El 15 de noviembre, la Autoridad Palestina (AP) cerró sus dependencias oficiales, cerró escuelas y universidades como es habitual cada año, para celebrar la Independencia del Estado de Palestina, lo que desató las críticas. Esta miserable independencia, en la que el Jefe de Estado -y me refiero a Mahmoud Abbas, en particular- no da un paso sin la aprobación de la ocupación, y en la que este Estado no puede ondear su bandera sobre su capital, ¡la Jerusalén ocupada!
Aquí, en esta ocasión, es necesario mencionar puntos que algunos olvidan:
Buscar la liberación de Palestina y declararla como Estado es el deber de toda persona libre y honorable, pero esto no pasa por una administración con poderes inferiores al autogobierno, sobre zonas geográficamente dispersas que no superan la quinta parte del territorio de la Palestina histórica.
La Jerusalén ocupada, de la que el presidente Mahmoud Abbas habla en varias ocasiones como la capital eterna del Estado de Palestina, y no puede haber elecciones sin ella, y no es la totalidad de Jerusalén, sino la parte oriental de la misma.
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La AP, encabezada por Abbas, no desempeña ningún papel en la resistencia a la ocupación dentro de los medios permitidos por las convenciones internacionales, aunque puede conseguir mejores ganancias en el ínterin si permite que las facciones de la resistencia paguen a la entidad el precio de la ocupación y no la ofrezcan gratis y dentro del proyecto, lo que está permitido internacionalmente según las cartas y las costumbres.
La AP se conforma con un papel propagandístico ficticio sobre la cuestión de la persecución legal de la ocupación. En la práctica, lo que ofrece es absolutamente nulo. Puede imaginarse, querido lector, para demostrarlo: la Autoridad no ha entregado los documentos de propiedad de las casas del barrio de Sheikh Jarrah, a pesar de que las autoridades jordanas afirman que fueron entregadas a Ramallah.
Un ejemplo de ello es también dejar sin apoyo financiero el proyecto de Mounib Al-Masry, y los que están con él, en el caso de demandar a Gran Bretaña por la Declaración Balfour, mientras Al-Masry trata de establecer un fondo para recoger donaciones con este fin. Hay mucho más sobre la falta de actuación de la Autoridad ante el Tribunal Penal Internacional y su incapacidad para procesar a destacados criminales de guerra de la ocupación.
En el Estado independiente de Palestina, una tierra que no está conectada geográficamente, sin ejército ni fronteras -a excepción de Gaza-, los dirigentes se mueven con tarjetas VIP que les concede la ocupación y por las que son chantajeados, mañana y tarde. Hemos visto la forma humillante en que fue tratado el Primer Ministro, Muhammad Shtayyeh, en uno de los controles de seguridad hace poco tiempo.
En el Estado independiente de Palestina, un presidente cuyo mandato expiró en 2001 ha suspendido una asamblea legislativa elegida, a pesar de que la ley de la AP estipula que sólo permanece como miembro activo hasta la elección de una nueva asamblea legislativa.
En el Estado de Palestina, que celebró su independencia hace unos días, hay detenidos cuyo delito fue resistirse a la ocupación, y el deseo de uno de ellos, cuando fue detenido, era ir a las cárceles de la entidad, por ser más misericordioso para él que los horrores de la tortura en las cárceles de la AP.
Además de las familias de los presos de Gaza, a las que se les retuvo el sueldo, y de toda una ciudad llamada Gaza, la Autoridad recibe todos los impuestos sobre las mercancías que entran en ella a través de los pasos de la ocupación, pero sin dar nada de ello a Gaza, con el pretexto de la continua división.
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Parte del Estado de Palestina está compuesto por decenas de millones de refugiados palestinos en el extranjero, cuyo Estado no los reconoce y no defiende su derecho al retorno. Por el contrario, la posición del Jefe de la Autoridad Palestina, el "Jefe de Estado", fue inapropiada cuando anunció la renuncia al derecho a regresar a la ciudad original de Safad, en el norte de Palestina.
Los ejemplos en este contexto son casi interminables, pero la conclusión es que la Declaración de Independencia puede entenderse en su momento para recordar al mundo la cuestión de Palestina y el derecho de su pueblo a un Estado independiente, en su suelo y bajo su bandera.
Sin embargo, lo que vemos actualmente es una exageración anual en la celebración simulada y la venta de una ilusión al pueblo palestino, una cuestión muy criticada que debería dejar de hacerse.
Hay que recordar a los palestinos, dentro y fuera del país, su causa y la importancia de sus esfuerzos por liberar plenamente su tierra para conseguir una soberanía completa y sin merma, y que el mañana está cerca.
Este blog apareció por primera vez en árabe en Arabi21 el 17 de noviembre de 2021
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