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"Muerte a los árabes": La violencia racial siempre ha definido a Israel

Las fuerzas de seguridad israelíes detienen a un manifestante palestino en la Puerta de Damasco en la Ciudad Vieja de Jerusalén el 29 de abril de 2021. AHMAD GHARABLI/AFP vía Getty Images]

Durante los disturbios racistas antipalestinos que se produjeron en Jerusalén la semana pasada, un manifestante fue entrevistado por un periodista en relación con el planteamiento, en concreto, con el lenguaje utilizado por las enfurecidas multitudes.

El periodista preguntó a la joven manifestante si las frases empleadas por los manifestantes, frases como "Quemad los pueblos árabes" y "Muerte a los árabes" les representaban a ellos y a su presencia en la protesta.

Ella respondió: "Lo digo de forma educada y correcta. No digo 'quememos sus aldeas', digo que 'deben salir y nosotros tomar sus tierras'", sonríe, "exactamente lo que hacemos en la Ciudad Vieja".

Hay mucho que desmenuzar en esta reveladora respuesta: principalmente, las actitudes coloniales que existen en todos los sectores de la sociedad israelí, no sólo en el gobierno o el ejército. Pero también, las formas en que las comunidades de colonos han normalizado la violencia racial y la limpieza étnica perpetua -lo que algunos llaman la Nakba en curso- que han requerido sus asentamientos cada vez mayores.

La violencia de los colonos es tan antigua como Israel y actúa como una amenaza inminente para los palestinos a diario, arraigada en el derecho de los colonos europeos a la tierra palestina. De hecho, durante la Nakba, la expulsión masiva original de 750.000 palestinos para crear espacio para el Estado judío fue materializada no sólo por las fuerzas sionistas, sino por los colonos que rápidamente reemplazaron a la población nativa. Se construyeron casas sobre las ruinas de los exiliados, protegidas por el régimen sionista en desarrollo y el gobierno británico antes de ellos.

En la actualidad, hay al menos 600.000 colonos israelíes que viven en asentamientos ilegales en la Cisjordania palestina ocupada, así como en Jerusalén Este, contraviniendo directamente el derecho internacional.

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Independientemente de su presencia ilegal en Cisjordania y Jerusalén Este, la violencia canalla y extremista que producen muchos de estos colonos no sólo está fuertemente protegida por el Estado y las fuerzas de seguridad israelíes, sino que el Estado se apoya en la presencia de estos colonos para conseguir indirectamente más tierras en Cisjordania y Jerusalén Este ocupadas sin consecuencias.

Muchos informes han documentado que personal del ejército o de la policía protege y ayuda a los colonos en sus ataques contra los palestinos. Muchos palestinos, incluidos niños que jugaban, han sido detenidos y encarcelados por las fuerzas israelíes para satisfacer las necesidades de los que residen en estos puestos de avanzada ilegales.

La organización israelí de derechos humanos, Yish Den, registró 1.293 casos de violencia de colonos entre 2005 y 2019. De estos incidentes, apenas un 8% de las investigaciones terminaron en cargos penales contra el colono infractor.

Apenas unos días después de que las turbas extremistas se amotinaran en Jerusalén, un grupo de tres colonos judíos extremistas atacó y hospitalizó al pastor Ibrahim Hamdoun, de 66 años, mientras apacentaba su ganado en sus tierras en Yenín, Cisjordania.

Si esto debe enseñarnos algo, es que la violencia colonial de los colonos, y la del Estado, forma parte de la sociedad colectiva israelí. Estas conexiones entre todos los sectores de la violencia sionista se verifican en una encuesta de opinión pública realizada en 2019 por el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional que concluye que el 70% de los israelíes encuestados cree que los valores de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se alinean efectivamente con los valores de la sociedad israelí en su conjunto.

Aunque los israelíes decidan endulzar su enfoque de la expansión de los asentamientos y la anexión, seguirán participando y beneficiándose de la limpieza étnica de Jerusalén, y del resto de la Palestina histórica, a través de los desalojos, las demoliciones de viviendas, la denegación racista de los permisos de construcción y, como hemos presenciado en la última semana, la violencia física y la intimidación.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

 

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