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La última oportunidad de Kadhimi

El primer ministro iraquí, Mustafa Al-Kadhimi, en Bagdad, Irak, el 10 de octubre de 2021 [Oficina de prensa del primer ministro iraquí/Agencia Anadolu].

No es necesario esperar el resultado de la comisión de investigación para adivinar quién está detrás del intento de asesinato del primer ministro iraquí Mustafa Al-Kadhimi en la madrugada del pasado domingo. Las milicias de la Alianza Fatah, dirigidas por Asa'ib Ahl Al-Haq y Kata'ib Hezbollah, son leales a Irán y han considerado a Al-Kadhimi como su principal rival en Iraq. Le han amenazado en varias ocasiones y nunca han ocultado que quieren deshacerse de él, aunque hayan intentado negar que hayan orquestado el intento de asesinato.

A pesar de contar con un frágil consenso político, y de carecer de una base de apoyo parlamentario propia, Al-Kadhimi sigue siendo una amenaza para los objetivos de las facciones de la Movilización Popular, que quieren establecer un Estado que represente a Irán en el gobierno, que se anexione básicamente a Irak y que esté gestionado por las sentencias legales de los eruditos chiíes de la Wilayat Al-Faqih. Los resultados de las elecciones parlamentarias anticipadas, supervisadas por el gobierno de Al-Kadhimi, dieron a las milicias más razones para deshacerse de él, ya sea impidiéndole volver a dirigir el gobierno, o incluso matándolo.

Sin embargo, la presión ejercida por los aliados de Irán, incluido el uso de protestas populares, no intimidó a la Comisión Electoral para que cambiara los resultados de las elecciones tras un recuento de miles de urnas. El último intento en este contexto se produjo el pasado viernes, cuando parecía que se intentaba arrastrar al gobierno a un enfrentamiento callejero que cambiara las cartas políticas y diera alguna justificación a las facciones para usar la fuerza contra el Estado.

No es posible examinar los abusos cometidos por las milicias sin considerar que apuntan al Estado de forma sistemática y deliberada. Los recientes abusos en el pueblo de Nahr Al-Imam, por ejemplo, donde masacraron a la población local, aparentemente en "venganza" por los asesinatos cometidos por Daesh en el pueblo vecino de Al-Rashad. Los activistas fueron blanco de las milicias que rechazan la intervención iraní en las ciudades del centro y del sur, o impiden que los servicios de seguridad impongan el orden. Estos abusos también se consideran un medio de trabajar para una agenda extranjera, cuyo principal objetivo es mantener a Irak débil, dividido y dirigido por un gobierno ilusorio, cuya misión es dar cobertura a las milicias que tienen autoridad real sobre el terreno, y reciben sus órdenes del otro lado de la frontera.

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Al-Kadhimi es en gran medida responsable de lo ocurrido esta semana, y de la situación de seguridad en general en todo el país. La debilidad y las vacilaciones que ha mostrado a la hora de enfrentarse a las milicias durante sus 18 meses de mandato no han hecho más que envalentonarlas para que ataquen al Estado y luego a él personalmente como máximo responsable del Estado.

El primer ministro iraquí, Mustafá al-Kadhimi, muestra su dedo entintado tras emitir su voto en las elecciones generales anticipadas del país, en Bagdad, Irak, el 10 de octubre de 2021 [Oficina de prensa del primer ministro iraquí - Agencia Anadolu].

Su gestión del intento de asesinato sugiere que sigue siendo reacio a tomar medidas decisivas para restaurar la autoridad y el prestigio del Estado. Su aprobación de la mediación extranjera, representada por su recepción del comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, el general de brigada Esmail Qaani, significa que el primer ministro iraquí ha aceptado considerar a las milicias como iguales al Estado, en lugar de tratarlas como grupos al margen de la ley que no merecen la mediación.

Dado el apoyo internacional que recibió tras el intento de asesinato, incluido el del Consejo de Seguridad de la ONU, existe la oportunidad de acabar con el caos armado y restaurar la autoridad del Estado. Sobre todo teniendo en cuenta el descontento popular por los abusos de las milicias, confirmado por la dura derrota electoral de los candidatos vinculados a los grupos armados. Si Al-Kadhimi se muestra firme y avanza en esta dirección, existe la posibilidad de que se convierta en un líder nacional iraquí y pase a la historia como el político que restauró la soberanía y la independencia de Irak, eliminó el caos y la corrupción de las milicias y acabó con la injerencia extranjera en sus asuntos.

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Para ello, debe dejar de aplazar el anuncio de los resultados de las elecciones, que pondrán fin al mandato del actual parlamento. A continuación, debe proceder a la disolución del Comité de Movilización Popular e invitar a los miembros de las milicias, a excepción de sus líderes, a incorporarse a los servicios de seguridad y al ejército iraquíes a título individual. Esto dejaría todas las armas en manos del Estado. Los líderes de las milicias pueden elegir entre volver al lugar del que proceden y al que son leales -Irán- o quedarse y rendir cuentas por sus crímenes y su corrupción durante las dos últimas décadas en Irak.

El resultado sería un nuevo parlamento, un nuevo gobierno, un nuevo Estado y un nuevo Irak. ¿Lo hará Al-Kadhimi, o seguirá cautivo de sus dudas y desperdiciará esta oportunidad de oro para él y su país? Es su última oportunidad.

Este artículo apareció por primera vez en árabe en Al-Araby Al-Jadeed el 9 de noviembre de 2021

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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