El 27 de abril de 2022, los 193 miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobaron una resolución que exige a los cinco miembros permanentes (P5) del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia) que justifiquen su poder de veto. La medida establece la obligación de convocar una sesión extraordinaria de la Asamblea General en un plazo de diez días desde el veto expresado, con el objetivo de "iniciar un debate sobre la situación por la que se ha impuesto el veto".
Parece una acción firme, impulsada por la última invasión rusa de Ucrania. En efecto, la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU es un tema muy debatido cuya urgencia es imperiosa. También se debatió en profundidad en la mesa redonda organizada en Roma el 26 de abril por la Dirección de Comunicación de la República de Turquía, cuyo alcance, además de ser oportunamente relevante, revela una coherencia general de intenciones en casi toda la comunidad internacional. Al fin y al cabo, el lema "El mundo es más grande que cinco", como suele subrayar el presidente turco Erdogan, es una gran verdad. Sin embargo, demasiadas posturas opuestas y diferentes intereses siguen solapando el amplio consenso internacional sobre la necesidad de revisar el sistema de la ONU.
La guerra de Ucrania y la ineficacia de la ONU
La guerra de Ucrania ha demostrado la ineficacia del sistema multilateral para hacer frente a las crisis y los conflictos, una vez más. Todos estamos siendo testigos de un desafortunado bloqueo total del CSNU, tal y como fue concebido para mantener la paz y la seguridad internacionales. Hoy en día, la cuestión principal es la composición de cinco miembros permanentes que tienen poder de veto y diez miembros no permanentes que se seleccionan sobre una base regional y rotan cada dos años. Este marco es anacrónico, ya que se asemeja al reparto de poder del sistema internacional surgido tras la Segunda Guerra Mundial. El primer intento de reforma tuvo lugar en 1963, cuando el número de miembros no permanentes pasó de seis a diez, y el número de países representados en la Asamblea General se amplió de 51 a 198.
Junto con la transformación del sistema internacional y el nuevo orden mundial, desde la Guerra Fría hasta la unipolaridad liderada por Estados Unidos y la nueva multipolaridad que está surgiendo, el principal leitmotiv ha sido si el CSNU es capaz de contribuir a la paz y la seguridad internacionales. Desgraciadamente, debemos admitir que lo que se diseñó como principal garante de la estabilidad internacional ha demostrado tener algunas disfunciones, ya que ha congelado cualquier solución multilateral eficaz. El espíritu de reforma se ha desarrollado sobre cinco pilares, a saber, la categoría de los miembros, el poder de veto, la ampliación de la composición del CSNU, la inclusión regional y las relaciones con la Asamblea General. Sin embargo, los intereses diferentes y a veces divergentes se cristalizan en tres grandes grupos de Estados. El llamado "Grupo de los 4" (Brasil, Alemania, Japón e India) defiende que también deberían ser incluidos en el CSNU, ya que son influyentes tanto política como económicamente.
Por otro lado, los Estados de la Unión Africana solicitan la inclusión de al menos dos Estados africanos y la ampliación del número de miembros, mientras que los más de 40 países que componen el grupo "Unidos por el Consenso" apoyan una nueva categoría de miembros de larga duración sobre una base regional. La representación regional es crucial, ya que hoy en día, el P5 no incluye ningún Estado de África, América Latina u Oriente Medio. Además, la composición actual del P5 refleja una especie de polarización entre "Occidente" y "Oriente". Desgraciadamente, es evidente que, incluso dentro de estas facciones, existen corrientes opuestas que, en última instancia, pretenden proteger sus propios intereses nacionales.
Muchas posturas y un compromiso muy frágil
Está claro que el sistema de la ONU se ve afectado por muchas posturas y compromisos frágiles. El panorama se complica al considerar el modelo de votación necesario para aprobar cualquier cambio. Requiere al menos dos tercios de los Estados miembros de la Asamblea General, lo que significa 128 miembros de 192. Hay margen para creer que la evolución futura será bastante adversa si no se produce ninguna reforma efectiva en un clima de bloqueo como el actual.
Junto con la guerra de Ucrania, el gran tema de la confrontación nuclear y los conflictos de las nuevas tecnologías están sobre la mesa. Además, muchos expedientes están llenos de problemas relacionados con guerras convencionales o conflictos congelados. Los últimos acontecimientos en Afganistán han marcado el fracaso de Occidente y del multilateralismo, que todavía tiene que hacer frente a las emergencias humanitarias y a las relaciones con el régimen talibán.
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Además, las crisis y los conflictos no resueltos en Haití, Yemen, Etiopía y Siria, por poner algunos ejemplos, son señales de que la paz está lejos de alcanzarse. Sin mencionar la situación pendiente en Chipre, que es posiblemente el conflicto más congelado del mundo, y la Misión de Paz de la ONU, cuya resolución requiere una acción más realista de la ONU; o Libia, donde la ONU ha demostrado tener éxito en la mediación, pero donde el camino que queda por recorrer es todavía duro. Además, otras muchas cuestiones internacionales, como la pandemia, el medio ambiente o la pobreza, requieren una postura internacional firme y coherente.
Por todas estas razones y, dado el poder de veto del P5, a pesar de la recomendación más reciente, probablemente será un reto lograr una reforma radical del sistema de seguridad de la ONU. Aunque las pistas futuras no parecen tan positivas, es innegable que el sistema de la ONU ha sido la única herramienta con derecho a mitigar los conflictos, hasta ahora. Por lo tanto, sólo si se toma conciencia de que los actores clave son más de cinco y de que la paz y la estabilidad son los intereses internacionales supremos, se podrán introducir cambios efectivos en el diseño de seguridad de 1945.
(Fuente: Agencia de Noticias Anadolu)
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