Se cree que un vídeo filtrado a The Guardian muestra a la policía egipcia torturando a prisioneros en una comisaría de El Cairo.
En uno de los vídeos, que se cree que fue grabado en el barrio de Salam de la capital egipcia, los detenidos son colgados de una rejilla metálica por los brazos.
En el otro los detenidos tienen heridas en el pecho y en la espalda que, según dicen, les fueron infligidas por los agentes al golpearles con palos.
En 2018, Carnegie afirmó que el aumento de las torturas que practican los funcionarios en Egipto es un signo de la creciente impunidad entre el aparato de seguridad del país.
A esto se suma la falta de credibilidad del poder judicial y la ruptura del Estado de Derecho.
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Los agentes de policía tratan de forzar confesiones de los detenidos torturándolos, pero estas confesiones no pueden considerarse pruebas reales por la forma en que se obtuvieron.
En ocasiones, los agentes han ido demasiado lejos y han matado a los reclusos mientras los torturaban, como el propietario de una tienda, Islam Al-Ostraly, que fue torturado hasta la muerte en 2020 tras ser detenido por negarse a pagar un soborno.
A la familia de Al-Ostraly se le dijo que había muerto de un fallo circulatorio, pero su cuerpo presentaba signos de tortura, como quemaduras y cicatrices. Tras la noticia de su muerte estallaron protestas en el barrio de Moneeb, donde vivía.
En 2018, agentes de policía detuvieron a Afroto, de 22 años, y lo golpearon hasta la muerte mientras estaba detenido, y de nuevo cientos de personas se reunieron frente a la comisaría de Moqattam para manifestarse.
En 2015, el ex preso político egipcio Mohamed Soltan, que dijo haber sido "sometido a más torturas de las que nadie debería soportar", hizo un llamamiento a Occidente para que hablara y no hiciera la vista gorda ante las violaciones de derechos humanos en Egipto.