En octubre, el portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Ned Price, se opuso a "la expansión de los asentamientos [israelíes], que es totalmente incoherente con los esfuerzos por rebajar las tensiones y garantizar la calma, y perjudica las perspectivas de una solución de dos Estados". Durante una reunión virtual a principios de este mes entre funcionarios estadounidenses y palestinos para renovar el Diálogo Económico Estados Unidos-Palestina (USPED), la Subsecretaria de Estados Unidos para Asuntos de Oriente Próximo, Yael Lempert, declaró que la mejora de las relaciones económicas con la Autoridad Palestina impulsaría "nuestro objetivo político general: una solución negociada de dos Estados, con un Estado palestino viable que conviva en paz y seguridad con Israel".
No es de extrañar, por tanto, que un funcionario palestino anónimo citado por el Jerusalem Post exprese la opinión de que la política de asentamientos de Washington es "un giro de 180 grados" respecto a la adoptada por el predecesor del presidente estadounidense Joe Biden, Donald Trump. Todo lo que busca la AP es una reiteración de lo que la comunidad internacional ha consensuado desde hace tiempo; un acuerdo retórico que proporciona un barniz a la impunidad israelí.
"El gobierno de Biden comparte nuestra opinión de que la política de asentamientos de Israel es un obstáculo para la paz y la solución de dos estados", dijo el funcionario no identificado. Si esto es todo lo que la AP necesitaba para convencerse de un cambio en la política de Estados Unidos, el nivel de engaño en Ramala está alcanzando nuevas cotas.
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Tal vez la AP necesita un recordatorio de que Biden no está en contra de las políticas de Trump y no ha hecho ningún esfuerzo para restaurar la posición de Estados Unidos a la de la era anterior a Trump. Incluso las donaciones humanitarias de Estados Unidos a la UNRWA solo se restablecieron de forma cautelosa y parcial, con advertencias, muy lejos de las expectativas que tenía la AP tras el triunfo electoral de Biden, cuando se apresuró a reconciliarse con Washington sin saber qué tenía en mente el nuevo presidente estadounidense.
En las cuestiones más urgentes, como Jerusalén y la anexión de facto por parte de Israel de las tierras palestinas ocupadas, Biden se conforma con dejar que el legado de Trump siga su curso, con evidentes beneficios para Israel. Si la AP se tomara en serio el tema de la independencia palestina, hablaría de las discrepancias en la narrativa de Biden, ya que la administración sigue defendiendo la mayoría de las políticas de Trump. Lamentablemente, la AP sólo puede ser tomada en serio por su complicidad con actores externos que socavan los derechos políticos del pueblo palestino. A ese nivel, la AP puede presumir de una lista de logros que siguen poniendo en peligro toda la lucha anticolonial palestina, a cambio de nada más que la construcción de un Estado ilusorio.
La AP no tiene política propia, sólo compromiso. Si Estados Unidos está a la par en términos de política con las demandas palestinas, entonces es una razón más para exigir un cambio de liderazgo y celebrar elecciones democráticas libres y justas en Palestina. Que la AP se alinee abiertamente con una estrategia que sabotea cualquier atisbo de derechos políticos de los palestinos va más allá de la hipocresía de los dos Estados. Lo que la AP se niega a considerar es que la "solución" de dos Estados está ahora supeditada a los cambios efectuados por Trump, en particular la anexión de facto. De hecho, la opción de los dos estados se declaró muerta en el agua incluso antes de que Trump entrara en la Casa Blanca. Sin embargo, desde que proporcionó las herramientas para la aniquilación completa de esa "solución", la AP sigue persiguiendo su espectro.
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