Acaba de cumplirse el primer aniversario del acuerdo de alto el fuego libio firmado en Ginebra el pasado mes de octubre, que puso fin a uno de los episodios más sangrientos de la historia reciente del país, aparte de algún estallido ocasional aquí y allá. El acuerdo, aunque todavía no se ha aplicado en su totalidad, supuso un hito en el largo camino hacia la paz tras un conflicto que ha tenido altibajos durante la mayor parte de la última década. Curiosamente, poco se ha dicho o hecho para celebrar el aniversario, incluso por parte de las facciones libias, a pesar de su importancia.
Sin embargo, el jefe de la misión de la ONU en Libia, Jan Kubis, sí destacó el aniversario: "Nos unimos al pueblo libio para conmemorar un año de la firma del acuerdo de alto el fuego". Aunque el potencial de violencia sigue ahí, este aniversario demuestra que, entre otras cosas, los libios trabajando juntos pueden lograr la paz.
El acuerdo se cerró tras largas y difíciles negociaciones dirigidas por la ex enviada de la ONU Stephanie Williams. Fue firmado por la Comisión Militar Conjunta 5+5 (JMC), un comité de oficiales militares profesionales que representan al antiguo gobierno de Trípoli y al mando militar del mariscal de campo Khalifa Haftar en el este de Libia.
Williams destacó el aniversario en un tuit, calificándolo de "histórico". Además, el ministro de Asuntos Exteriores alemán la premió por su labor en este asunto. Alemania ha acogido dos conferencias sobre Libia en los últimos dos años, que han llevado a la formación de la JMC.
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En su declaración, Kubis dijo que el éxito de la CMC hace un año "allanó el camino para el proceso político integral dirigido y asumido por los libios", que culminó con la formación del Gobierno de Unidad Nacional y un nuevo consejo presidencial, y un acuerdo para celebrar elecciones presidenciales y legislativas el 24 de diciembre.
La reunión del Comité Mixto de Supervisión, celebrada el 8 de octubre en Ginebra, concluyó con un Plan de Acción libio que pretende ser una hoja de ruta para la retirada de todas las tropas y mercenarios extranjeros del país. Kubis consideró que el Plan de Acción era otro éxito del CMC, pero el plan en sí carece de detalles sobre cómo se retirarán las fuerzas extranjeras de Libia, una parte clave del acuerdo de alto el fuego y un requisito de la Resolución 2570 de la ONU. En palabras del enviado de la ONU, habrá un "proceso gradual, equilibrado y secuenciado" para sacar a los mercenarios, combatientes extranjeros y fuerzas extranjeras. La retirada de estos mercenarios parece estar condicionada a que el regreso de los combatientes a sus respectivos países no tenga un impacto negativo en la situación interna de los mismos.
Se calcula que hay unos 20.000 soldados y mercenarios en suelo libio, prácticamente todos fuera del control libio. Entre 2017 y 2020, miles de mercenarios procedentes de Siria, Rusia, Sudán, Níger y Chad acudieron a Libia apoyando a distintos bandos de la guerra civil. En 2019, Turquía llegó a un acuerdo de seguridad con el antiguo gobierno de Trípoli que permitió a Ankara enviar cientos de tropas y miles de mercenarios sirios para reforzar las defensas de Trípoli contra las fuerzas de Haftar que atacaban la capital. A pesar del apoyo de mercenarios de media docena de países, la campaña militar de 13 meses de Haftar para tomar Trípoli terminó en derrota en junio de 2020, unos meses antes de que se firmara el acuerdo de alto el fuego.El significado real del plan de acción fue el tema de la última reunión del CMC, celebrada en El Cairo el 30 de octubre, pero no se llegó a ningún acuerdo concreto tras dos días de debates. En particular, y por primera vez, a la reunión de El Cairo asistieron representantes de Chad, Níger y Sudán, vecinos del sur de Libia con mercenarios en el país. No está claro el grado de control que ejercen estos gobiernos sobre los mercenarios, pero su participación en la reunión del JMC sugiere que están dispuestos a debatir la cuestión de la repatriación.
Por desgracia, Chad, Níger y Sudán tienen sus propios conflictos internos y son inestables. Tienen pocos incentivos para acoger a los combatientes, muchos de los cuales se oponen a sus respectivos gobiernos.
Turquía no participó en la reunión de El Cairo, a pesar de tener tropas regulares apoyadas por miles de mercenarios sirios dentro de Libia; tampoco lo hizo Rusia. Moscú siempre ha negado cualquier vínculo con los miles de mercenarios del Wagner Group en Libia, alegando que están bajo el control de una empresa privada que no tiene nada que ver con el gobierno.
Además de la evacuación de las fuerzas extranjeras de Libia, se supone que el JMC debe llegar a algún tipo de acuerdo para desarmar a las milicias. Decenas de ellas siguen ejerciendo un poder e influencia considerables, incluso en Trípoli y otras partes del oeste de Libia. Esta sigue siendo una cuestión controvertida que hay que resolver.
Lo mismo ocurre con las autodenominadas Fuerzas Armadas Árabes Libias de Haftar, que controlan el este y partes del sur de Libia. Estas fuerzas no están integradas en la estructura militar del gobierno de unidad. Al mantener sus fuerzas independientes del gobierno, se están levantando muchas sospechas sobre las intenciones de Haftar. Se dice que se está preparando para presentarse a las elecciones presidenciales de diciembre.
A pesar de su éxito al contribuir a crear el impulso político que dio a Libia su primer gobierno de unidad en siete años, la labor del JMC podría desbaratarse fácilmente si las elecciones no se celebran o si su resultado no es respetado por todas las partes del país. De cara al 24 de diciembre, el horizonte político sigue siendo nebuloso, en el mejor de los casos, ya que es probable que los combatientes y mercenarios extranjeros sigan en Libia, que debe aceptar el hecho de que nadie se va a marchar y que las elecciones deben celebrarse según lo previsto.
El hecho de que el JMC se haya reunido con regularidad, sobre todo en la ciudad libia de Sirte, sugiere que es poco probable que se produzca una vuelta a la guerra, al menos a corto plazo, o hasta que se celebren las elecciones. Sin embargo, el hecho de ignorar el primer aniversario del alto el fuego indica la existencia de recelos más profundos entre los diferentes actores políticos y militares locales.
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