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Todo indica que se avecina un nuevo levantamiento en Egipto

Un manifestante egipcio es detenido por la policía antidisturbios egipcia tras participar en una protesta en El Cairo, Egipto, el 8 de enero de 2014 [Ed Giles/Getty Images].

Muchas organizaciones de derechos humanos, activistas políticos e informes señalan sin ambigüedad que el pueblo de Egipto ha vivido bajo un brutal estado policial desde el golpe militar de 2013. Desde Human Rights Watch hasta el Centro Árabe de Washington DC, ha quedado meridianamente claro que Egipto se ha convertido en un lugar oscuro y aterrador para su población, especialmente para los activistas políticos.

El número de detenidos políticos, ejecuciones e incidentes de tortura por parte de la policía no tiene precedentes en la historia moderna de Egipto, ni siquiera bajo el régimen dictatorial del ex presidente Hosni Mubarak. Según Amnistía Internacional, "las autoridades egipcias están utilizando razones absurdas para encarcelar a los críticos con el pretexto de la lucha contra el terrorismo". Cabe destacar que el levantamiento de Egipto en 2011 se debió a una situación similar, aunque menos evidente.

Una mirada atenta a la comisaría de Matareya nos da una indicación de las posibles consecuencias desastrosas de la brutalidad policial si estalla otra revolución. Los habitantes de Matareya tienen un apodo para la comisaría: "el matadero". Eso lo dice todo. Se ha ganado la reputación de estar a la cabeza de la violencia y la tortura policial. Bajo Mubarak, disidentes políticos, delincuentes y traficantes de drogas vivieron allí sus peores horas. Cuando estalló la revolución el 25 de enero de 2011, fue una de las primeras comisarías del país en ser atacada por jóvenes armados hasta los dientes.

Pero el descontento en Egipto no es sólo una cuestión de derechos humanos. Desde el punto de vista económico, la deuda pública ha crecido exponencialmente, con Abdel Fattah Al-Sisi pidiendo prestados miles de millones de dólares para proyectos cuya viabilidad aún no se ha demostrado. Las duras condiciones impuestas por el Fondo Monetario Internacional para los préstamos concedidos a Egipto han empujado a más de 60 millones de egipcios al umbral de la pobreza, que se ha extendido como una enfermedad especialmente infecciosa. La inmensa mayoría de los egipcios siguen cobrando tan mal que no pueden esperar sobrevivir a esta asfixiante crisis económica a la que les ha sometido el régimen. De hecho, la corrupción del gobierno lo empeora.

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"La brecha entre los que tienen y los que no tienen en Egipto nunca ha sido más grande", dice Sahar Khamis, del Centro Árabe en Washington. De hecho, hay dos Egipto: el Egipto de primera clase, donde viven los ricos, y el resto de Egipto, donde viven los pobres.

Las élites viven en comunidades cerradas disfrutando de un estilo de vida confortable. Los megaproyectos de Sisi pretenden convertirlo en un estilo de vida súper lujoso. Estos proyectos se financian con préstamos pagados por los pobres, para los que suponen una enorme carga. Las zonas rurales y el Alto Egipto sufren más que las urbanas. Si no fuera porque hay proyectos benéficos financiados por organizaciones de la sociedad civil que apoyan a las comunidades desatendidas con artículos de primera necesidad, la situación en esas zonas sería aún peor.

La represión y la brutalidad del Estado contra los opositores y los detenidos, la grave crisis económica y el entorno económico altamente perjudicial son justificados por los medios de comunicación oficiales y privados controlados por el Estado policial. Todos los detenidos son etiquetados como "terroristas" y miembros de los "Hermanos Musulmanes". Incluso si el detenido es un cristiano, un liberal, un activista social o incluso una figura pública feminista, será acusado de pertenecer al movimiento prohibido. Se le dice al pueblo que el presidente Sisi está construyendo una "nueva república", y el proceso requiere que los ciudadanos sean pacientes y no se quejen de la pobreza, la injusticia o la represión. El nuevo Estado se promociona con su propio hashtag en la televisión egipcia: #الجمهورية_الجديدة

Muchos analistas han discutido la posibilidad de otro levantamiento egipcio; todo un nuevo levantamiento árabe, que no surgirá de la nada. Las protestas de 2019 son un ejemplo: los manifestantes de todo Egipto pidieron que Sisi saliera del poder. Las protestas continuaron durante varios días, lo que llevó a un despliegue a gran escala de las fuerzas de seguridad en las calles y plazas del centro de la ciudad; el régimen temía que se repitiera el escenario del 25 de enero de 2011.

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Esto es lo que empuja al régimen a una mayor brutalidad, dejando un vacío en el que la movilización general de los activistas no puede tener lugar porque están en la cárcel o en el exilio. Sin embargo, las chispas empiezan a saltar cuando se pide justicia.

No pasará mucho tiempo antes de que el pueblo salga a la calle para exigir sus derechos, incluyendo la equidad y la justicia. Sin embargo, por el momento, el régimen represivo se ha asegurado de que las figuras políticas influyentes capaces de liderar a las masas estén ausentes. Sin embargo, en ausencia de un buen liderazgo, un nuevo levantamiento podría tener consecuencias aún más graves e imprevistas.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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