El libanés Saad Hariri se ha disculpado finalmente por no haber formado gobierno hasta nueve meses después de que el presidente Michel Aoun le encargara esta misión. Sin embargo, Aoun rechazó los ministros propuestos por Hariri, sobre todo a la hora de seleccionar a los cristianos, que el presidente considera su especialidad.
Aoun también quiere mantener un tercio a su disposición, o para ser más exactos, bajo el control de Hezbolá, al que Aoun representa y obedece, entre otras cosas porque el partido le puso en el poder. Por eso Aoun no puede hacer otra cosa que seguir las órdenes del movimiento.
Nueve meses de maniobras de Hariri y Aoun -este último respaldado por su yerno Gebran Bassil, que controla el país desde la sombra- han sido poco útiles mientras Líbano se desangra debido a la crisis económica sin precedentes. El valor de la moneda ha caído en picado y el combustible escasea, lo que hace que los conductores tengan que hacer cola durante horas en las gasolineras y que la gente haga largas colas para conseguir una barra de pan.
En resumen, el Líbano está más o menos colapsado, y todos los poderes públicos deben asumir su responsabilidad. Lamentablemente, ningún funcionario libanés ha mostrado voluntad de considerar sus propias acciones y admitir sus errores, a pesar de la gravedad de la situación.
El Líbano no tiene un presidente dispuesto a evaluar sus acciones después de haber sido comandante del ejército en la década de 1980. Tampoco Hariri ha intentado evaluar sus propios mandatos anteriores desde que heredó el poder de su padre, Rafic, y continuó con su legado corrupto.
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La era Hariri se prolongó durante más de 30 años. Se considera uno de los peores periodos de la historia del Líbano, que ha conducido a la desastrosa situación actual, cuyas repercusiones hacen que nos preguntemos sobre los factores que crearon tal decadencia 100 años después del establecimiento del Gran Líbano.
Se trataba de un proyecto de Estado temporal y funcional; el Líbano se fundó sobre una idea, pero a esta idea le faltó algo importante. Le faltaban los pilares de un estado civil que tratara a todos los ciudadanos libaneses en igualdad de condiciones y desmantelara el sectarismo mediante la ratificación de una constitución transparente que mencionara abiertamente este punto, para salvar al país de la dominación, el control y la crueldad de las sectas y los grupos religiosos libaneses.
Los estados coloniales crearon el Líbano a partir de la Gran Siria y dividieron el Levante en estados basándose en el Acuerdo Sykes-Picot de 1916 entre Gran Bretaña y Francia. Líbano quedó bajo la influencia francesa y se estableció sobre una base sectaria que abarcaba dieciocho comunidades religiosas. La intención era mantener el país envuelto en conflictos internos e incluso en una guerra civil bajo la atenta mirada de las agencias de inteligencia internacionales. Se tramaron conspiraciones contra el Líbano mientras se trazaban y redibujaban los mapas regionales, todo ello mientras se mantenía a Beirut bajo el control de fuerzas extranjeras.En general, Líbano se rige por un equilibrio de intereses ligado al dominio sectario y geográfico. Las tensiones suelen aliviarse mediante acuerdos en los que nadie gana ni pierde. El patrocinador oficial del país está siempre presente, lo que convierte a Líbano en un importante campo de batalla regional más que en un país plagado de disputas internas. Es donde las potencias internacionales y regionales hacen la guerra por delegación.
Todos los líderes de las sectas están vinculados de alguna manera a un país extranjero que proporciona cobertura a su colectivo; una póliza de seguro para su liderazgo. Esto me recuerda cuando el difunto presidente libanés Charles Helou dio la bienvenida a los periodistas libaneses con las palabras "¡Bienvenidos a vuestro segundo país, el Líbano!".
El sistema sectario del Líbano está completamente agotado y no puede continuar ni producir una élite política capaz de sacar al país de la recesión. Además, la función tradicional del país como mediador se ha desplazado a otros lugares, sobre todo al Golfo, donde se encuentran Estados más importantes. Esto se ha puesto de manifiesto por la ausencia de una respuesta árabe e internacional seria a lo que está ocurriendo en Líbano. Francia y Arabia Saudí -los incubadores occidentales y árabes del Estado- lo han dejado luchar solo en un mar oscuro.
Esto, por supuesto, refleja lo que está ocurriendo en otros lugares de la región de Oriente Medio y África del Norte. La situación actual del Líbano no es más que otro capítulo de una historia regional turbulenta, ya que el equilibrio de poder se centra en otros lugares. ¿Qué destino le espera al Líbano? Sólo el tiempo lo dirá, pero las señales no son buenas.
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