Ahmed Aboul Gheit, secretario general de la Liga Árabe, no encontró otra cosa en la que ocupar su tiempo que en declarar su apoyo y comprensión al golpe de Estado llevado a cabo por Kais Saied en Túnez, gracias al cual obtuvo un puesto en el club de los tiranos y dictadores árabes.
El hombre que dirige el inmenso y fastuoso edificio que da a la plaza Tahrir de El Cairo, la misma que acogió la mayor revolución de la Primavera Árabe, es capaz de olvidar todo lo que no sea su venganza contra la Primavera Árabe, que le derrocó a él y a su presidente. Causó pánico y rabia entre sus amigos de Israel. ¿Qué le impide saludar y apoyar a cualquiera que dé un golpe a esta sacrificada primavera?
Sólo para recordar a todo el mundo, este hombre apareció una vez en el canal de noticias Al-Arabiya, unos momentos antes del derrocamiento de Hosni Mubarak, el 11 de febrero de 2011, para pedir a las fuerzas armadas egipcias que intervinieran para defender a la autoridad y, si fuera necesario, utilizaran la fuerza letal contra los manifestantes de la plaza Tahrir, a los que calificó de grupo de temerarios que quieren tomar el poder.
Es natural, pues, que Aboul Gheit involucre a la Liga Árabe en la cuestión interna tunecina, como alguien que apoya la tiranía contra todo lo que representa los rasgos del cambio y la Primavera Árabe. Mientras tanto, pasa por alto la insolencia francesa dirigida por Emmanuel Macron contra un Estado miembro de la Liga Árabe, es decir, Argelia, que hace declaraciones insultantes para todo el que sea árabe cuando declara que no había ningún país árabe llamado Argelia antes de la colonización francesa del mismo.
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Todas las interpretaciones neutrales consideran este asunto como un ataque verbal y de comportamiento contra la soberanía de un Estado árabe y un desprecio por la revolución de liberación que fue inspiradora para todos los árabes, el centro de su atención, e incluso el centro de su participación por todos los medios posibles, hasta que lograron la victoria y los colonizadores abandonaron el país. Sin embargo, este asunto no figura entre las prioridades y los intereses de Ahmed Aboul Gheit y no entra en el ámbito de la carta de la Liga Árabe, que se ha afiliado, financiera e intelectualmente, al club de la tiranía árabe. Actúa según la voluntad de la alianza de los que matan las revoluciones de las naciones árabes y se mueve en las direcciones que determinan los que apoyan los golpes, ya que son ellos los que financian y distribuyen los beneficios de fin de servicio.
Cuando se anunció la candidatura de Aboul Gheit como secretario general de la Liga Árabe sin ningún tipo de concurso ni discusión, me pregunté: ¿Qué significa la aceptación de Ahmed Aboul Gheit, amigo de Israel y uno de los extremistas en su odio a la Primavera Árabe, como secretario general? En aquel momento, dije que sólo hay dos posibilidades: la primera, que los Estados miembros consideren que la Liga Árabe no es más que un edificio sordo situado en la plaza Tahrir de El Cairo que no hace ningún mal ni ningún bien, o la segunda, que estén satisfechos, contentos, o sumisos, con las visiones que Aboul Gheit representa respecto a la relación entre los árabes e Israel, o que no tengan otra opción dada la línea de normalización abierta a Israel que él encarna y la hostilidad hacia la resistencia palestina. Por ello, nadie se atrevió a presentar otro candidato.
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Tras el paso del primer mandato de cinco años, de 2016 a 2021, el sistema oficial árabe nombró a Aboul Gheit para un segundo mandato, sin que nadie marcara la ocasión y los ciudadanos árabes no lo sintieran. Esto confirma que no hay nadie más adecuado para dirigir la Liga Árabe en esta etapa. Esta es la etapa en la que el camino de la normalización se está fusionando con el de los golpes de Estado y las contrarrevoluciones, para confluir en un solo camino.
Por otra parte, cada día que pasa revela que los patrocinadores de la tiranía y los enemigos de las revoluciones de los pueblos árabes no podrían haber tenido éxito en infligir todas estas pérdidas a la Primavera Árabe si no hubiera habido apoyo israelí manejando los asuntos de planificación y ejecución. Mientras tanto, los dictadores que dirigen la Liga Árabe manejaron la financiación y el gasto.
En esta situación, no es de extrañar que Ahmed Aboul Gheit haya resucitado.
Este artículo apareció por primera vez en árabe en Al-Araby Al-Jadeed el 22 de octubre de 2021
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