Me gustaría hacer dos sugerencias al presidente egipcio, Abdel Fattah Al-Sisi, sobre posibles programas de televisión para el Ramadán de 2022 y 2023. La primera sería una tercera temporada de The Choice que cubriera el papel de los Hermanos Musulmanes en los numerosos accidentes ferroviarios durante la época del último régimen militar que gobernó el país. La segunda sería una cuarta temporada de The Choice, y esta puede ser sobre el papel de la Hermandad en la crisis de la presa del Gran Renacimiento Etíope, y cómo el movimiento obligó a Sisi a firmar la Declaración de Principios de 2015. Ambas serían ficticias, por supuesto, pero la verdad no le importa ni a Sisi, ni a su régimen.
Tuve que ver un episodio de la segunda temporada de The Choice, que hablaba de la masacre de Rabaa Al-Adawiya de 2013. Esperaba que hubiera una falsificación de los hechos para engañar a la gente; mentiras descaradas; y afirmaciones fraudulentas sobre los manifestantes, pero nunca esperé tanta distorsión de la realidad que hizo que las víctimas parecieran los villanos, y viceversa.¿Quién dice que los ganadores no escriben la historia del conflicto? En el caso de Sisi y la masacre de Rabaa, sólo podemos decir que quien ganó la batalla sobre los restos y los cuerpos de los egipcios es quien escribe -y falsifica- la historia. De hecho, Sisi lo está haciendo incluso mientras los que fueron testigos presenciales, ya sea sobre el terreno o a través de la cobertura televisiva y de las redes sociales, siguen vivos.
El error de Sisi no fue sólo cometer la masacre, sino que ésta ha durado siete duros años en los que el ex general construyó su estrategia de supervivencia sobre los restos de las víctimas. Ha encendido el fuego de la división entre el pueblo egipcio.
El mes pasado, las voces de muchas figuras de la oposición egipcia en el país y en el extranjero se escucharon en amplios debates en las redes sociales sobre la importancia de la unidad nacional. Se hizo un llamamiento a poner fin a las divisiones y a olvidar la disputa con el régimen de El Cairo para unirse ante la amenaza que supone la determinación de Etiopía de proceder al segundo llenado del embalse de la presa del Renacimiento.
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Es la primera vez que se escucha una iniciativa de este tipo y, por primera vez en siete años, algunos han empezado a discutir objetivamente la importancia y la gravedad de la situación actual en Egipto. Se habla de la voluntad del régimen militar de Egipto de dar paso a una verdadera reconciliación nacional y a la liberación de los presos políticos para que el país pueda beneficiarse de las experiencias de todos los ciudadanos egipcios para afrontar la crisis de la presa. A pesar de todo esto, Sisi y su régimen decidieron enterrar estas discusiones bajo un diluvio de historia falsa en dramas televisivos durante el mes de Ramadán, aumentando las divisiones sociales en el proceso hasta el nivel que siguió a su masacre de manifestantes en la plaza Rabaa Al-Adawiya en agosto de 2013.
Paralelamente a este despropósito, la embajada de Etiopía en Londres me invitó a asistir a un seminario especial en el que el ministro de Asuntos Exteriores y dos miembros del equipo que negocia con Egipto y Sudán hablaron sobre la visión de Addis Abeba en el conflicto de la presa del Renacimiento. Me sorprendió ver que la invitación se extendía a casi doscientas personas de todo el mundo que pueden calificarse de influyentes en diferentes campos y especialidades. Durante dos horas, los etíopes comunicaron sus puntos de vista a periodistas, políticos, investigadores, expertos en agua, antiguos diplomáticos y embajadores.
Lo que realmente me sorprendió no fue la defensa de la posición de Etiopía, sino la sorprendente posición egipcia de la que hablaron. Según la narración etíope, el régimen de Sisi no se opuso al segundo llenado del embalse y no expresó ninguna preocupación por el impacto en la cuota de agua del río Nilo de Egipto o en el sector agrícola de este país. La principal preocupación del equipo negociador egipcio era, insisten, firmar un nuevo acuerdo con Etiopía sobre la explotación de la presa, lo que fue rechazado por Etiopía por considerarlo una violación de su soberanía.
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La otra cuestión es la posición sudanesa. Jartum parece dar la bienvenida a la presa y apoya en gran medida la posición etíope.
Etiopía cree que, dado que Sisi firmó la Declaración de Principios en marzo de 2015, no hay acuerdos sobre el agua, marcos legales internacionales o sesiones de negociación que puedan obligarle a detener la construcción o el segundo llenado del embalse. Todo esto es incoherente con la reciente propaganda egipcia.
Ahora Etiopía está tomando medidas serias para formar un lobby internacional que apoye su posición y está tratando de reunir el mayor número de aliados nacionales y extranjeros que crean en su narrativa y puedan ayudar a difundirla en todo el mundo. Al-Sisi y su régimen, por su parte, llevan a cabo campañas ineficaces en las redes sociales, publicando vídeos que apoyan la narrativa egipcia, que se debilitó considerablemente cuando Sisi firmó la Declaración de Principios de 2015.OPINIÓN: ¿Sigue siendo el Nilo el rey de Egipto?
No se puede tomar partido con un régimen militar como este. El problema aquí no es una disputa política; más bien, es una posición clara hacia un régimen que ha demostrado por experiencia que no trabaja en beneficio del pueblo egipcio y no se le pueden confiar sus intereses. Ha fracasado en la gestión de la presa del Gran Renacimiento Etíope y sigue fracasando; ha matado a egipcios y luego ha construido su propia supervivencia sobre su sangre, y ha dividido al pueblo egipcio y luego ha lanzado su propaganda negra para difundir el odio entre ellos.
Todo lo demás es una distracción de la verdadera amenaza a la que se enfrenta Egipto desde hace siete años. Y eso se puede resumir en dos palabras: El régimen de Sisi.
Traducido de Arabi21, 18 de abril de 2021 y editado para MEMO.
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