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La AP busca garantías internacionales mientras sigue fallando a los palestinos

El primer ministro palestino, Muhammad Shtayyeh, el 17 de agosto de 2020 [NASSER NASSER/POOL/AFP via Getty Images].

Durante cada gran ofensiva israelí contra Gaza, la Autoridad Palestina se cuida de no enemistarse con el Estado colono-colonial con su retórica. Su mirada está siempre puesta en las secuelas, en particular en la reconstrucción de Gaza y en el papel destacado -y el dinero de la ayuda- que puede asumir en el proceso. Tal vez sólo en esos momentos la AP se sienta relevante a nivel internacional, sabiendo perfectamente que los donantes nunca están dispuestos a comprometerse con Hamás en la reconstrucción y reforzada por el resultado predecible, que ve a los diplomáticos pidiendo, aunque temporalmente, la participación de la AP en Gaza.

El líder de la AP, Mahmoud Abbas, ha querido hacer valer su autoridad durante las reuniones celebradas en Egipto para discutir la reconstrucción de Gaza, declarando que Ramallah debe participar en el proceso. Mientras tanto, el primer ministro Mohammad Shtayyeh se reunió con el representante especial de la UE para el proceso de paz en Oriente Medio, Sven Koopmans, e insistió en una garantía internacional de que Israel no llevará a cabo más agresiones contra el enclave. Shtayyeh también pidió a la UE que reanudara las negociaciones diplomáticas, volviendo a recurrir al claramente moribundo compromiso de los dos Estados.

Ninguna de las repetidas súplicas de Shtayyeh a la comunidad internacional ha servido para disuadir los bombardeos sobre la Franja de Gaza. Tan cuidadosa es la AP de no oponerse a Israel, que sigue regurgitando las mismas peticiones inútiles. Al hacerlo, pone de manifiesto la aquiescencia de los dirigentes con la violencia y la expansión coloniales de Israel.

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Además, la AP ha contribuido a la distinción entre la Cisjordania ocupada y Gaza en su intento de restringir a Hamás. Es una medida que la comunidad internacional aprueba y que desempeñará un papel más importante tras el bombardeo, ya que la reconstrucción se convierte en otro campo de batalla por la influencia política.

La petición de Shtayyeh de garantías internacionales contra la agresión israelí no surge de ninguna preocupación por los palestinos de a pie, sino de una derrota diplomática. La negativa de la AP a ayudar a los palestinos tiene su origen en su incapacidad para defenderlos, un aspecto intrincado de la estructura que refuerza a la autoridad al tiempo que se niega a dejar que tenga autonomía. En pocas palabras, las peticiones de la AP significan la ilusión del poder político.

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La comunidad internacional, por otra parte, no está en condiciones de dictar a Israel lo que debe hacer, porque es profundamente cómplice del proceso de colonización. Dejando a un lado la retórica del derecho internacional y los derechos humanos, la ONU sirve a intereses políticos mientras se esconde detrás de una agenda de derechos. Esta última es el barniz al que se ha encadenado a los palestinos durante décadas, con el fin de privar al pueblo de acceder y participar en los procesos políticos que podrían influir en las alternativas a la "solución" de dos Estados y, en consecuencia, hacer que se rindan cuentas por la violencia colonial de Israel.

Las garantías internacionales nunca tendrán sentido a menos que Israel tenga que rendir cuentas, y la empresa de los colonos nunca tendrá que rendir cuentas a menos que el compromiso de los dos Estados sea desechado por una alternativa que sea tanto palestina como centrada en la descolonización. Además, a la AP no parece habérsele ocurrido que los palestinos exigen a sus dirigentes garantías de que su tierra no va a ser dilapidada por nuevas concesiones basadas en los "dos Estados". La AP puede disociar estas cuestiones, pero el pueblo palestino no. Lejos de restablecer algún grado de credibilidad, Shtayyeh y Abbas simplemente se han revelado como representantes fracasados del pueblo al que no protegen de ninguna manera.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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MEMO Staff Writer

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