Se ha hablado y escrito mucho sobre la parcialidad de los medios de comunicación y el doble rasero en la respuesta de Occidente a la guerra entre Rusia y Ucrania, en comparación con otras guerras y conflictos militares en todo el mundo, especialmente en Oriente Medio y el Sur Global. Menos evidente es cómo esa hipocresía es un reflejo de un fenómeno mucho más amplio que rige la relación de Occidente con la guerra y las zonas de conflicto.
El 19 de marzo, Irak conmemoró el 19º aniversario de la invasión estadounidense que mató, según estimaciones modestas, a más de un millón de iraquíes. Las consecuencias de esa guerra fueron igualmente devastadoras, ya que desestabilizó toda la región de Oriente Medio, dando lugar a diversas guerras civiles y por delegación. El mundo árabe se tambalea hasta el día de hoy por esa horrible experiencia.
Además, el 19 de marzo se conmemoró el undécimo aniversario de la guerra de la OTAN contra Libia y, cinco días después, el 23º aniversario de la guerra de la OTAN contra Yugoslavia. Como todas las guerras dirigidas por la OTAN desde la creación de la alianza en 1949, estas guerras provocaron una devastación generalizada y un trágico número de muertos.
Ninguna de estas guerras, empezando por la intervención de la OTAN en la península de Corea en 1950, ha estabilizado ninguna de las regiones en conflicto. Irak sigue siendo tan vulnerable al terrorismo y a las intervenciones militares externas y, en muchos sentidos, sigue siendo un país ocupado. Libia está dividida entre varios bandos enfrentados, y la vuelta a la guerra civil sigue siendo una posibilidad real.
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Sin embargo, el entusiasmo por la guerra sigue siendo alto, como si más de setenta años de intervenciones militares fallidas no nos hubieran enseñado ninguna lección significativa. Cada día, los titulares de las noticias nos dicen que Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Alemania, España o alguna otra potencia occidental han decidido enviar nuevos tipos de "armas letales" a Ucrania. Los países occidentales ya han destinado miles de millones de dólares para contribuir a la guerra en Ucrania.
En cambio, se ha hecho muy poco para ofrecer plataformas de soluciones diplomáticas y no violentas. Un puñado de países de Oriente Medio, África y Asia han ofrecido su mediación o han insistido en una solución diplomática a la guerra, argumentando, como reiteró el Ministerio de Asuntos Exteriores de China el 18 de marzo, que "todas las partes deben apoyar conjuntamente a Rusia y Ucrania para que mantengan un diálogo y una negociación que den resultados y conduzcan a la paz".
Aunque la violación de la soberanía de cualquier país es ilegal según el derecho internacional, y constituye una flagrante violación de la Carta de las Naciones Unidas, esto no significa que la única solución a la violencia sea la contraviolencia. Esto no puede ser más cierto en el caso de Rusia y Ucrania, ya que en el este de Ucrania existe una guerra civil desde hace ocho años, que ha se ha cobrado miles de vidas y ha privado a comunidades enteras de cualquier sensación de paz o seguridad. Las armas de la OTAN no pueden abordar las causas profundas de esta lucha comunal. Por el contrario, sólo pueden alimentarla aún más.Si la respuesta fuera más armas, el conflicto se habría resuelto hace años. Según la BBC, Estados Unidos ya ha destinado 2.700 millones de dólares a Ucrania en los últimos ocho años, mucho antes de la guerra actual. Este enorme arsenal incluía "armas antitanque y antiblindaje... (rifles) de francotirador de fabricación estadounidense, munición y accesorios".
La velocidad con la que ha llegado la ayuda militar adicional a Ucrania tras las operaciones militares rusas del 24 de febrero no tiene precedentes en la historia moderna. Esto plantea no sólo cuestiones políticas o legales, sino también morales: el afán por financiar la guerra y la falta de entusiasmo por ayudar a los países a reconstruirse.
Tras 21 años de guerra e invasión de Afganistán por parte de Estados Unidos, que han provocado una crisis humanitaria y de refugiados, Kabul se ha quedado en gran medida sola. El pasado mes de septiembre, la agencia de la ONU para los refugiados advirtió de que "se avecina una gran crisis humanitaria en Afganistán", pero no se ha hecho nada para solucionar esta crisis "inminente", que ha empeorado mucho desde entonces.
Los refugiados afganos rara vez son acogidos en Europa. Lo mismo ocurre con los refugiados procedentes de Irak, Siria, Libia, Malí y otros conflictos en los que está implicada directa o indirectamente la OTAN. Esta hipocresía se acentúa cuando consideramos las iniciativas internacionales que pretenden apoyar a los refugiados de guerra, o reconstruir las economías de las naciones devastadas por la guerra.
Compárese la falta de entusiasmo en el apoyo a las naciones devastadas por la guerra con la euforia sin parangón de Occidente en el suministro de armas a Ucrania. Lamentablemente, no pasará mucho tiempo antes de que los millones de refugiados ucranianos que han abandonado su país en las últimas semanas se conviertan en una carga para Europa, siendo así objeto del mismo tipo de críticas de la corriente principal y de los ataques de la extrema derecha.
Si bien es cierto que la actitud de Occidente hacia Ucrania es diferente de su actitud hacia las víctimas de las intervenciones occidentales, hay que tener cuidado antes de suponer que los "privilegiados" ucranianos estarán finalmente mejor que las víctimas de la guerra en todo Oriente Medio. Mientras la guerra se prolongue, Ucrania seguirá sufriendo, ya sea el impacto directo de la guerra o el trauma colectivo que seguramente seguirá. La acumulación de armas de la OTAN en Ucrania, al igual que en el caso de Libia, probablemente será contraproducente. En Libia, las armas de la OTAN alimentaron la guerra civil del país que duró una década.
Ucrania necesita paz y seguridad, no una guerra perpetua diseñada para servir a los intereses estratégicos de ciertos países o alianzas militares. Aunque las invasiones militares deben rechazarse totalmente, ya sea en Irak o en Ucrania, convertir a Ucrania en otra zona conveniente de lucha geopolítica perpetua entre la OTAN y Rusia no es la respuesta.
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