¿Qué es lo que pretende el mariscal de campo Khalifa Haftar en Libia? La respuesta sencilla a esta compleja pregunta es que sigue queriendo gobernar el país. La siguiente pregunta es: ¿cómo va a hacerlo?
Durante los últimos siete años, Haftar ha intentado la vía armada para conquistar el país y deshacerse de sus adversarios, tanto militares como políticos. En un momento de su aventura militar contó con el apoyo de tres cuartas partes de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Fue entonces cuando lanzó su campaña, el 4 de abril de 2019, para conquistar la capital libia, Trípoli, interrumpiendo los esfuerzos de mediación de la ONU destinados a solucionar el conflicto.
Trece meses después, en junio del año pasado, la campaña militar de Haftar se derrumbó en la derrota. Reflexionando sobre esa situación, la ex enviada interina de la ONU para Libia, Stephanie Williams, dijo a MEMO en mayo que el 24 de abril de 2019 Haftar recibió una llamada telefónica del presidente estadounidense Donald Trump, que el autodenominado mariscal de campo interpretó como una "luz verde" para tomar la capital. Francia y Rusia, ambos miembros permanentes del Consejo de Seguridad como EEUU, apoyaron los esfuerzos de Haftar. Sin embargo, fracasó, gracias a la intervención militar de Turquía del lado del gobierno de Trípoli, reconocido por la ONU.
Haftar sigue en activo. Nunca ha visitado la línea del frente en el oeste de Libia, pero sigue albergando su viejo sueño de gobernar el país.
Su táctica es aparentemente flexible según evoluciona la situación política del país norteafricano. Cuando en marzo juró el Gobierno de Unidad Nacional (GUN), se mostró acogedor y reconciliador. Sin embargo, Haftar no se comprometió a nada concreto, como aceptar que estaba bajo un nuevo gobierno y que obedecería sus órdenes. En ese momento, el GNU consideró que se trataba de un paso en la dirección correcta que, en última instancia, conduciría a la unificación de las fuerzas armadas bajo su mando. Sin embargo, poco se ha logrado hacia este objetivo, una de las principales prioridades del gobierno interino cuyo mandato expirará el 24 de diciembre, cuando se celebren las elecciones presidenciales y legislativas.
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A pesar de seguir manteniendo su viejo sueño de controlar Libia, Haftar aún no ha dado ningún paso práctico para, por ejemplo, presentarse como candidato a las elecciones presidenciales. Nunca ha dicho si se presentará, aunque ha manifestado su apoyo a la celebración de las elecciones.
Las deliberaciones del Foro de Diálogo Político Libio, encargado de elaborar una base constitucional o marco para las elecciones, se han estancado. Uno de los escollos ha sido si los oficiales militares en activo, como Haftar, deberían poder presentarse como candidatos o si deberían dimitir primero. Los que se oponen a que se presenten mientras están en las fuerzas armadas argumentan que un oficial que aparece en uniforme mientras es candidato a presidente, por ejemplo, pone en peligro unas elecciones libres y justas. ¿Acaso ese oficial que pierde obedecería entonces las órdenes del candidato ganador que, como presidente, será el Comandante en Jefe de las fuerzas armadas? En la situación políticamente polarizada de Libia, esta cuestión es muy grave, y prohibir que los oficiales en activo se presenten a las elecciones tiene mucho sentido.Además, desde que el GNU entró en funciones, Haftar ha contradicho su anterior tono reconciliador. Por ejemplo, negó tener vínculos con el gobierno apenas unas semanas después de celebrar su formación. El 11 de agosto, las fuerzas bajo su mando anunciaron la captura de un miembro del Daesh calificado de "peligroso", sin más detalles. Esto ocurrió a pesar de que el Consejo de la Presidencia no autorizó tales operaciones. Y en abril, el Consejo prohibió a los militares hacer declaraciones públicas sin su autorización, y sin embargo Haftar no ha dejado de hacer todo tipo de anuncios. En un discurso televisado la semana pasada, por ejemplo, dijo que sus fuerzas sólo "obedecerán órdenes" de un presidente elegido. Una semana antes anunció ascensos para docenas de oficiales entre sus tropas, a pesar de que el Consejo de la Presidencia ha prohibido tales ascensos personales.
Desde el punto de vista político, Haftar ha perdido mucha popularidad, lo que disminuye aún más sus posibilidades de ganar unas elecciones si decide presentarse. Tras su llegada al poder a mediados de 2014, su popularidad se disparó, sobre todo en el este de Libia, donde se le atribuye haber aportado cierto grado de paz, seguridad y estabilidad en la conflictiva Bengasi hasta la frontera con Egipto. Se deshizo de todos los grupos extremistas, incluido Daesh, y sus fuerzas desempeñaron un papel importante a la hora de frenar la anarquía en la región del sur, aunque con menos éxito.
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Además, su ataque a Trípoli fue un grave error de cálculo político y militar. Hablando bajo condición de anonimato, un experto en seguridad lo describió como "su mayor error hasta ahora que le costó caro". Sus oponentes le acusan de facilitar la intervención militar turca y la presencia de tropas turcas en suelo libio. Dicen que su ataque a Trípoli obligó al anterior gobierno a buscar ayuda turca. La presencia de mercenarios entre las fuerzas de Haftar, especialmente los rusos, ha erosionado aún más su popularidad. Su derrota en junio de 2020 disminuyó aún más sus opciones políticas.
Aun así, el hombre no se rinde. Un experto político en Libia, Hussein Abdelsalam, dijo a MEMO: "No esperes que este oficial septuagenario se rinda todavía. Se trata de un hombre que invirtió toda su carrera para gobernar Libia y aún cree que puede hacerlo".
Aunque Haftar aún no ha anunciado si se presentará a las elecciones presidenciales, su apoyo está disminuyendo rápidamente. Sin embargo, su propia presencia en el panorama militar y político, junto con su capacidad para comandar una fuerza militar considerable que le es muy leal, lo convierten en un actor importante en Libia. Para que cualquier solución política tenga éxito, debe incluirlo; los intentos de mantenerlo al margen podrían conducir a otra guerra y a la partición del país.
A pesar de su derrota militar a las puertas de Trípoli el año pasado, sus partidarios extranjeros creen en él y piensan que todavía tiene un papel que desempeñar. Rusia y los EAU, entre otros, están convencidos de que el mariscal de campo Jalifa Haftar merece su apoyo, al menos en lo que respecta a sus objetivos a corto plazo.
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