La fuga de seis presos palestinos de la prisión israelí de alta seguridad de Gilboa ha arrojado algo de luz sobre el gran sufrimiento de los presos y detenidos por el Estado de ocupación. Casi todas las familias palestinas están familiarizadas con los procedimientos de detención israelíes y las condiciones de los detenidos; dado que el 25% de la población palestina ha sido detenida por las autoridades de ocupación en las últimas décadas, hay un preso o ex preso en casi todos los hogares palestinos. Tantos, de hecho, que la entidad sionista tiene campos de detención bajo la supervisión del ejército, además de las prisiones más habituales.
Algunas prisiones israelíes datan de la época del Mandato Colonial Británico, que terminó en 1948. Otras han sido construidas por Israel, incluida Gilboa. Decenas de miles de palestinos han pasado por estas prisiones gestionadas por el Servicio Penitenciario de Israel.
Las cárceles israelíes tienen varias secciones, incluidos bloques de aislamiento en los que se mantiene a uno o dos detenidos separados de los demás, en función de la gravedad relativa de sus delitos, según decida la judicatura israelí. Incluso puede darse el caso de que sean conocidos líderes de la resistencia. Los detenidos suelen salir al patio de la prisión, solos o en grupo, durante al menos una hora al día.
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Los presos que se fugaron de Gilboa pasaron largos periodos en el bloque de aislamiento, que cuenta con docenas de celdas situadas unas frente a otras y separadas por un pasillo de dos metros de ancho. La zona del patio tiene unos 15 por 8 metros, y está rodeada por un muro de 3 metros de altura, cubierto con barras de hierro. Sería difícil incluso para un pájaro atravesarlo.
En las otras secciones, las celdas albergan hasta 25 presos cada una, lo que no suele ser suficiente para que nadie se mueva con facilidad. Cada preso dispone de un espacio personal de aproximadamente 1,5 metros cuadrados. Los detenidos pueden salir juntos al patio de la prisión durante dos o tres horas al día en el mejor de los casos.
Se han establecido zonas de detención al aire libre para acoger al creciente número de detenidos, con más de 1.000 presos en tiendas de campaña que acogen a más de 20 detenidos cada una.
La represión por parte de las autoridades penitenciarias es muy frecuente, creando condiciones insoportables para los presos palestinos. Se dispara munición real y balas de goma contra los detenidos, lo que empeora aún más las condiciones de vida. Esto permite comprender las intenciones de las autoridades, que tratan de humillar y deshumanizar a los presos. Los castigos arbitrarios incluyen agresiones físicas, colgarlos en postes telefónicos a mediodía, cuando el sol está en lo más alto, el aislamiento y los cacheos al desnudo.
También se deshumaniza a los presos con la práctica de darles números y utilizarlos únicamente en lugar de sus nombres. No se les permite utilizar sus nombres cuando se comunican con las [autoridades penitenciarias].
Los castigos colectivos adoptan la forma de recuentos de cabezas en mitad de la noche; colgar a los presos al aire libre por la noche en condiciones que pueden ser de congelación; el uso de gases lacrimógenos; la confiscación de papeles, cuadernos y bolígrafos; la prohibición de los periódicos; la prohibición de las visitas de los familiares; el corte del suministro de agua; y el suministro de una alimentación deficiente. El hacinamiento también es un problema grave y muchos presos no tienen ni aseos ni agua en sus celdas.
El hecho de que seis presos hayan conseguido fugarse de la prisión de Gilboa a pesar de las condiciones, de los castigos y de la fuerte seguridad, es un testimonio de su determinación e ingenio. Pase lo que pase, hay que saludarlos.
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