La fecha del 2 de noviembre marca un acontecimiento directamente vinculado a la raíz del conflicto en Palestina y al sufrimiento, la desterritorialización y el apartheid experimentados por su pueblo. En esta fecha de 1917, el secretario de Asuntos Exteriores británico James Balfour escribió una carta, conocida como la Declaración Balfour, al líder de la Federación Sionista de Gran Bretaña, el barón Lionel Walter Rothschild, y desencadenó los acontecimientos que condujeron a la Nakba con la fundación del "Estado de Israel" en 1948.
Balfour, un cristiano protestante que no tenía ninguna relevancia en la historia sionista, pasó de repente a ser considerado el mayor benefactor de los judíos en la era moderna. Su carta transmitía la intención del gobierno británico de facilitar la creación de un "Hogar Nacional Judío" en Palestina, declarando: "El gobierno de Su Majestad ve con buenos ojos el establecimiento de un Hogar Nacional para los judíos en Palestina, y utilizará todos sus esfuerzos para facilitar el logro de ese objetivo".
Esa promesa se hizo realidad tras la firma del Acuerdo de Paz entre los aliados y el Imperio Otomano e, irónicamente, se convirtió en jurisprudencia. Constituyó el fundamento que los sionistas necesitaban para dar vigor y sentido práctico a la idea de un Estado judío e imponer su presencia en tierras palestinas. La carta anulaba, tanto en la teoría como en la práctica, el acuerdo del 16 de mayo de 1916 entre el representante del Ministerio de Asuntos Exteriores británico Sir Mark Sykes y el representante del Ministerio de Asuntos Exteriores francés François Georges-Picot.
El Acuerdo Sykes-Picot, como se conoció, decidía el reparto del botín territorial del Imperio Otomano. La existencia de dicho acuerdo fue ignorada y sólo se hizo pública después de que el líder de la Revolución Bolchevique Vladimir Ilych Ulianov (Lenin) diera a conocer una copia del documento descubierta por los bolcheviques en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores zarista en 1918.
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La Declaración Balfour, con poco más de 100 palabras, ya no es sólo una declaración del secretario británico para ocupar el lugar de un documento considerado internacionalmente, sino que se convirtió en parte de un sistema de normas y mandatos sancionados por la Sociedad de Naciones en 1919 y en la base de las reivindicaciones sionistas sobre la tierra palestina. El documento señalaba que Gran Bretaña, la principal potencia imperial de la época, había puesto al sionismo bajo su protección al presentar a los judíos un territorio que no les pertenecía.
Cabe destacar que cuando Balfour firmó la carta, ni él como ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, ni mucho menos Su Majestad el Rey Jorge V, tenían ningún derecho soberano sobre Palestina para prometer u ofrecer territorio árabe a los sionistas de los cuatro puntos cardinales. La política antiinmigración y la legislación británica sobre los extranjeros y los judíos acabaron creando las condiciones históricas para que este grupo étnico-religioso se dirigiera a Palestina, contribuyendo así al desarrollo del proyecto colonial sionista que dio lugar a la creación del "Estado de Israel".
Según el escritor palestino Edward Said, se trataba de una carta unilateral de una potencia europea sobre el destino de un territorio no europeo que no le pertenecía, ofrecido a un grupo extranjero con total desprecio de la presencia y los deseos de la mayoría árabe indígena que residía en él. El Imperio Británico prometió que podría, literalmente, convertir ese territorio en una patria para el llamado "pueblo judío".
Hasta que se hizo pública la Declaración Balfour, en Palestina vivían más de 700.000 palestinos y 60.000 judíos. Era una tierra cuyos nativos, en su mayoría musulmanes suníes, hablaban árabe y convivían con una minoría de cristianos, drusos, musulmanes chiíes y judíos. Incluso después de que las colonias sionistas invasoras se extendieran por las tierras palestinas, el pueblo palestino siguió viviendo y resistiendo en la región.
En el libro A invenção do povo judeu: da Terra Santa à Terra Pátria (2014), Shlomo Sand analiza la solución presentada por los británicos a los sionistas y señala que se había creado un precedente, no necesariamente la posesión sionista de Palestina, sino el derecho de los judíos a un territorio propio.
Los sionistas querían la tierra de Palestina, pero no querían su población. Sabían desde el principio que la población palestina, no la judía, no aceptaría ser expulsada. Sabían que el principal obstáculo para la conquista definitiva de esa tierra era la población árabe local. En vísperas de la colonización sionista, la población palestina no era predominantemente judía, sino abrumadoramente musulmana y cristiana. Ciudades como Jenin, Nablus y Ramallah tenían una población 100% palestina. La ciudad con mayor población judía era Yafa, actual Tel Aviv, con el 29% del total local.
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La Declaración Balfour no sólo no tuvo en cuenta los intereses colectivos de los habitantes locales de Palestina, sino que representó una acción de trágicas consecuencias. Sin duda, fue el precursor de la Resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) presidida por Oswaldo Aranha. En noviembre de 1947, decidió el Plan de Reparto, dividiendo la Palestina secular en dos estados: uno judío, que adoptó el nombre de "Israel", y otro palestino, que no se ha materializado hasta hoy.
Después de 104 años desde que los británicos pusieron la "primera piedra" del holocausto palestino, las fuerzas de resistencia palestinas y el movimiento de solidaridad internacional siguen luchando contra el proyecto colonial sionista y contra la supremacía judía de "Israel", que ocupa Palestina y somete a su pueblo a los horrores de la guerra, la colonización y el desplazamiento. Las raíces del conflicto en Palestina son fundamentalmente políticas, y los palestinos luchan por la libertad y la autodeterminación. Los palestinos continuarán su lucha de resistencia, ya que se ajustan a la Carta de la ONU y al derecho internacional, que les garantizan el legítimo derecho de defensa, por todos los medios.
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