Las campanas de Belén sonaron bajo un cielo gris en la mañana de Navidad por las calles cuyos postigos cerrados en color pastel o verde eran como un calendario de Adviento que nadie había acudido a abrir.
Los comerciantes y los propietarios de hoteles de la ciudad palestina informaron de que el comercio era mucho más bajo que en los años anteriores a que los cierres por el coronavirus detuvieran la llegada de ricos turistas extranjeros, devastando la economía del tradicional lugar de nacimiento de Jesús.
En la plaza del Pesebre, cientos de cristianos -la mayoría de los cuales viven, trabajan o estudian en Israel y en la Cisjordania ocupada- se reunieron cerca del árbol y del pesebre para cantar villancicos y alegrar la escena frente a la iglesia de la Natividad.
Pero Joseph Giacaman, cuya familia lleva un siglo vendiendo recuerdos en los alrededores de la plaza, dijo que el negocio rondaba el 2% de los años anteriores a la pandemia. "Estuvimos cerrados hasta hace tres semanas. He vendido quizá dos o tres belenes de madera de olivo. En años normales, vendíamos tres o cuatro cada día durante todo el año", dijo.
Las calles secundarias estaban prácticamente vacías.
La calle de la Estrella se había renovado en los últimos años con el objetivo de atraer a multitudes, pero aquí, como en otros lugares, la variante de Omicron echó por tierra esas esperanzas en noviembre, cuando Israel comenzó a cerrar sus fronteras.
A principios de diciembre, el alcalde de Belén, Anton Salman, había tratado de reforzar la moral recorriendo la calle empedrada por la noche, estrechando la mano de quienes vendían vino caliente y tallas de madera de olivo. Pero la apertura del mercado no pudo continuar con su impulso al no contar con entrenadores extranjeros a los que vender.
Al otro lado de la ciudad, el hotel más grande de Belén, el Jacir Palace, estaba cerrado con candado.
Y en el cercano Hotel Nativity, el recepcionista Victor Zeidan dijo que estaba haciendo un turno de 12 horas con un salario más bajo para conseguir un día de trabajo poco común facturando a los trabajadores cristianos palestinos y filipinos de atención al público que impulsaron brevemente la ocupación.
"Ni siquiera lo he celebrado este año, antes no tenía mucho trabajo, así que ahora estoy aprovechando la oportunidad", dijo.
Jerise Qumsieh, del Ministerio de Turismo y Antigüedades palestino, dijo a Reuters que este año era mejor que el anterior porque al menos había algunos visitantes nacionales en comparación con las restricciones más estrictas de 2020, pero que el turismo extranjero era "nulo".
No obstante, en la madrugada del sábado el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, instó a una congregación de misa reducida de medianoche a buscar la esperanza.
"En este tiempo de emergencia sanitaria y de emergencia política prolongada, se escuchan muchas voces diferentes en las familias: algunas minan la confianza, quitan la esperanza, apagan el amor; otras, en cambio, son más alentadoras", dijo, y añadió:
Tenemos que buscar y encontrar la voz que nos lleva a Jesús y a la salvación, que abre los corazones a la esperanza".
Informe de Stephen Farrell para Reuters.