Tan "profundamente preocupada" está la ONU por el asalto israelí a las oficinas de Defensa de los Niños Internacional-Palestina (DCIP), que la tardía declaración oficial de los relatores especiales sugiere que Israel -un régimen colonial, de ocupación militar y de apartheid- debería proteger a la organización y su trabajo. El DCIP es, por supuesto, una de las ONG que denuncian las violaciones de los derechos humanos por parte de Israel. Por lo tanto, subrayar las obligaciones de una potencia ocupante, como ha hecho la ONU, no sirve para nada más que para poner de manifiesto la negativa de la ONU a actuar contra Israel, porque no hay la menor posibilidad de que el gobierno israelí acepte las recomendaciones de la organización internacional.
"Una potencia ocupante con un verdadero compromiso con los derechos humanos protegería y fomentaría el trabajo de los defensores de los derechos humanos, y no los condenaría al ostracismo, al acoso o al silencio", dijeron los funcionarios de la ONU.
El trabajo del DCIP sobre la persecución de niños por parte del Estado israelí y sus colonos ilegales, expone patrones recurrentes que la ONU sabe muy bien que forman parte de un sistema arraigado creado por un régimen que viola el derecho internacional con impunidad. El giro en la declaración de los relatores también normaliza la impunidad israelí.
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"Somos conscientes de las críticas de larga data sobre la falta de investigaciones transparentes e imparciales en las aparentes violaciones de los derechos humanos de los palestinos por parte del ejército israelí", declararon. La "conciencia" de la ONU descansa en la "crítica", y no en las violaciones de los derechos humanos cometidas por Israel que son condenadas por investigaciones imparciales. Es típico de la ONU pasar por alto las violaciones de los derechos humanos para centrarse en un fragmento de sus consecuencias, aunque sin ramificaciones para Israel.
Citar las "aparentes violaciones" sólo sirve como premisa para lanzarse a la retórica sobre las obligaciones del ocupante, que no se aplican ni se hacen cumplir. Sin una afirmación comprometida de que Israel está cometiendo realmente violaciones, la comunidad internacional tiene menos obligación de intervenir. De ahí la creciente discrepancia entre la legislación internacional y su cumplimiento, que también se manifiesta en la negativa de la ONU a responsabilizar a Israel de nada.Además, la falta de transparencia de la ONU cuando se trata de las violaciones de los derechos humanos por parte de Israel se refleja también en la forma en que trata a las organizaciones de derechos humanos que intentan dar la alarma sobre la violencia colonial desenfrenada contra los palestinos. No hay reciprocidad por parte de la ONU hacia el DCIP, por ejemplo, cuando se trata del inestimable trabajo que la organización ha realizado para intentar salvaguardar los derechos de los niños palestinos.
Por el contrario, el desequilibrio es tal que se espera que las organizaciones de derechos humanos se remitan a la ONU y, de paso, refuercen la legitimidad de la institución internacional que todavía tiene que responder por su papel en la creación de Israel en primer lugar. De los niños palestinos asesinados por soldados y colonos israelíes, o juzgados en los tribunales militares de Israel, o recluidos en las cárceles israelíes, la ONU no expresa ninguna preocupación significativa, de la misma manera que se negó a aceptar que Israel se fundó sobre la limpieza étnica de los palestinos a partir de 1948.
La ONU sabe que Israel no se compromete a proteger los derechos humanos; en ese sentido, ambas entidades comparten una agenda común. Al margen de la retórica habitual que sueltan los funcionarios de la ONU cuando se les acorrala para que hagan una declaración, la imagen que sigue apareciendo es la de una organización que busca proteger a Israel a toda costa. Ahí es donde reside realmente la "profunda preocupación" de la ONU.
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