Es poco probable que el actual estancamiento político en Libia se resuelva en los próximos dos meses. Para junio, es probable que se complique aún más, ya que para entonces expirará la hoja de ruta patrocinada por las Naciones Unidas, que ha traído a Abdul Hamid Dbeibeh como primer ministro. Esto tiene el potencial de crear un vacío de poder en la ya inestable Libia.
Esa hoja de ruta fue aprobada por la Cámara de Representantes (HoR), el Alto Consejo de Estado y otras facciones, pero no se ha aplicado desde que se adoptó en 2020. Todas las partes, ahora, no tienen ningún plan de contingencia listo sobre cómo manejar la posibilidad de un vacío de poder.
Otro factor de complicación entró en juego el 10 de febrero, cuando el Parlamento nombró a Fathi Bashaga como primer ministro, un paso que Dbeibeh calificó de fraudulento. Fiel a su palabra, Dbeibeh se ha negado hasta ahora a entregar el poder, por lo que el nuevo equipo de gobierno no ha podido entrar en la capital para tomar posesión. Los dos diputados de Bashaga han establecido oficinas en el este y el sur de Libia, donde el gobierno de Dbeibeh tiene poco o ningún poder. Este movimiento podría volver a dividir el país; sin embargo, es poco probable.
Dbeibeh afirma que es el Primer Ministro legítimo, basándose en la hoja de ruta de la ONU que expira en junio, mientras que Bashaga contraataca reclamando la legitimidad basada en la hoja de ruta de la Cámara de Representantes que le eligió Primer Ministro. Curiosamente, Dbeibeh nunca lo ha dicho públicamente, pero siempre lo ha insinuado. La hoja de ruta de la HoR entra en conflicto con la de la ONU en una cuestión fundamental: cuándo podrían celebrarse las elecciones.
Mientras que la hoja de ruta de la ONU establecía la celebración de elecciones el 24 de diciembre de 2021 (algo que nunca ocurrió), el propio plan de la HoR, aprobado el 7 de febrero, prevé la celebración de elecciones al cabo de 14 meses, a partir del pasado mes de febrero, después de que el plan quedara consagrado en la declaración constitucional temporal del país. Stephanie Williams, de la ONU, no está impresionada y no se fía de la élite política, sobre todo cuando ésta trata de marginar sus esfuerzos por presionar para que se celebren elecciones lo antes posible.
Para resolver la polémica cuestión de la base constitucional para las elecciones, tanto la Cámara de Representantes como el Consejo de Estado acordaron formar un comité para redactar la legislación necesaria. Williams acogió con satisfacción el paso dado por ambas instituciones, que rara vez se ponen de acuerdo en algo, pero quiso que dicho comité trabajara bajo sus auspicios como facilitador imparcial.
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Williams sabe muy bien que el HoR y el Consejo de Estado están jugando con el tiempo para permanecer más tiempo en el poder. Sus experiencias anteriores, desde que llegó a Libia en 2018, le enseñaron a no confiar en ambos. En una entrevista con MEMO a principios de este mes, predijo que el "impasse" entre la HoR y el Consejo de Estado es inminente. Eso llegó bastante pronto, ya que el Consejo de Estado rechazó la elección de Fahi Bashaga, implícitamente, rechazó también la hoja de ruta de la HoR, a pesar de haberlo acordado antes. Este tipo de giro hizo que Williams insistiera en desempeñar el papel de facilitadora en cualquier conversación entre ambos. Incluso se reunió con los seis miembros designados por el Consejo en Túnez el 22 de marzo, pero los miembros de la HoR no se presentaron, otro ejemplo de las dificultades para que la HoR y el Consejo de Estado se pongan de acuerdo.
Junio de este año sigue siendo un hito importante en la larga transición de Libia hacia la estabilidad y la paz. Parece que ni las actuales instituciones del país ni la ONU tienen planes viables sobre los pasos a seguir si el actual gobierno no consigue, como se espera, organizar elecciones para entonces y su mandato expira.
Daw Al-Mansouri, profesor de Derecho y miembro de la asamblea constitucional de Libia, cree que existen planes para llenar cualquier posible vacío ejecutivo que pueda producirse. Dijo a MEMO que el Consejo Presidencial, compuesto por tres miembros, tiene la facultad legal de gobernar por decreto hasta que se celebren elecciones. En este escenario, que se está debatiendo según Al-Mansouri, Mohamed Al-Menafi, el presidente del Consejo Presidencial "dirigirá el país mediante decretos". Disolverá todas las instituciones actuales, incluida la Cámara de Representantes. Al-Mansouri cree que ya existen las bases legales para tal medida. Según él, la "necesidad" hace posible que Al-Menfi, como presidente interino, tome esas "acciones legítimas" para acabar con el estancamiento legal que paraliza el país, especialmente en lo que respecta a las elecciones.
El profesor proyecta una especie de modelo tunecino modificado, en el que el presidente Kais Saied suspendió el parlamento y tomó el poder el pasado mes de julio. Él, además, citó la "necesidad" y el peligro para el Estado como justificaciones de sus acciones.
Pero, ¿puede este modelo funcionar realmente en Libia? El profesor Al-Mansouri cree que funcionaría simplemente porque existe un amplio apoyo para ello, tanto a nivel local como internacional. Señala que la guerra en Ucrania hizo que Libia subiera en la lista de prioridades internacionales, dado su potencial de petróleo y gas. Libia es un importante productor de energía y muchos países europeos importan gran parte de sus necesidades energéticas del país norteafricano. Esto significa, según Al-Mansouri, que todos los países de la UE, Estados Unidos y otros, preferirían ver una Libia estable que pudiera ayudar a aliviar la crisis energética que envuelve al mundo tras la guerra de Ucrania.
A nivel interno, no está claro si el Consejo Presidencial puede realmente gobernar por decreto, dado que no tiene casi ningún control sobre los diferentes grupos armados de Libia, especialmente en Trípoli. Al-Mansouri cree que la mayoría de los grupos armados apoyarían a Al-Menafi si éste disuelve tanto la Cámara de Representantes como el Consejo Superior del Estado. La mayoría de las milicias, según él, preferirían que ambas instituciones desaparecieran.
Mientras tanto, los libios de a pie siguen pagando el precio de cada giro político. La mayoría de los libios quiere que se celebren elecciones cuanto antes para sustituir a todas las instituciones políticas porque les han fallado. Williams considera que su papel es asegurarse de que los libios puedan votar, más pronto que tarde.
El deseo de los libios no está a punto de hacerse realidad a pesar de tener dos primeros ministros y dos hojas de ruta. Es casi seguro que los libios no votarán este año, y su única esperanza es emitir su voto en algún momento del año que viene, incluso si el Consejo Presidencial toma el poder.
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