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Pakistán intenta cambiar su rumbo e impulsar el turismo religioso

Un avión de la Pakistan International Airline (PIA) taxa en la pista de aterrizaje en Islamabad el 8 de febrero de 2016 [FAROOQ NAEEM/AFP/Getty Images].

Pakistan International Airlines (PIA) anunció el 14 de octubre del año pasado que iba a operar vuelos directos a Siria e Irak dos veces por semana. Cuando un avión de PIA aterrizó en Damasco en septiembre, se puso fin a un paréntesis de 22 años; fue una prueba clara de que los esfuerzos del primer ministro pakistaní, Imran Khan, por reparar las fallas religiosas dentro del país estaban tomando forma.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 y el posterior aumento de las actividades terroristas dentro de Pakistán -incluidos los asesinatos de Daniel Pearl en 2002 y de Benazir Bhutto cinco años después- dañaron gravemente la imagen internacional de Islamabad y revirtieron los logros anteriores. Además, los crecientes ataques contra grupos minoritarios dentro del país complementaron el temor existente a la propagación de la violencia sectaria desde otros lugares.

Sin embargo, la relativa mejora de la situación de la ley y el orden en el país, junto con la conciencia del gobierno de la importancia y la potencia de proyectar el poder blando, han hecho que se intensifiquen los esfuerzos para reforzar la posición internacional de Pakistán.

Un ejemplo de ello es el turismo religioso. Pakistán alberga muchos credos y religiones, prehistóricos y contemporáneos, e innumerables lugares de peregrinación. Además, es el segundo país del mundo con mayoría musulmana, después de Indonesia, y el 96% de sus 200 millones de habitantes profesan el Islam.

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Históricamente, debido a la falta de orden público y al abandono oficial del sector, el turismo religioso en Pakistán ha sido ignorado. Hasta ahora. De hecho, desde el principio de su mandato como primer ministro, en agosto de 2018, Imran Khan ha destacado el potencial de Pakistán para atraer a los peregrinos religiosos.

En 2019, antes de inaugurar el esperado Corredor de Kartarpur, por el que los devotos de la India podrían visitar el Gurdwara Darbar Sahib, a cinco kilómetros de la frontera dentro de Pakistán, sin necesidad de visado, Khan reiteró la necesidad de la armonía interconfesional y subrayó la importancia de mantener los espacios religiosos en el país, que, según él, son parte integral del tejido social de Pakistán. La puesta en práctica de sus sugerencias parece estar ganando terreno. El mes pasado, por ejemplo, el Ministerio de Asuntos Religiosos y Armonía Interconfesional propuso que el Comité de Coordinación Económica (CCE) abriera oficinas de la Dirección de Ziyarat [visitas religiosas] en Mashhad, en Irán, y en Karbala y Bagdad, en Irak, así como en las propias ciudades paquistaníes de Quetta y Taftan.

En junio del año pasado, tras consultar con los gobiernos de Irán, Irak y Siria, Islamabad anunció una nueva política de peregrinación destinada a aumentar el turismo religioso en Oriente Medio. Entre otras cosas, esto abarcaría a los operadores turísticos con licencia oficial que operan con tarifas subvencionadas para los servicios de ferry a Irán e Irak. Con ello se pretende evitar la extorsión de incautos y animar a los peregrinos religiosos.

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Al mes siguiente, Khan autorizó una propuesta global para desarrollar terrenos de propiedad estatal alrededor de los santuarios para la construcción de instituciones educativas e instalaciones médicas. Durante los viajes del ministro de Asuntos Exteriores, Shah Mahmood Qureshi, a Irán e Irak el año pasado, la promoción del turismo religioso fue uno de los puntos clave de las conversaciones. En agosto de 2021, durante la visita de su homólogo iraquí Fuad Hussein a Islamabad, se discutió una "política de gestión de peregrinos", así como la creación de consulados pakistaníes en las ciudades iraquíes de Nayaf, Ashraf y Karbala para facilitar las necesidades de los peregrinos.

Hay muchas razones por las que Imran Khan está impulsando esta agenda. Para empezar, le interesa presentar a Pakistán como un país tolerante y neutral. Sin embargo, incluso en medio de una pandemia mundial -que debería haber reforzado la unidad- la discriminación religiosa sigue siendo muy visible. Un ejemplo de ello fue el etiquetado del Covid-19 como el "virus chií" por un grupo antichií en Twitter. En un país en el que el 20% de la población es musulmana chiíta, el gobierno debe esforzarse por desactivar estas tensiones sectarias.

El primer ministro paquistaní Imran Khan en Peshawar, Pakistán, el 9 de marzo de 2020 [Hussain Ali/Anadolu Agency].

Khan también se ha dado cuenta del potencial de ingresos del turismo religioso en Pakistán. En abril de 2021, afirmó que si Pakistán jugara bien sus cartas, podría pagar todas sus deudas sólo con los ingresos del turismo.

Además, la próxima conferencia de la Organización de Cooperación Islámica (OCI) que se celebrará en Pakistán el próximo mes será una oportunidad ideal para que Islamabad se presente como un faro de tolerancia ante la comunidad internacional. También podría atraer inversiones de países reticentes a considerar a Pakistán de esa manera debido a los disturbios internos.

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Con razón o sin ella, Pakistán tiene influencia en el mundo islámico por ser el único país musulmán que posee un arsenal nuclear. Ha tenido acuerdos de seguridad con los Estados del Golfo, así como lazos familiares y comerciales entre los líderes de los países árabes y los funcionarios de Pakistán, aunque últimamente se han descuidado.

La promoción del turismo religioso también refuerza la campaña de Khan contra la islamofobia. Durante la Asamblea General de la ONU de 2021, abogó por un diálogo global sobre esta cuestión, que describió como un "fenómeno pernicioso" que debe combatirse colectivamente.

Dos acontecimientos ocurridos el año pasado parecen haber cambiado las tornas a favor de Pakistán. El primero fue el cambio de estrategia de política exterior de Islamabad, que pasó de centrarse en la geopolítica a la geoeconomía, lo que ha supuesto cimentar unos lazos económicos sostenibles. El otro fue la rápida toma de Kabul por parte de los talibanes el pasado agosto, que no sólo reinstauró a Pakistán como actor clave en la región, sino que también disminuyó la posición de India.

Como resultado de todos estos acontecimientos, Islamabad vuelve a ser percibido como un actor importante y serio en los asuntos internacionales, además de ser una fuerte voz de la razón, de ahí la necesidad de que se presente como un lugar de armonía y estabilidad. Esto también contribuirá en gran medida a que Pakistán cumpla sus ambiciones geoeconómicas.

Los errores del pasado no pueden deshacerse, pero no hay razón para que se repitan. En el acelerado mundo interconectado de hoy, el tiempo es esencial y hay que aprovechar todas las oportunidades. Esto es algo que Islamabad debe establecer firmemente como su mantra, y continuar con sus esfuerzos en este sentido en 2022 y después.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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Arhama Siddiqa trabaja actualmente como investigadora en el Institute of Strategic Studies Islamabad (ISSI). Se graduó en la Universidad de Ciencias de la Administración de Lahore (LUMS) en 2013 con una licenciatura (con honores) en Ciencias Políticas y Económicas y continuó con un máster en Economía Política Internacional en la Universidad de Warwick en 2014. En 2017 recibió la beca profesional de la Commonwealth, durante la cual estuvo basada en Conciliation Resources en el Reino Unido.

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