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¿Qué hay detrás de la nueva plataforma tripartita para Siria?

El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov (izq.), y el viceprimer ministro de Rusia, Yury Borisov (3er izq.), se reúnen con el líder sirio Bashar al-Assad (der.) en Damasco, Siria, el 7 de septiembre de 2020. [Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia / Handout - Agencia Anadolu]

Puede parecer natural que los diplomáticos rusos intenten promover una nueva plataforma para Siria junto a Arabia Saudí y los EAU. Al fin y al cabo, el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, ha escuchado palabras reconfortantes de Riad y Abu Dhabi sobre la necesidad de una apertura política hacia el régimen de Damasco y la necesidad de que Siria vuelva a la Liga Árabe tras diez años de ausencia. Sin embargo, lo extraño es que los rusos quieran una plataforma para Siria con Qatar y Turquía, dos países con una posición política que contradice la de Moscú.

Lavrov escuchó en Doha fuertes palabras del ministro de Asuntos Exteriores qatarí y de su homólogo turco. El primero insistió en que los motivos de la suspensión de la pertenencia de Siria a la Liga Árabe siguen existiendo, por lo que la apertura política al régimen no sólo depende de la puesta en marcha de un proceso político, sino también del fin de la tiranía y la violencia. Esto sólo puede lograrse después de completar el proceso político, no sólo de iniciarlo. Por su parte, el ministro turco afirmó que cualquier apertura hacia Damasco le animará a continuar con la violencia, la tiranía y la inflexibilidad política.

¿Por qué ha elegido Moscú a Doha y Ankara como socios en esta plataforma? ¿Qué espera el Kremlin de ella? La respuesta a la primera pregunta es muy sencilla: Qatar y Turquía siguen siendo los principales obstáculos regionales que se interponen en el camino del régimen de Assad y de la visión política de Rusia, aunque Ankara sea el socio de Moscú en muchos otros asuntos dentro de Siria. Además, Rusia no quiere construir una plataforma para Siria con Arabia Saudí y los EAU debido a la similitud de sus posiciones, ya que una plataforma de este tipo no tendrá ningún beneficio; la idea de establecer plataformas internacionales es que incluyan a las partes que tienen diferencias.

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Lo que Rusia espera conseguir exactamente con esta plataforma es una cuestión complicada. Está aprovechando la fluidez de la posición de la nueva administración estadounidense, para la que la crisis siria no sea una prioridad en comparación con el acuerdo nuclear iraní y el papel de Teherán en Irak y Yemen. Esto sugiere que la administración Biden aún no ha desarrollado, y puede que no lo haga, una visión estratégica respecto a Siria que vaya más allá de las cuatro condiciones acordadas en Washington: no a la retirada del este del Éufrates; no al levantamiento de las sanciones económicas; no a la reconstrucción y a la apertura política en Damasco antes del acuerdo político; y no al retorno de los refugiados antes de que se cree un entorno seguro.

Por ello, y ante la situación estática que se vive en Siria, Rusia está trabajando para reciclar sus posiciones y abrirse a nuevos capitales regionales que actualmente están bloqueados. En esta ocasión, se trata de comprometer a un Estado árabe que apoya a la oposición y al pueblo sirio que aspira a la libertad.

El aspecto humanitario y la posible participación en la reconstrucción de Siria se considera una puerta de entrada para la implicación de Doha en el país, dadas las crecientes demandas internacionales para reducir las cargas económicas del régimen de Assad de forma que tengan un efecto positivo en el pueblo sirio. El enviado de la ONU a Siria, Geir Pedersen, lo tenía claro hace unos meses: "Las Naciones Unidas, y yo personalmente, nos hemos comprometido directamente con los Estados interesados para que todas las exenciones humanitarias a las sanciones sigan estando disponibles y se utilicen plenamente para combatir la pandemia de la Covid-19. Tomo nota de la respuesta positiva de diferentes países a las Naciones Unidas en este aspecto". Esto se suma a la presencia de datos en EE.UU. para proporcionar excepciones en las sanciones como un medio para reducir las repercusiones de las sanciones en los sirios.

El ministro de Asuntos Exteriores de Turquía, Mevlut Cavusoglu, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov y el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Javad Zarif, posan para una foto durante una reunión para discutir la creación de un comité para redactar una nueva constitución como parte de las conversaciones sobre la crisis siria en la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra, Suiza, el 18 de diciembre de 2018. [Fatih Aktaş - Agencia Anadolu]

La cuestión humanitaria es importante para Doha y Ankara, pero no puede separarse de la dimensión política. Cualquier participación en el suministro de ayuda humanitaria o en la reconstrucción se considera un servicio al régimen sirio. Qatar y Turquía no aceptarán esto, a menos que se les ofrezcan concesiones rusas, y no parece claro que Moscú sea capaz de hacerlo, ya que lleva años guardando silencio sobre un estancamiento en los planos político, económico y humanitario.

Sin embargo, es posible que Rusia conceda que se pueda entregar ayuda a través de la frontera siria durante un año en lugar de seis meses, y que se permita el paso de la ayuda humanitaria por los cruces fronterizos. Moscú impuso su posición al Consejo de Seguridad de la ONU en enero de 2019 con la Resolución 2504 que estipulaba que la entrega de ayuda humanitaria transfronteriza a Siria sólo puede pasar por dos cruces desde Turquía, Bab Al-Salam, y Bab Al-Hawa, durante seis meses, junto con el cierre del cruce de Yarubiyah-Rabia en la frontera iraquí y Daraa-Ramtha en la frontera jordana. Si esto se consigue, será una victoria para la política turco-qatarí en un asunto en el que Estados Unidos no pudo avanzar. Habrá que esperar hasta julio, cuando expire el plazo de seis meses, para saber si se ha conseguido.

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Sin embargo, una concesión rusa en materia humanitaria no es suficiente para que Ankara y Doha abandonen el paraguas de Estados Unidos y se apresuren a incluir a Moscú en el suministro de ayuda y reconstrucción. Ni Qatar ni Turquía necesitan a Rusia para buscar un papel en la región. Más bien parece que es lo contrario, y Rusia necesita una parte árabe en Siria que sea capaz de actuar si se alcanzan acuerdos sobre cuestiones concretas. No hay mejor opción para ello que Qatar, dadas sus relaciones estratégicas con Turquía, el fuerte actor regional en Siria, y la red de conexiones internacionales de Doha. Rusia ha experimentado el papel qatarí en más de un asunto, sobre todo en Afganistán, uno de los más difíciles del mundo en este momento.

Por tanto, la plataforma Moscú-Doha-Ankara no puede considerarse completa; es un punto de partida para futuros entendimientos, y los entendimientos políticos no están lejos. Por mucho que Moscú lo intente, sin un cambio en la posición política qatarí-turca, por un lado, o un cambio en la posición rusa, por otro, esta plataforma no podrá conseguir nada serio.

Este artículo apareció por primera vez en árabe en Al-Araby Al-Jadeed el 14 de marzo de 2021

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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