China ha sustituido a Estados Unidos como principal fuente de importaciones por parte de Israel, lo que ha provocado una mayor preocupación por la profundización de los vínculos del Estado de ocupación con el Partido Comunista de Pekín.
Los datos publicados recientemente por la Oficina Nacional de Estadística de Israel muestran que las importaciones de China aumentaron un 40% el año pasado y alcanzaron los 10.700 millones de dólares. Los mismos datos muestran que las importaciones de Israel procedentes de EE.UU., hasta ahora su mayor fuente de importación, ascendieron a 8.200 millones de dólares, lo que supone un ligero aumento respecto a 2020.
Los nuevos datos llegan en un momento en el que Israel se ve presionado para ser claro sobre sus prioridades en política exterior y para mantener informada a la administración estadounidense sobre sus acuerdos comerciales con Pekín. Aunque EE.UU. no ha hecho demandas explícitas, se ha informado de que el presidente Joe Biden está preocupado por la profundización de los lazos con China e Israel.
Ante la acusación de Pekín de llevar a cabo una campaña de genocidio contra su población musulmana uigur, los gobiernos occidentales han adoptado una estrategia de contención y han tomado medidas para contrarrestar su creciente influencia. Las sanciones impuestas a funcionarios de Pekín forman parte de ese esfuerzo, así como el Pacto de Seguridad AUKUS con el Reino Unido y Australia.
Sin embargo, Israel ha seguido estrechando sus lazos con Pekín. En 2021, el Estado ocupante retiró su firma de una declaración de la ONU en la que se condenaban las violaciones de los derechos humanos cometidas por China contra los musulmanes uigures de la provincia de Xinjiang, como la tortura, la esterilización forzada y las desapariciones forzadas.
Cuarenta y tres países firmaron la declaración, entre ellos Turquía, Japón, Canadá, Alemania, Estados Unidos y Gran Bretaña. Expresaron su preocupación por los "informes creíbles" sobre la existencia de "campos de reeducación" en Xinjiang.