El 27 de septiembre, el mundo vio cómo el criminal de guerra y Primer Ministro de Israel, Naftali Bennett, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, pronunció un discurso lleno de mentiras y que configuró una inequívoca demostración de miedo respecto al futuro de la ocupación colonial sionista en Palestina.
Por primera vez -y de forma deliberada- un primer ministro de la ocupación no mencionó la cuestión palestina. Para Bennett, ésta es una cuestión interna de Israel y no es asunto del mundo. Bennett declaró al Jerusalem Post que "hacernos hermanos siameses con los palestinos es un error y no ayuda. Las relaciones con otros países no serán definidas por ellos".
El discurso de Bennett fue una demostración del fracaso del proyecto colonial del Estado judío en Palestina, que pretendía conquistar todo el territorio de la Palestina histórica y avanzar hacia la conquista de todo Oriente Medio con el lema "Del Nilo al Éufrates", los dos ríos que están representados por las líneas azules de la bandera israelí.
Hay que recordar que, cuando se discutió el Plan de Partición de Palestina en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1947, el rabino J L Fischmann, representante oficial de la Agencia Judía para Palestina, pronunció repetidos discursos y presionó las demandas de su líder, Theodor Herzl. Defendió que la "Tierra Prometida", uno de los mitos fundamentales utilizados por los sionistas, se extendería desde el río Nilo en Egipto hasta el río Éufrates, una reivindicación que incluiría Siria, Líbano e Irak, además de Palestina.
Como de costumbre, lo que vimos fue a un dirigente israelí más haciendo de víctima en la tribuna de la ONU, a pesar del ampliamente conocido carácter colonialista de la ocupación sionista, que sigue expandiéndose mientras comete crímenes para impedir el surgimiento de un Estado palestino, como determinan las resoluciones de la ONU y el Derecho Internacional.
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Hoy en día, es coherente decir que la pandemia (tragedia) de la Nakba no terminó en 1948 con la fundación de Israel, y mucho menos con la masacre perpetrada por las fuerzas israelíes durante la agresión terrorista de la Guerra de los Seis Días en junio de 1967, ocupando la Franja de Gaza, vastos territorios del Sinaí, Egipto y los Altos del Golán que pertenecen a Siria. El esfuerzo continúa hoy, con los sionistas usurpadores apresurándose a llevar a cabo el proceso de desarraigo y destrucción total de Palestina.
Bennett aprovechó el tiempo de su intervención para quejarse, afirmando que su entidad está "literalmente rodeada" por los grupos de resistencia palestinos (Hamás, la Yihad Islámica y el Frente Popular para la Liberación de Palestina), por el Hezbolá libanés y por otros grupos y países. El representante israelí señaló con el dedo sucio a Irán, afirmando que "desde Líbano hasta Siria, pasando por Gaza e Irak y Yemen, todos quieren destruir "mi país" y todos tienen el apoyo del régimen de Teherán".
La mayor parte de su tiempo lo dedicó a atacar y quejarse de Irán y del programa nuclear persa, que según él tiene como objetivo desarrollar armas nucleares. Bennett llegó a decir que "Israel no tiene ese privilegio. No nos cansemos. No permitiremos que Irán adquiera un arma nuclear", aunque sigue negando que Israel disponga de más de 200 cabezas nucleares, un dato revelado por el diario británico Sunday Times a partir de la información divulgada por el científico nuclear israelí Mordechai Vanunu.
El premier confesó su fragilidad, destacando un aspecto a destacar que fue la referencia a los drones iraníes. Dijo que "el régimen de Teherán" ha creado una flota de miles de drones que "pueden atacarnos en cualquier momento y en cualquier lugar". Además, según él, "uno de ellos, un Shahed-136, ya ha atacado mortalmente un barco". Irán y sus representantes en Yemen, Siria, Irak, Líbano... están armados con ellos y nos desafían todo el tiempo".
Sin embargo, lo que agobia a la ocupación israelí no se limita a los fracasos militares de Israel en Gaza el pasado mes de mayo y a la determinación de los palestinos de resistir la agresión en Cisjordania. Bennett expresó el temor de los sionistas a la aparición del polo geoestratégico llamado "eje de resistencia", que incluye a Irán, Irak, Siria, Líbano y la Palestina ocupada con sus fuerzas de resistencia.
El primer ministro no lo mencionó, pero el conflicto de mayo afectó gravemente a la economía israelí, causando daños de más de 2.000 millones de dólares debido al cierre de actividades en puertos y aeropuertos, del 30% de las fábricas y de la exploración de gas en las plataformas del yacimiento de Tamar, a la caída sin precedentes de la bolsa, además de la devaluación de la moneda israelí, el shekel, que cayó un 14% frente al dólar, aumentando la recesión económica ya golpeada por el covid-19.
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Mientras Bennett alaba la amistad y el apoyo de Estados Unidos, los acontecimientos de mayo levantaron muchas voces en el Congreso estadounidense, con legisladores que critican el apoyo de Washington a Israel. Uno de ellos es el senador Bernie Sanders, que publicó un artículo en The New York Times en el que afirma que Estados Unidos no puede seguir desempeñando "el papel de abogado defensor del gobierno israelí de extrema derecha y racista".
Por otra parte, se observa dentro de la población israelí el sentimiento de que no hubo, y difícilmente habrá, una victoria de la entidad sionista sobre el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) y las demás fuerzas de resistencia palestinas. Desmoralizaron y destruyeron los llamados acuerdos de normalización entre el régimen sionista y algunos estados árabes, lo que disminuyó el entusiasmo y desalentó otros procesos en curso.
Existe una sana conexión entre Irak, Irán, Siria y Líbano, cuatro países geográficamente conectados y estratégicamente aliados, que están creando un corredor desde el Mediterráneo hasta Asia Central por tierra y mar con enormes implicaciones geoestratégicas y económicas. El eje de resistencia puede extenderse más allá de Oriente Medio. Cabe destacar la unidad de las fuerzas de la resistencia con las fuerzas que, en el Magreb árabe, constituyen un frente de rechazo a la normalización con el enemigo israelí.
Es necesario que todas las fuerzas que defienden la justicia y el respeto al Derecho Internacional exijan a los países independientes, especialmente a las Naciones Unidas, que ayuden a detener la ocupación colonial israelí y garanticen el retorno de los refugiados y desplazados palestinos, para que puedan vivir con dignidad en su tierra ancestral de Palestina, con la santa Jerusalén como capital.
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