A lo largo de las últimas cinco décadas, Estados Unidos ha utilizado su veto en el Consejo de Seguridad de la ONU en 52 ocasiones para proteger a Israel de cualquier censura o reproche, y mucho menos de la amenaza de sanciones. A lo largo de esos años, Israel, como ocupante de tierras palestinas, ha cometido todas las atrocidades imaginables contra la población civil palestina. En la reciente agresión israelí contra la asediada Gaza, Estados Unidos utilizó su veto para bloquear un simple llamamiento al alto el fuego, dando literalmente a Israel tiempo extra para matar a más civiles y destruir sus hogares e infraestructuras.
La excusa para ello es siempre: "Israel tiene derecho a defenderse"; o que la adopción de tales medidas probablemente no ayude a la situación; o que dificultará el fantasmal proceso de paz. Estas declaraciones de la Casa Blanca y del Departamento de Estado van siempre acompañadas del habitual cliché de que Estados Unidos está comprometido con la seguridad de Israel, como si fuera el Estado sionista el que está siendo invadido.
Detrás de todo este apoyo "inequívoco" a Israel está lo que Washington y Tel Aviv llaman la "relación especial" que une a ambos países. Es tan especial que va más allá de lo normal en las relaciones internacionales; algo tan único que, a lo largo de los años, resulta desconcertante para cualquiera que intente averiguar qué es lo que une a los dos países.
Los lazos entre Estados suelen estar basados en intereses, valores y visiones compartidas, ya sea a nivel regional o global. Sin embargo, ninguno de ellos se aplica realmente al vínculo entre Estados Unidos e Israel.
Los intereses de Washington en Oriente Medio tienen poco en común con los de Israel. Por ejemplo, el Estado ocupante desempeñó un papel escaso o nulo en la invasión estadounidense de Irak en 2003. De hecho, Washington rechazó la participación de Israel por el hecho de que enviaría un mensaje político erróneo y quizás alejaría el apoyo de los Estados árabes. La participación de Israel habría tenido un efecto negativo en toda la región y entre los aliados de Washington.
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La cuestión actual del acuerdo nuclear con Irán es un buen ejemplo de que los intereses estadounidenses e israelíes no coinciden. Mientras Washington avanza lenta, pero firmemente, hacia la reincorporación al acuerdo nuclear que firmó con Irán en 2015 pero que abandonó en 2018 bajo el mandato de Donald Trump, Israel se opone a la medida. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, amenazó con atacar las instalaciones nucleares iraníes si Estados Unidos se reincorpora al acuerdo y levanta sus sanciones a Teherán. Israel no dudará en sabotear la política exterior de Estados Unidos si le conviene hacerlo.
En cuanto al respeto del derecho y las normas internacionales, hay muy poco en común entre Estados Unidos e Israel, al menos en teoría. Mientras que Washington afirma que basa su política exterior en los derechos humanos y la democracia antes que en los beneficios económicos -por muy discutibles que sean estas afirmaciones-, Tel Aviv trata estas leyes y normas con desprecio. Por ejemplo, Israel está ocupando tierras en Líbano, Siria y Palestina, y ha sido condenado por la ONU, pero las preocupaciones se apartan con un "Israel tiene derecho a defenderse". Además, no cumple con sus responsabilidades según el derecho internacional como potencia ocupante. Por ejemplo, debería garantizar que las personas que viven bajo la ocupación reciban agua potable, alimentos y todas las necesidades básicas de la vida, incluidas la educación y la atención sanitaria. Israel no hace nada de esto.
Una potencia de este tipo no puede anexionarse legalmente tierras que controla por medios militares, pero Israel se ha anexionado tierras en los Altos del Golán sirios (1981) y en Jerusalén Este palestino (1980), y sigue ocupando cada vez más Cisjordania con sus asentamientos ilegales, su muro de apartheid y sus carreteras sólo para colonos. Esta anexión de facto erradica de hecho la posibilidad de la solución de dos Estados respaldada por Washington.Mientras Estados Unidos se enorgullece de ser una democracia, el gobierno israelí discrimina abiertamente a sus propios ciudadanos palestinos. El grupo israelí de derechos humanos B'Tselem lo ha calificado de "apartheid", al igual que Human Rights Watch. ¿Dónde están los valores democráticos que se supone que Israel comparte con Estados Unidos?
En términos humanitarios, la divergencia entre Estados Unidos e Israel es muy clara. Mientras que EE.UU. se presenta al mundo como un creador de paz y el mayor donante de ayuda humanitaria, Israel ha estado abusando de los derechos de los palestinos y asediando la Franja de Gaza durante décadas. Israel no sólo decide qué y quién puede entrar en Gaza (y salir), sino también cuándo y cómo se permite que la ayuda humanitaria llegue a los millones de palestinos que viven en terribles condiciones en el enclave.
Sin embargo, Estados Unidos entrega a Israel más de 3.000 millones de dólares cada año, en su mayoría en ayuda militar, con los que se financia la máquina de matar de Israel que oprime y asesina a los palestinos a diario.
El aspecto de seguridad de la "relación especial" es aún más extraño. Se sabe que Israel ha espiado a Estados Unidos y es posible que lo siga haciendo. Funcionarios militares y políticos estadounidenses han sido sorprendidos suministrando documentos de alto secreto a Israel: Jonathan Pollard y Lawrence Franklin, por ejemplo. Ambos fueron condenados por los tribunales estadounidenses por espiar para Israel. Pollard fue recibido como un héroe cuando regresó a Israel tras años en una prisión estadounidense.
A nivel nacional, esta "relación especial" se ha convertido en un peligroso tabú para cualquier ciudadano estadounidense que desee servir a su país trabajando en el gobierno. Criticar a Israel o sus relaciones con EE.UU., incluso de forma constructiva, es probable que hunda cualquier candidatura a un puesto gubernamental. Las aptitudes y cualificaciones de los candidatos son ignoradas en el proceso de confirmación. Estos candidatos suelen ser interrogados sobre su lealtad a Israel más que a su propio país. Todos los funcionarios estadounidenses deben expresar abierta, clara e inequívocamente su amor, apoyo y simpatía por Israel, especialmente si el puesto es en la Casa Blanca o en los Departamentos de Estado y Defensa. Esto priva a Washington de un talento y unas habilidades sin duda excepcionales, simplemente porque los candidatos pondrán los intereses de Estados Unidos en primer lugar, por encima de los de Israel.
Es evidente que Israel está obstaculizando el papel de Estados Unidos como líder mundial. Estados Unidos debe ser honesto consigo mismo si quiere conservar esa posición, y reestructurar sus vínculos con Israel de forma que reflejen sus propios intereses en primer lugar. Eso es lo que se aplica en sus relaciones con otros países; ¿por qué debería ser diferente para Israel?
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