que está en la lista de grupos terroristas de los Estados Unidos.
La crisis financiera llegó a su punto álgido el año pasado después de décadas de corrupción y mal gobierno, hundiendo la moneda en un 80%, congelando a los ahorradores de sus depósitos y causando el aumento de la pobreza.
En medio de la parálisis política, se han dejado de lado importantes decisiones, en particular la relativa a las subvenciones a los productos básicos, incluido el combustible, que se importan utilizando las menguantes reservas de divisas del banco central.