El gobierno y la oposición de Turquía coinciden en que la situación general no es buena, aunque el primero no lo diga explícitamente. Sin embargo, la interpretación de sus acciones permite entender la ansiedad que tiene sobre su futuro político. Las encuestas periódicas sugieren un descenso de la popularidad del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (Partido AK) del presidente Recep Tayyip Erdogan, y de su aliado, el Partido del Movimiento Nacionalista, dirigido por Davlet Bahceli. También existe una tensión entre ambos partidos que se desprende de las declaraciones de sus líderes y de sus frecuentes reuniones en los últimos tiempos.
Sin embargo, lo que más interrogantes ha suscitado en las últimas semanas ha sido una visita de Erdogan a la casa del presidente del Alto Consejo Consultivo del partido islamista de la oposición, Oguzhan Asilturk. Tras ese encuentro se habló de la posibilidad de una alianza entre el AKP y el partido de Asilturk tras dos décadas de distanciamiento. El AKP se fundó en 2001, tras escindirse del Partido de la Felicidad, dirigido entonces por Necmettin Erbakan, el padre del Islam político en Turquía.
Cabe señalar que el líder del Partido de la Felicidad, Temel Karamollaoglu, vinculó cualquier posible acercamiento entre los dos partidos a una vuelta al sistema parlamentario y a que el gobierno revise su enfoque, lo que es un eufemismo para encubrir posibles contradicciones dentro de la Alianza Popular gobernante de la que el AKP es el principal partido. Se sabe que Bahceli está comprometido con el enfoque presidencial y se muestra receloso ante cualquier reforma política, especialmente el regreso al sistema parlamentario, ya que es probable que se le cierren las puertas a su partido si los resultados de las encuestas de opinión son correctos. Éstas sugieren que no obtendrá más del 7% de los votos.
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Hay análisis contradictorios sobre lo que busca Erdogan, ya sea por la visita a Asilturk, la apertura de canales de comunicación con los partidos más pequeños, o sus intentos de atraer al Partido del Bien, encabezado por Meral Aksener, que también estipuló el regreso al sistema parlamentario como condición para cualquier acercamiento al gobierno. Un análisis es que Erdogan está buscando la manera de deshacerse de su socio nacionalista porque se ha convertido en una carga y le impide llevar a cabo las iniciativas políticas que tanto necesita. El ex primer ministro Ahmet Davutoglu, que lidera el opositor Partido del Futuro, es la persona más destacada que ha expresado explícitamente esta opinión. Añadió que su partido estaría con el gobierno si Erdogan decide deshacerse de Bahceli y su Partido del Movimiento Nacionalista y volver al sistema parlamentario.
El otro análisis se basa en el compromiso de Erdogan con su alianza con Bahceli y considera que sus contactos con algunos de los líderes de la oposición son un intento de ampliar la alianza existente, no de desmantelarla.
Aunque se contradicen, es posible que ambos análisis sean válidos. El presidente Erdogan podría estar dándose a sí mismo un margen de maniobra con varias opciones en lugar de la situación actual, que da a Bahceli más poder del que justifica el tamaño de su partido. En otras palabras, Bahceli parece haber pasado de ser capaz de forzar la mano de Erdogan a ser objeto del control de este último. Esto explica sus impulsivas y firmes declaraciones, así como sus reiteradas exigencias de desmantelar el Partido Democrático de los Pueblos (PDP), alegando sus vínculos orgánicos con el terrorista PKK. También explica su aprensión por la liberación de Selahattin Demirtaş, antiguo jefe del PDP.
Hasta ahora, estas exigencias han caído en saco roto, a pesar de las continuas restricciones a la actividad del PDP y el incesante encarcelamiento de sus activistas, lo que quizá pueda considerarse una forma de chantaje inverso contra Bahceli utilizando el partido kurdo. Esto se debe a que debilitar al PDP hasta el punto de que no alcance el umbral del 10% necesario para entrar en el parlamento añadiría docenas de escaños parlamentarios al AKP. La disolución del partido, sin embargo, empujaría a su base electoral a votar a los partidos de la oposición, especialmente al Partido Popular Republicano, y produciría reacciones negativas de los países europeos y de Estados Unidos, de las que Erdogan puede prescindir en este momento.
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La razón principal y directa del descenso de la popularidad del AKP es la situación económica, que ha empeorado debido a las medidas preventivas adoptadas durante la pandemia de Covid-19. La gente se queja ahora de los elevados precios de los productos básicos, mientras que el ya elevado desempleo aumenta constantemente. Esto sugiere la ruptura de la base social del AKP.
La dimisión del ministro de Finanzas, Berat Albayrak, en noviembre, supuso un punto de inflexión en la sensibilidad del gobierno y del presidente ante la situación general y una expresión de preocupación por su futuro político. Además, la elección de Joe Biden como presidente de Estados Unidos también sirvió como llamada de atención sobre la relación de Turquía con la nueva administración demócrata.
Aunque las próximas elecciones parlamentarias y presidenciales en Turquía están programadas provisionalmente para finales de 2023, cualquiera que observe la escena política del país tendrá la impresión de que las elecciones son dentro de unos meses, no más de dos años. De hecho, algunos analistas turcos esperan que las elecciones se convoquen antes, quizás a finales de este año, por iniciativa del propio Erdogan si se siente seguro de la victoria, en lugar de esperar a la fecha prevista, antes de la cual la situación económica puede empeorar aún más.La vuelta al sistema parlamentario puede ser una de las mejores opciones para Erdogan, dado que el sistema presidencial requiere que obtenga al menos el 51% de los votos, lo que es difícil, incluso con su alianza con el Partido del Movimiento Nacionalista. Volver al sistema parlamentario, sin embargo, significa que podría mantenerse en el poder incluso si el AKP recibe sólo el 30% o más de los votos, manteniéndolo en primer lugar entre los partidos competidores. La ventaja adicional del escenario parlamentario es que podría librarse de su aliado, con la posibilidad de nuevas alianzas con partidos que ahora forman parte de la oposición.
Este artículo apareció por primera vez en árabe en Al-Quds Al-Arabi el 27 de enero de 2021
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