El desguace por parte de Australia del acuerdo sobre los submarinos franceses constituye un punto de inflexión en la fuerza y la solidaridad de la alianza occidental encabezada por EE.UU., que dominó la escena mundial tras el final del periodo de la Guerra Fría y la formación del orden mundial orientado a Occidente.
Durante las tres últimas décadas, se produjo un estado de armonía y coherencia entre EE.UU. y sus aliados mundiales, incluidos los países europeos, Canadá, Australia y otros. Esto se representó en el apoyo a las guerras dirigidas por Estados Unidos en Afganistán en 2001 y en Irak en 2003, y en otros asuntos candentes en todo el mundo.
Turquía, por su parte, se puso del lado del bando occidental en el periodo de la Guerra Fría y en el periodo inicial de la posguerra fría, manteniendo estrechos lazos y alianzas con Estados Unidos y Europa. En los años noventa del siglo pasado, Turquía realizó grandes esfuerzos para ingresar en la Unión Europea (UE), pero sufrió un largo proceso de dilación. Sin embargo, durante el largo periodo de espera de Turquía, se produjeron muchos cambios y acontecimientos en la escena mundial.
En los últimos años, los países europeos, principalmente Francia, empezaron a darse cuenta de su marginación en la escena internacional al abordar acontecimientos como la crisis ucraniana con Rusia y las diferencias entre Francia y Estados Unidos a la hora de abordar la crisis siria. Lo mismo puede decirse del expediente iraní, en el que la posición de EE.UU. era la dominante para tratar con Irán. Por último, pero no por ello menos importante, Estados Unidos dominó el enfoque de la comunidad internacional hacia el conflicto palestino-israelí, incluso con la presencia del cuarteto internacional (Estados Unidos, la UE, las Naciones Unidas (ONU) y Rusia).
Nueva alianza
El 15 de septiembre, en una conferencia de prensa virtualmente conjunta, el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el Primer Ministro del Reino Unido, Boris Johnson, y el Primer Ministro de Australia, Scott Morrison, anunciaron que su país había renunciado a un acuerdo multimillonario con Francia y había firmado uno nuevo con Estados Unidos y el Reino Unido para adquirir submarinos de propulsión nuclear, en lugar de los submarinos franceses de propulsión diesel.
La medida ha sorprendido a Francia, que la ha calificado de "puñalada por la espalda". París llamó a consultas a sus embajadores en Canberra y Washington. Otros países europeos también se mostraron asombrados, ya que se sentían marginados y que sus voces eran ignoradas en la escena mundial.
Este movimiento fue una señal de una nueva alianza mundial conocida como AUKUS, en referencia a Australia, el Reino Unido y Estados Unidos. Se ha formado principalmente para hacer frente a lo que estos países perciben como la creciente amenaza china en la región del sudeste asiático. La formación de AUKUS significa que las antiguas alianzas, en este caso la OTAN, se consideraron incapaces de lograr la seguridad y los intereses nacionales de los países de AUKUS debido a las diferencias entre sus miembros.
La posición de Turquía
Tras una evolución mundial tan importante, es probable que algunos países reconsideren sus prioridades. Turquía, por ejemplo, lleva mucho tiempo buscando la adhesión a la UE, pero ha visto cómo su solicitud se retrasaba y era bloqueada por algunos países miembros de la UE, especialmente Francia y Grecia.
La candidatura turca a la adhesión se inició en abril de 1987 y fue reconocida oficialmente como candidata a miembro de pleno derecho el 12 de diciembre de 1999, en la cumbre del Consejo Europeo de Helsinki. Desde entonces, no se ha producido ningún avance importante.
Con la evolución actual y la dinámica cambiante en el escenario mundial, con Rusia y China alzándose como países desafiantes y poderosos política, económica y militarmente, la influencia de la UE ha disminuido. El ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se distanció deliberadamente de la UE y la acusó de haberse "formado para aprovecharse de Estados Unidos". Este fue un primer indicio del distanciamiento entre Europa y Estados Unidos.
Por otra parte, las relaciones entre Turquía y Europa, con Francia a la cabeza, eran gélidas en varios expedientes. El bloque trató de socavar a Ankara liderando actitudes antiturcas en muchos expedientes, en particular, la crisis siria, el Mediterráneo oriental y la crisis libia. Otra campaña antiturca a fuego lento por parte de Europa, y especialmente de Francia, fue su objeción al apoyo turco a Azerbaiyán en su largo conflicto con Armenia por la región azerí de Nagorno-Karabaj.
Ir más allá de Europa
Dado que Turquía está actualmente abierta a alianzas y asociaciones diversificadas con otros países del mundo, la adhesión a la UE obstaculizaría sus políticas de apertura con otros países. Europa tiene diferencias de larga data con países como Rusia y China, y es vista negativamente por muchos países africanos debido a su pasado colonial. Por tanto, la adhesión de Turquía a la UE supondría un obstáculo para forjar asociaciones con otros países, ya que se consideraría que pertenece al bando europeo. A Turquía le convendría renunciar a su intento de adhesión a la UE.
En la actualidad, Turquía tiene una fuerte presencia en el continente africano, con lazos diplomáticos plenos con la mayoría de los países del continente; ahora tiene embajadas en 44 países africanos de los 54 países de África. Turquía también es un país central y estratégico en sus tres importantes regiones circundantes: la región de los Balcanes y Europa del Este, la región del Cáucaso y Oriente Medio.
La posición e influencia únicas de Turquía en estas regiones atrajeron a las potencias mundiales para que se comprometieran con Turquía a abordar los problemas de estas regiones. Esto se vio claramente en la crisis siria y en el conflicto de Nagorno-Karabaj, ya que Turquía mantuvo conversaciones con Rusia para alcanzar acuerdos en ambos conflictos.
La adhesión a la UE podría alejar a Turquía del establecimiento de una relación sólida con otros países importantes del mundo, especialmente Rusia y China, además de establecer relaciones con otros socios regionales de todo el mundo, como en el caso de la asociación estratégica turco-azerí-paquistaní.
Las relaciones turco-rusas están históricamente arraigadas y en los últimos años se han profundizado, como se observa en su creciente cooperación en materia de defensa, con la firma del sistema de defensa antimisiles S-400 y la central nuclear de Akkuyu como algunos de los ejemplos más destacados.
Por su parte, China ha firmado diez acuerdos bilaterales con Turquía desde 2016, entre ellos en materia de salud y energía nuclear. China es ahora el segundo socio importador de Turquía después de Rusia. La gran iniciativa económica china "Belt and Road" también supone una gran ventaja para Turquía. La cooperación sino-turca implica la profundización de los lazos militares y de seguridad bilaterales, incluso en materia de inteligencia y ciberguerra.
Además, y lo que es más importante, no hay intereses políticos comunes entre Turquía y Europa, como en la época de la Guerra Fría. Sus diferencias son claras en muchos temas, como la cuestión de Chipre, las crisis libia y siria y el Mediterráneo oriental.
Teniendo en cuenta los acontecimientos en la escena mundial, también cabe mencionar que la UE estaría ocupada en la construcción de sus propias capacidades de defensa para hacer frente a sus amenazas percibidas, y este paso pondrá más restricciones a Turquía si se convierte en miembro de la UE.
La nueva apertura de Turquía con el mundo presenta más ventajas que tener algunos beneficios de unirse a la UE. Si hace unas décadas valía la pena unirse a ella, no es el caso en nuestra época contemporánea. A la luz de todos los acontecimientos mencionados, no será exagerado afirmar que Ankara pronto renunciará a su búsqueda de adhesión a la UE en favor de unas relaciones más diversificadas y estratégicas con el mundo.
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