En otra medida islamófoba, el régimen francés se dispone a crear un nuevo organismo para gestionar la mayor población musulmana de la Unión Europea: El Foro del Islam en Francia. Este Foro estará formado por personas seleccionadas por París, no para representar a la comunidad musulmana, sino para ayudar a Macron a modelar el Islam a la imagen de Francia.
La Francia laica financia escuelas cristianas en países musulmanes
Macron y sus ministros afirman que el Foro prevendrá el extremismo, frenará la influencia de las potencias extranjeras en los asuntos de las minorías religiosas en Francia y garantizará que los musulmanes se atengan a las pretensiones de laicidad del país en la vida pública. Es difícil tomarse en serio estas justificaciones cuando, al mismo tiempo, el régimen francés va a duplicar la financiación de las escuelas cristianas en países con gran población musulmana.
Que un país autoproclamado laico como Francia financie escuelas cristianas en el extranjero parece contradecir su política sobre el islam y los musulmanes en su país. Por desgracia, nos hemos acostumbrado tanto a la doble moral de las potencias occidentales que estas contradicciones ya no nos sorprenden.
La islamofobia se convierte en una posición por defectoLas potencias occidentales tienen un largo historial de predicar la democracia en casa y apoyar a tiranos y matones en el extranjero, y se podría argumentar que Francia está incurriendo en esta habitual hipocresía despistada. Sin embargo, desde principios de la década de 1990, los sucesivos regímenes franceses se han embarcado en una cruzada contra las expresiones del islam.
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Muchos analistas suponen que la islamofobia de Macron es sólo una estratagema electoral. Sin embargo, este punto de vista pasa por alto cómo la islamofobia no retrocede a los niveles preelectorales después de cada campaña electoral, sino que se asienta, y la campaña siguiente la extiende aún más.
Como resultado de este constante trinquete, la islamofobia ha pasado de ser el coto de los partidos de derechas a convertirse en la posición por defecto de amplios sectores del Estado y de la sociedad francesa en todo el espectro político.
La islamofobia se generaliza en todo el mundo
El efecto de esta normalización de la islamofobia va desde el acoso y la violencia policial contra los musulmanes, la discriminación en las oportunidades de empleo, el uso de numerosos procesos administrativos para prohibir las organizaciones civiles y de derechos humanos de los musulmanes, incluyendo, por ejemplo, el Colectivo contra la Islamofobia en Francia, que registró e informó sobre el racismo dirigido a los musulmanes. Así pues, el establishment francés no sólo ha promovido políticas islamófobas, sino que ha tratado de silenciar a quienes combaten la islamofobia y conciencian sobre sus consecuencias.
Sería un error considerar la intensificación de la islamofobia en Francia como episodios aislados. La islamofobia se está generalizando en todo el mundo. Los regímenes ultranacionalistas de todo el mundo expresan cada vez más sus temores y deseos a través del lenguaje de la islamofobia. Esta generalización implica una creciente convergencia en las justificaciones que los islamófobos utilizan para explicar sus acciones discriminatorias.
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Lo que resulta especialmente peligroso de la generalización de la islamofobia en Francia no es sólo que amenace directamente el sustento de seis millones de musulmanes, sino que se ha fomentado durante décadas en una democracia liberal bien conocida y establecida. De este modo, se demuestra que la islamofobia no sólo está asociada a dictaduras militares, regímenes totalitarios, colonias de colonos o déspotas dinásticos. El liberalismo y la democracia han sido cómplices del colonialismo, del racismo y no hay razón para que no lo sean de la islamofobia.
Las políticas islamófobas como forma de racismo
La islamofobia no tiene que ver con el odio a los musulmanes ni con disputas sobre cuestiones de fe. Es un tipo de racismo que se dirige a los comportamientos y grupos que se perciben como musulmanes. La islamofobia no se refiere sólo a los ataques a los musulmanes en la calle por parte de individuos, sino también a la discriminación por parte de las instituciones. El racismo no son sólo creencias que la gente lleva en la cabeza, sino que es un sistema de normas. Lo fundamental no es la existencia de "razas", sino el proceso de racialización.
Se trata de un proceso que convierte las agrupaciones sociales en grupos biológicos identificables. Por ejemplo, cuando los musulmanes pasan por los aeropuertos, hay todo un sistema de vigilancia que los identifica según su forma de vestir, su apariencia, los países de los que proceden o a los que van, lo que llevan en su equipaje de mano, cómo hablan. El sistema de vigilancia identifica a los musulmanes, no en función de su estado de devoción o de sus intenciones y características individuales, sino en función de si llevan los símbolos del islam.
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Sin embargo, la condición de musulmán no es simplemente una cuestión de hijabs, barbas y comida halal; se considera cada vez más como una identidad que está conectada en todo el mundo en lugar de estar contenida en el estado-nación. La figura de la musulmana se presenta como antinacional; se hace de ella un signo de doble lealtad, irremediablemente ajena, un signo de que la nación no está completa.
Una nostalgia colonial
La secularización significa deshacer el islam. La secularización no es la separación de la "iglesia" del Estado; en relación con los musulmanes, significa la anexión por parte del Estado de las instituciones islámicas y su nacionalización obligatoria. Los intentos de nacionalizar a los musulmanes y apartarlos de cualquier sentido de solidaridad tipo ummah es una característica de los regímenes islamófobos de todo el mundo.
No es la creencia en el laicismo lo que impulsa al régimen francés, sino la nostalgia colonial. París no puede aceptar el declive de su lugar en la escena mundial y ve en la obstinada persistencia del islam una afrenta a su sentido de un yo imaginado. El avance de la islamofobia en Francia, como en el resto del mundo, anuncia la sustitución de la promesa de una ciudadanía inclusiva por el apartheid de la dominación colonial.
Si el Foro del Islam en Francia tratara de reconciliar la musulmanidad con la identidad francesa, tendría una estructura que representara las voces musulmanas, en lugar de ser cómplice del silenciamiento de los musulmanes. No sería un organismo formado por personas designadas por el régimen. Aceptaría que el problema en Francia es la islamofobia, no la condición de musulmán. Aceptaría que la islamofobia es un tipo de racismo y que hay que resistirlo, no promoverlo. Reconocerá que la lucha contra la islamofobia no es sólo una lucha por la justicia para los musulmanes o los que son percibidos como musulmanes o aliados de los musulmanes, sino que es una lucha para preservar y ampliar las libertades que tanto ha costado conseguir para todos.
(Fuente: Agencia de Noticias Anadolu)
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