La decisión del Parlamento libio de destituir al primer ministro interino, Abdulhamid Dbeibah, que había prometido no utilizar su cargo de sustituto para ascender políticamente, es una prueba de que ha conseguido precisamente eso.
El intento de asesinato de Dbeibah se produjo un día después de que prometiera no ceder el poder a ningún nuevo gobierno sin elecciones nacionales.
Este hombre de 62 años surgió el año pasado como una elección sorprendente para liderar una transición política respaldada por la ONU, aceptando la condición de que no utilizaría los beneficios políticos de ese cargo para presentarse a la presidencia cuando a otros posibles candidatos se les negaba.
Sin embargo, como primer ministro, Dbeibah cortejó a casi todos los sectores de la fragmentada escena política libia, prometiendo fondos para las ciudades olvidadas, ofreciendo dinero en efectivo para los recién casados y cerrando acuerdos con potencias extranjeras para proyectos económicos.
Su anuncio de que se presentaría como candidato a la presidencia contribuyó a hacer estallar un proceso electoral que debía comenzar el pasado mes de diciembre, sobre cuyas reglas -entre las que destaca la que rige la elegibilidad de Dbeibah y otros candidatos importantes- no se había alcanzado ningún acuerdo real.
Sin embargo, aunque los movimientos en el parlamento parecen más probables para producir una administración paralela con sede fuera de Trípoli que para reemplazar a Dbeibah, podrían socavar cualquier pretensión que tenga de seguir encabezando un gobierno de unidad.
LEER: Sustituir al corrupto Primer Ministro de Libia podría ser un negocio arriesgado
Representa un momento decisivo no sólo para las propias ambiciones de Dbeibah, sino también para el proceso de paz respaldado por la ONU que su gobierno pretendía implementar.
Hasta qué punto estaba comprometido con la transición es una cuestión de debate.
Dbeibah y sus aliados afirman que se esforzó por allanar el camino hacia las elecciones y por unificar las instituciones que competían entre sí, tal y como se le había encomendado, pero se vio frustrado por las facciones rivales.
Los críticos le acusan de intentar socavar el proceso electoral, de utilizar fondos estatales sin la debida autorización para favorecer sus propios intereses políticos y de corrupción, acusaciones que niega.
"Lo que enfurece a muchos de los rivales de Dbeibah es que haya tenido tanto control sobre el gasto del gobierno", dijo Wolfram Lacher, del thinktank alemán SWP.Sea cual sea la verdad de las afirmaciones hechas a favor y en contra de él, no cabe duda de que Dbeibah se ha convertido en una importante amenaza para las ambiciones de los otros principales líderes de las facciones libias durante su mandato.
Dbeibah fue elegido como primer ministro a través de un foro político de 75 delegados elegidos por las Naciones Unidas entre las facciones políticas y territoriales de Libia en una votación celebrada en Ginebra el año pasado.
Dbeibah, descendiente de una poderosa familia de empresarios de Misrata que surgió antes de la revolución de 2011 que derrocó a Muammar Gaddafi, formaba parte de una candidatura que derrotó a rivales más conocidos.
Entre las candidaturas derrotadas figuraba una que emparejaba al presidente del Parlamento, Aguila Saleh, que ha liderado la presión para desbancar a Dbeibah, con el candidato que con mayor probabilidad será elegido hoy por la cámara como primer ministro: el ex ministro del Interior Fathi Bashagha.
OPINIÓN: "No dejaré piedra sin levantar", promete la asesora de la ONU tras regresar a Libia
Si Dbeibah sigue negándose a dimitir, Libia podría volver a tener dos gobiernos: uno bajo su mando en Trípoli, todavía reconocido por las Naciones Unidas y los países occidentales, y otro designado por el Parlamento en el este.
Por su parte, Dbeibah se ha asegurado la lealtad de las poderosas facciones militares de Trípoli, aunque las divisiones entre los grupos armados que ejercen el poder en las calles significan que un rival creíble podría poner a otras fuerzas en su contra.
"Dbeibah ha mostrado su disposición a trabajar con cualquiera mediante acuerdos de corta duración. No tiene una ideología y dice a cada comunidad o facción lo que quiere oír", afirmó Jalel Harchaoui, de la organización Global Initiative.
Mientras la presión del Parlamento para sustituirle sigue su curso, las próximas semanas y meses de negociación pondrán a prueba la capacidad de Dbeibah para hacer malabarismos con la compleja red de alianzas y enemistades que, en última instancia, determinarán quién ostenta el poder en Libia.
Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.