Han pasado más de 73 años desde la "declaración de independencia" del Estado de ocupación de Israel. Desde entonces ha conseguido grandes logros militares y de seguridad, pero el Estado carece de liderazgo. No hay un manual de líderes. La gravedad de esta crisis ha quedado expuesta por el fallecimiento de toda la "generación fundadora".
La crisis de liderazgo va más allá de la gobernanza, la toma de decisiones, la inmunidad interna y la inmunidad internacional, porque todo ello está vinculado a la personalidad y el carisma del líder, de los que los líderes israelíes carecen más que nunca. Esto es especialmente cierto en el caso de los que tienen una influencia significativa sobre la opinión pública israelí.
Muchos israelíes comprenden la gravedad de esta cuestión, dados los grandes cambios políticos que se están produciendo en la región. No se descarta una guerra a gran escala, incluso en ausencia de líderes con la experiencia y la capacidad de tomar decisiones importantes sin vacilar ni ser imprudentes.
Los líderes israelíes de los últimos años se han visto envueltos en la corrupción y los sobornos, incluso en la cima del árbol político. Los fracasos militares y el estancamiento político han afectado a los sucesivos gobiernos.
El liderazgo ha pasado a la segunda y tercera generación de israelíes, sin que éstos hayan tenido que esforzarse mucho. Una hipótesis política es que Israel carece de un liderazgo capaz de superar los retos estratégicos, hasta el punto de que algunos israelíes dicen -sin exagerar- que el país se enfrenta a una crisis existencial.
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Esta crisis de liderazgo se da en muchos ámbitos de la vida de Israel, como la política, el ejército, la seguridad y la economía. En realidad, es notable que los dirigentes de Israel de los últimos años hayan intentado emular la política de los "padres fundadores", que se basaba en las maniobras políticas, la evasión y el mantenimiento de líneas de comunicación abiertas con todas las partes para encontrar soluciones. Sin embargo, los gobiernos sucesores no lo dominaron debido a la falta de habilidad y conocimiento de los políticos. Por tanto, no es de extrañar que los dirigentes israelíes sean hoy incapaces de acordar la paz con los palestinos o de superar los problemas internos a los que se enfrentan.
Esto podría explicar el retorno gradual al gobierno de los generales, que puede restablecer cierta confianza en los dirigentes, porque están acostumbrados a personalidades con expedientes llenos de "logros militares". Su presencia en la cima de la política puede dar a los israelíes cierto grado de comodidad, confianza y sensación de seguridad, aunque sólo sea psicológica. Y ello a pesar de que en los últimos años muchos de estos generales han fracasado estrepitosamente en sus objetivos, arrastrando su reputación al fango.
La planificación unidimensional en las ofensivas militares de Israel contra los palestinos en la Franja de Gaza ha producido éxitos limitados a un coste excesivo. Podríamos llamarlo "pérdida neta", aunque éstas hayan sido las más planificadas de todas las guerras de Israel.
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La responsabilidad de estos fracasos no recae sólo en los generales y otros oficiales superiores, sino también en los "pensadores políticos". Cuando el ejército estaba preocupado por la planificación militar, los líderes políticos de Israel carecían de las habilidades para controlarlos, por lo que se estancaron.
Aunque a primera vista la cúpula militar parece estar libre de corrupción y sobornos, estos soldados también sufren crisis de vez en cuando. Ha habido una serie de errores administrativos y fallos de organización cometidos por altos cargos del Ministerio de Defensa y del ejército, como la filtración de documentos de los escritorios de los oficiales superiores, la revelación de secretos que ponían en peligro la vida de los soldados y la connivencia entre oficiales de alto calibre. Al parecer, algunos generales incluso han tomado parte del presupuesto asignado a las operaciones militares secretas en Siria e Irak y lo han gastado en vacaciones de fin de semana con sus familias.
Estas acusaciones y rumores, sean ciertos o no, han dañado gravemente la reputación del ejército israelí y han afectado a la confianza del público en él. Ahora existe una especie de competencia barata entre sus altos mandos. Esto hace que la crisis de liderazgo político se extienda al ejército en lo que es una sociedad extremadamente militarizada. Israel necesita urgentemente verdaderos líderes en ambos campos.
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