Inmediatamente después de que el Primer Ministro de Sudán, Abdalla Hamdok, lanzara su iniciativa bajo el título "Crisis nacional y cuestiones de transición: El camino a seguir", nosotros, el pueblo, declaramos nuestro apoyo a la misma y pedimos que se tratara de forma positiva. Necesita el esfuerzo para asegurar su éxito, no la negatividad y la crítica sin sugerir alternativas.
En este sentido, presentamos un conjunto de ocho propuestas. Quizá sirvan para motivar al ejecutivo, encabezado por el primer ministro, a transformar la iniciativa en un programa ajustado, programado y práctico, con un calendario concreto.
La iniciativa se puso en marcha hace seis semanas, pero hasta ahora no se ha conseguido nada tangible. Si esto sigue así, me temo que la iniciativa quedará desatendida. Todos los indicios apuntan a ello, a menos que las cosas cambien. Los departamentos de transición están rindiendo por debajo de su nivel, y el trabajo se acumula. Las tareas que hay que realizar durante el periodo de transición siguen sin hacerse y se limitan al documento constitucional; continúan las disputas entre los grupos políticos y abundan las acusaciones de traición. La iniciativa parece abocada al fracaso.
De momento, los intereses partidistas, más que los de Estado, marcan la pauta. Existe una reticencia a la hora de formar las comisiones encargadas de restaurar el Estado secuestrado por el régimen depuesto y de garantizar el carácter no partidista de todos los organismos estatales, tanto civiles como militares. También hay que garantizar su eficacia y eficiencia. Existe una extraña indiferencia hacia la formación de comisiones nacionales independientes para sentar las bases de la paz, consolidar la transformación democrática y promover el Estado de Derecho. Debemos convocar la Conferencia Constitucional Nacional encargada de reconstruir el Estado de Sudán sobre la base del consenso y el respeto al pluralismo y la diversidad.
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También es necesario que el gobierno adopte cierta seriedad y rapidez para atender las demandas regionales. Hay que reducir la tensión, especialmente en el este de Sudán.
Además, si la situación económica sigue deteriorándose y los precios, ya de por sí escandalosos, aumentan aún más, empujando a la población a la pobreza, el periodo de transición corre el riesgo de fracasar. Sobre todo si no se inicia de inmediato el debate sobre el sistema electoral que queremos y sobre cómo puede funcionar un sistema democrático adecuado para nuestro país. El escenario previsto, que ya hemos visto y escuchado, incluye la convocatoria de elecciones anticipadas antes de que finalice el periodo de transición.
Si esto ocurre, el pueblo acudirá a las urnas sin la preparación adecuada para elegir a unos partidos políticos debilitados y agotados. El sistema resultante llevará dentro las semillas del fracaso, como el resto de los regímenes elegidos en los anteriores periodos de transición. Este círculo vicioso continuará, pero el resultado no sólo será una dictadura represiva, sino también probablemente una guerra civil y la fragmentación de Sudán.
La responsabilidad de esto recaerá en los líderes del periodo de transición en el Consejo de Soberanía, el Consejo de Ministros y el Consejo de Socios de Transición, así como en las bases políticas. La maldición seguirá persiguiéndoles.
La celebración de elecciones anticipadas podría haber sido una salida razonable a la crisis que vivimos si las comisiones nacionales independientes se hubieran constituido y completado su trabajo. No era necesario que todas las comisiones estuvieran en marcha, pero como mínimo deberíamos haber visto las comisiones de reforma del sistema de paz, justicia y legal, justicia transicional, Conferencia Constitucional Nacional y, por supuesto, la comisión electoral.
Sin que ninguna de ellas esté en marcha, estamos ante un experimento fallido. Básicamente significará la destrucción del periodo de transición, cuya esencia es el consenso entre los diferentes grupos políticos e ideológicos sobre un proyecto que allane el camino para romper el círculo vicioso y poner a Sudán sobre los nuevos cimientos de un Estado-nación moderno. Este proyecto no puede ser realizado por un partido o coalición de partidos; es tarea de todos, y avanza desde la premisa de que una patria no se construye con la ideología de tal o cual bloque o partido. Sin embargo, sugiero que se proceda de inmediato a formular las leyes y medidas necesarias para organizar la elección de los consejos de gobierno local. Además de ocuparse directamente de los problemas de subsistencia de los ciudadanos, estos consejos pueden desempeñar un papel de supervisión, incluso ante el gobierno nacional y los diversos organismos de transición.
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Además, la elección de estos consejos dependerá del conocimiento directo de los candidatos por parte de los votantes, y no a través de su partido, y los electores votarán al candidato que mejor pueda servirles, basándose en su experiencia cercana en el barrio, independientemente de su afiliación partidista. En definitiva, se trata de un ejercicio básico de construcción de una transición democrática desde la base, que puede generar ideas que ayuden a determinar qué sistemas electorales son los mejores para Sudán. También nos ayudará a evitar el perezoso error de copiar y pegar sistemas electorales exitosos que pueden haber sido apropiados para otros países, como el de Gran Bretaña, por ejemplo, pero que no se ajustan a nuestra realidad y siguen fracasando. Siempre se encuentra una alternativa desastrosa, como ocurrió en anteriores períodos de transición.
La situación actual de Sudán no puede soportar las conspiraciones entre los distintos grupos políticos, como tampoco puede soportar más políticas experimentales. Nos enfrentamos a dos opciones: o nos embarcamos ahora con determinación y seriedad para completar las tareas de la transición, o nos ahogamos. Los que quieran seguir adelante deben unirse y olvidar sus diferencias políticas e intelectuales, y ponerse de acuerdo sobre cómo salvar la nación. Es una tarea que no puede realizar una persona o un grupo, o una alianza de facciones, al igual que no la pueden realizar las élites políticas por sí solas. Es tarea del pueblo, de los partidos, de los políticos, de los tecnócratas, de la sociedad civil, de los militares y de las personalidades nacionales, de todos, asumir su papel y su responsabilidad. No se puede excluir a nadie, y no se puede permitir que las estrechas afiliaciones partidistas o de grupo prevalezcan a expensas de la patria.
Este artículo apareció por primera vez en árabe en Al-Quds Al-Arabi el 8 de agosto de 2021
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