La reunión de ayer entre el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, y el ministro de Defensa israelí, Benny Gantz, ha irritado a funcionarios israelíes y palestinos. Los israelíes han sugerido que Gantz podría estar intentando derribar el gobierno, mientras que las facciones palestinas denunciaron la reunión porque Gantz tuiteó más tarde que le había dicho: "Presidente Abbas que Israel busca tomar medidas que fortalezcan la economía de la AP".
Evidentemente, los problemas de la AP provocaron esta reunión durante la cual, según el Ministerio de Defensa del Estado de ocupación, Gantz y Abbas se reunieron "para discutir cuestiones de seguridad, civiles y económicas." El desmoronamiento de la AP tras el asesinato extrajudicial de Nizar Banat ha alterado la percepción de la política palestina y su estatus corrupto y aparentemente invencible resultante de la diplomacia internacional. El pueblo de la Palestina ocupada ha demostrado que es capaz de cambiar, por lo que los interlocutores de todo el espectro político se alían para garantizar que la voluntad del pueblo no se materialice.
La reunión de Gantz con Abbas se produjo después de la visita del primer ministro israelí, Naftali Bennett, a Washington para reunirse con el presidente estadounidense Joe Biden. Este último prometió el apoyo habitual a la narrativa de seguridad de Israel y habló de avanzar en "la paz, la seguridad y la prosperidad tanto para los israelíes como para los palestinos".
En ambas reuniones, el mensaje fue unánime: hay que preservar el statu quo en la política palestina para evitar que cualquier acontecimiento haga que la diplomacia de los dos Estados sea aún más difusa que su inexistente aplicación. Es en este contexto, que también preocupa a Estados Unidos, donde hay que evaluar las concesiones que Gantz hizo a la AP.
Dichas concesiones incluyen un préstamo de 155,6 millones de dólares a la AP; los derechos de residencia concedidos a los palestinos en la Cisjordania ocupada se concederán también a los palestinos de Gaza y a los extranjeros casados con palestinos residentes en el territorio ocupado; se expedirán 15.000 permisos de trabajo para que los palestinos trabajen en Israel; se expedirán 1.000 permisos de construcción para los palestinos de la zona C. En palabras de Gantz, "cuanto más fuerte sea la Autoridad Palestina, más débil será Hamás. Y cuanto mayor sea su capacidad de gobernar, más seguridad tendremos y menos tendremos que hacer".
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Bennett aún no ha manifestado ningún interés en reanudar las negociaciones diplomáticas con la AP en términos del compromiso de dos Estados, pero la política de su gobierno es el baluarte que apuntala a Abbas y ayuda al "crecimiento natural" de los asentamientos en Israel. Este es el último eufemismo para la expansión colonial y la anexión de facto de la tierra palestina. En su reunión con el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, la semana pasada, se informó de que Bennett hizo hincapié en que Estados Unidos necesita "entender que la línea del primer ministro es preservar la estabilidad, sin dar pasos que cambien la realidad".
Así pues, aunque las concesiones pueden aliviar la realidad palestina, se yuxtaponen a una realidad más dura de permitir la represión de la AP contra su pueblo. Detrás de la reunión entre Abbas y Gantz está la coordinación de seguridad de la AP con Israel. ¿Cuánto más beneficia a Israel, a la AP y a EE.UU. ofrecer concesiones largamente esperadas que, en última instancia, no invaden el plan de Bennett de no entrar en negociaciones? La constatación de que la AP ha tocado fondo sólo puede complementar la inclinación de Israel por la violencia y el autoritarismo de Abbas.
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