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La Semana de Al Aqsa y la conexión sufí con el santuario: Rabiah Al-Basri, el Imán Ghazali y Baba Farid

La puerta de Bab Al-Rahma en Jerusalén el 10 de marzo de 2019 [Faiz Abu Rmeleh/ Agencia Anadolu].

El Corán afirma que la tierra de Al-Aqsa está "bendecida". La interpretación sufí de la tierra "bendecida" no es una reserva para la ganancia material o exclusivamente para los humanos, sino que la tierra está "bendecida" para beneficiar a todas las creaciones. También incluye que las acciones realizadas dentro de Al-Aqsa sean más generosamente bendecidas.

Por lo tanto, la tierra bendecida se asocia con la barakah: la tierra sobre la que Allah ha dotado de bendiciones espirituales y físicas de las que puede beneficiarse toda la humanidad. El Santuario de Al-Aqsa ha sido así honrado y glorificado por Allah para beneficio y guía de todas las creaciones. La obtención de la bendición de la tierra y la búsqueda de la cercanía a Allah han hecho de Al-Aqsa un lugar deseado por los sufíes.

Una de las primeras y más famosas sufíes del siglo VIII, Rabiah Al-Adawiyyah (más conocida como Rabiah Al-Basri), pasó mucho tiempo en Jerusalén. Rabiah procedía de un entorno muy pobre de Basora y, gracias a su piedad, se convirtió en una de las más sufíes más destacadas. Entre sus alumnos se encontraban famosos eruditos como Sufyan Al-Thawri y Shubah ibn Al-Hajjaj.

Rabiah era limpiadora, pero cuando su maestro se dio cuenta de que escapaba de las insinuaciones de un hombre, la liberó de la esclavitud laboral. Una vez liberada, emprendió el camino hacia Jerusalén. Se instaló en en la ciudad bendecidad, donde dedicó su vida a la devoción y a las obras de caridad. Fue pionera en el concepto de "amor divino".

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Su reputación se extendió por todo el mundo y atrajo a más eruditos a Al-Aqsa. Tras toda una vida de promoción del "amor divino", falleció en Jerusalén. Fue enterrada en una tumba en la cima del monte Tur Zeita de Jerusalén.

Sus palabras calaron hondo en los creyentes, evocando el amor de Allah.

Uno de sus poemas dice

Si te adoro por miedo al infierno, quémame en el infierno.

Si Te adoro por el deseo del Paraíso, enciérrame en el Paraíso.

Pero si Te adoro sólo por Ti,

no me niegues Tu belleza eterna.

Influyó en eruditos de renombre como Ibn Al-Jawzi y Farid Al-Din Al-'Attar, que la consideraban una mística destacada. Sin embargo, uno de los mayores eruditos influenciados por Rabiah fue el Imam Ghazali.

El imán Ghazali desafió a los filósofos griegos que diferenciaban la razón de la revelación y proporcionó un vínculo entre el figh (jurisprudencia) y el sufismo. Ghazali, al igual que Rabiah, emigró a Jerusalén y pasó hasta diez años en Al-Aqsa. Durante su estancia en el santuario de Al-Aqsa, escribió Al-Qistas (Equilibrio justo), Mahakk Al-Nazar (Piedra de toque del razonamiento en la lógica) y también parte de su famoso tratado Ihya Ulum Al-Din (El renacimiento de las ciencias religiosas). Ihya Ulum Al-Din fue escrito mientras estaba sentado en la azotea del edificio Bab Al-Rahmah, dentro del santuario de Al-Aqsa.

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Abandonó Jerusalén ante el avance de los cruzados y dedicó sus esfuerzos a reavivar el amor al Islam. Se convirtió en director de una universidad en Bagdad establecida por Nur ul-Deen Zengi. Más tarde, Salahuddin hizo que las obras del Imam Ghazali formaran parte del programa escolar. Fueron las enseñanzas del imán Ghazali las que proporcionaron el renacimiento de los musulmanes para liberar Al-Aqsa de los cruzados.

Unas décadas después de que Salahuddin liberara Jerusalén, un erudito musulmán del este viajó a Al-Aqsa. Se trataba de Hazrat Farid ud-Din Ganj Shakar (Baba Farid), un gran erudito que viajó durante meses para cumplir el consejo del Profeta (PBSCE) y visitar Al-Aqsa antes de ir al Hayy. Baba Farid, habiendo revivido la sunnah (consejo) del Profeta, los musulmanes del este (los actuales Pakistán, India y Bangladesh), comenzaron a seguir sus pasos. La mayoría de estos musulmanes llegaron justo antes del Hayy. Algunos de ellos adornaron su ihram (vestimenta para el Hayy) en Al-Aqsa y procedieron a su Hayy.

Los visitantes de Oriente eran tan numerosos que, finalmente, se estableció un hospicio permanente para ellos. El hospicio se estableció donde Bab Farid se alojó durante su visita a Al-Aqsa. El hospicio se conoce hoy como "Hospicio de la India" y sigue abierto dentro de las murallas de la Ciudad Vieja de Jerusalén.

Mientras que militarmente la seguridad de Jerusalén dependía del gran hombre Salahuddin, fueron los sufíes quienes mantuvieron vivo el amor y el celo por Al-Aqsa en los corazones de la Ummah. La Semana de Al-Aqsa pretende reavivar ese amor y recordarnos que Al-Aqsa nos pertenece a todos.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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