Alemania se prepara para acoger el 23 de junio la segunda conferencia de Berlín sobre Libia, en colaboración con la Misión de la ONU en el país norteafricano. La primera conferencia se convocó en enero del año pasado. Desde entonces, Libia ha experimentado una serie de avances políticos y militares positivos.
En cuanto a esta última, el país disfruta de un alto el fuego que se mantiene desde que se firmó en Ginebra el pasado octubre. Sin embargo, ninguno de los combatientes y mercenarios extranjeros ha abandonado Libia, como exigían el acuerdo de alto el fuego y la primera conferencia de Berlín. Este es un gran fracaso de la conferencia, cuyas recomendaciones están recogidas en la Resolución 2510 del Consejo de Seguridad de la ONU y son vinculantes para los Estados miembros de la ONU.
Desde el punto de vista político, la primera conferencia de Berlín ha contribuido a impulsar el proceso. En marzo, el Gobierno de Transición de Unidad Nacional (GNU) juró su cargo tras ser acordado por un foro de diálogo reunido por la ONU en Ginebra el mes anterior. El foro también acordó una fecha, el 24 de diciembre, para las elecciones presidenciales y legislativas. El diálogo político en Libia ha avanzado, aunque lentamente. La mayoría de las instituciones gubernamentales divididas entre el este y el oeste del país se han unido bajo el nuevo gobierno, excepto el aparato militar y de seguridad. Estos siguen siendo el centro de los desacuerdos.
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Aunque la comisión militar responsable del alto el fuego de octubre pidió que se unieran las fuerzas armadas en Libia, no se ha hecho nada. Y hay otros aspectos del acuerdo de alto el fuego que no se han aplicado, como la apertura de la autopista que conecta el este, el oeste y el sur del vasto país. Hasta ahora todos los esfuerzos para abrir la vital carretera han fracasado y es poco probable que tengan éxito pronto. Esta carretera en particular pasa cerca de los campos de petróleo y gas del país. También pasa por la línea del frente Sirte-Juffra, donde se enfrentan las fuerzas del este y del oeste. La proximidad de la región a las riquezas de hidrocarburos del país la hace especialmente interesante para los actores locales e internacionales implicados en Libia.
Se espera que la próxima conferencia de Berlín haga un balance de los logros alcanzados desde Berlín I y de cómo ayudar a Libia a llegar al día de la votación unida y en paz. La conferencia se enmarca dentro de la estrategia de la misión de la ONU para hacer frente a un conflicto que dura ya una década. La ex enviada en funciones de la ONU para Libia, Stephanie Williams, dijo en una reciente entrevista con MEMO que existe un enfoque "de afuera hacia adentro" en el que los países extranjeros, que ayudan a los diferentes bandos en Libia, utilizan su influencia sobre sus apoderados locales para facilitar los acuerdos. Al menos eso es lo que espera la ONU. La táctica también pretende evitar las habituales disputas entre las facciones libias que "desvían" cualquier reunión internacional sobre Libia, explicó Williams. Señaló al menos dos reuniones anteriores de este tipo en París y Palermo hace tres años; ambas no produjeron resultados tangibles debido a las disputas entre los propios libios.Es probable que Berlín II sea un poco diferente en cuanto a objetivos, contenido y participantes. Es probable que se invite al GNU, mientras que no se espera que participe el Ejército Nacional Libio, dirigido por el mariscal de campo Khalifa Haftar. Haftar no tiene ningún cargo oficial en el GNU, pero acogió con satisfacción su creación. Esto significa que su ejército no está reconocido por el gobierno ni integrado en su propia estructura de mando. Esta es una de las situaciones incómodas que aún no se han resuelto. Hay que encontrar un compromiso que permita mantener el impulso político hacia las elecciones, al tiempo que sigue siendo aceptable para Haftar y sus patrocinadores extranjeros, incluida Rusia.
Aunque la primera conferencia celebrada en la capital alemana haya logrado en parte obligar a los protagonistas locales a acordar ciertos pasos, no ha conseguido que las potencias internacionales implicadas en el conflicto respeten los compromisos adquiridos en Berlín. Los principales obstáculos son dos: la intromisión internacional en los asuntos internos de Libia y, sobre todo, la retirada de todas las tropas y combatientes extranjeros del territorio libio.
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A pesar de los reiterados llamamientos del nuevo ministro de Asuntos Exteriores para que dichas fuerzas abandonen Libia, ninguna lo ha hecho hasta ahora. Turquía, Italia, Rusia y miles de mercenarios de al menos otros tres países siguen en Libia de una forma u otra. Turquía, por ejemplo, afirma que su presencia es legal y se basa en un acuerdo de seguridad que firmó con el antiguo gobierno de Trípoli en noviembre de 2019. Rusia, por su parte, niega que tenga tropas en Libia; los combatientes del Grupo Wagner, insiste, son particulares sobre los que Moscú no tiene control. El GNU, por su parte, debe organizar las elecciones de diciembre sin la presencia de ningún combatiente extranjero dentro de Libia.
La participación de Estados Unidos en Berlín II podría ofrecer alguna esperanza de que las elecciones se celebren según lo previsto. El gobierno de Biden parece estar más centrado en Libia en comparación con su predecesor. Puede que Biden haya mencionado a Libia tres veces cuando en realidad quería decir Siria, pero esto no significa que Libia no esté en su agenda. Ya ha nombrado a un enviado especial que visitó Trípoli el mes pasado para expresar el apoyo de Washington a las elecciones y a la retirada de todos los combatientes extranjeros. Se espera que tanto Washington como Moscú estén representados en Berlín II, pero lo que puedan acordar sobre Libia es otra cuestión. Biden ha advertido en repetidas ocasiones a su homólogo ruso de que Estados Unidos ya no hará la vista gorda ante lo que hace Rusia en todo el mundo, incluida Libia.
Lo mucho que Biden y Vladimir Putin hablaron de Libia en su primera cumbre cara a cara esta semana se reflejará en la conferencia de Berlín II. Cualquier desacuerdo importante entre ambos podría hacer descarrilar las elecciones de diciembre y poner en peligro el actual alto el fuego.
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