Lo que ocurrió entre mayo de 2021 y mayo de 2022 es nada menos que un cambio de paradigma en la resistencia palestina. Gracias al carácter popular e inclusivo de la movilización palestina contra la ocupación israelí, la resistencia en Palestina ya no es una preferencia ideológica, política o regional.
En el periodo comprendido entre la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993 y hace tan sólo unos años, la muqawama -o resistencia- palestina fue constantemente puesta en el banquillo de los acusados, a menudo criticada y condenada, como si una nación oprimida tuviera una responsabilidad moral a la hora de elegir el tipo de resistencia que se ajusta a las necesidades e intereses de sus opresores.
Así, la resistencia palestina se convirtió en una prueba de fuego política e ideológica. La Autoridad Palestina de Yasser Arafat y, más tarde, de Mahmoud Abbas, hizo un llamamiento a la "resistencia popular", pero parece que no entendió lo que significaba realmente esta estrategia y, desde luego, no estaba preparada para actuar de acuerdo con ese llamamiento.
La resistencia armada palestina fue eliminada por completo de su propio contexto histórico; de hecho, del contexto de todos los movimientos de liberación a lo largo de la historia, y fue convertida en un hombre de paja, creado por Israel y sus aliados occidentales para condenar el "terrorismo" palestino y presentar a Israel como una víctima que se enfrenta a una amenaza existencial.
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Ante la falta de una definición palestina centralizada de la resistencia, incluso los grupos y organizaciones de la sociedad civil pro-palestina demarcaron su relación con la lucha palestina basándose en la aceptación de ciertas formas de resistencia palestina y la condena de otras.
El argumento de que sólo las naciones oprimidas deberían tener derecho a elegir el tipo de resistencia que podría acelerar su salvación y libertad cayó en saco roto.
La verdad es que la resistencia palestina precedió al establecimiento oficial de Israel en 1948. Los palestinos y los árabes que resistieron al colonialismo británico y sionista utilizaron muchos métodos de resistencia que consideraban estratégicos y sostenibles. No había relación alguna entre el tipo de resistencia y la identidad religiosa, política o ideológica de los que resistían.
Este paradigma prevaleció durante muchos años, empezando por el Movimiento Fidayeen tras la Nakba, la resistencia popular a la breve ocupación israelí de Gaza en 1956 y la ocupación y el asedio que duraron décadas a partir de 1967. La misma realidad se expresó en la resistencia palestina en la Palestina histórica a lo largo de las décadas; la resistencia armada tuvo altibajos, pero la resistencia popular permaneció intacta. Ambos fenómenos estuvieron siempre intrínsecamente ligados, ya que la primera se sustentaba también en la segunda.
El Movimiento Fatah, que domina la actual Autoridad Palestina, se formó en 1959 siguiendo el modelo de los movimientos de liberación de Vietnam y Argelia. En cuanto a su conexión con la lucha argelina, el manifiesto de Fatah decía "La guerra de guerrillas en Argelia, iniciada cinco años antes de la creación de Fatah, tiene una profunda influencia sobre nosotros. [...] Simbolizan el éxito que soñamos".Este sentimiento fue defendido por la mayoría de los movimientos palestinos modernos, ya que demostró ser una estrategia exitosa para la mayoría de los movimientos de liberación del sur. En el caso de Vietnam, la resistencia a la ocupación estadounidense se mantuvo incluso durante las conversaciones políticas en París. La resistencia clandestina en Sudáfrica permaneció vigilante hasta que quedó claro que el régimen de apartheid del país estaba en proceso de ser desmantelado.
Sin embargo, la desunión palestina, resultado directo de los Acuerdos de Oslo, hizo insostenible una posición palestina unificada sobre la resistencia. La propia idea de la resistencia quedó sujeta a los caprichos e intereses políticos de las facciones. Cuando, en julio de 2013, el presidente de la AP, Abbas, condenó la resistencia armada, estaba tratando de ganar puntos políticos con sus partidarios occidentales, y de sembrar aún más las semillas de la división entre su pueblo.
La verdad es que Hamás no inventó ni tiene la propiedad de la resistencia armada. En junio de 2021, una encuesta, realizada por el Centro Palestino de Investigación de Políticas y Encuestas (PSR), reveló que el 60% de los palestinos apoyan "una vuelta a los enfrentamientos armados y a la Intifada". Al afirmarlo, los palestinos no estaban declarando necesariamente su lealtad a Hamás. La resistencia armada, aunque con un estilo y una capacidad diferentes, también existe en Cisjordania, y es defendida en gran medida por las propias Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa de Fatah. Los recientes ataques israelíes contra la ciudad de Yenín, en el norte de Cisjordania, no tenían como objetivo eliminar a Hamás, la Yihad Islámica o los combatientes socialistas, sino a los propios de Al Fatah.
La cobertura sesgada de los medios de comunicación y la tergiversación de la resistencia, a menudo por parte de las propias facciones palestinas, convirtieron la idea misma de la resistencia en una refriega política y de facciones, obligando a todos los implicados a adoptar una posición al respecto. El discurso sobre la resistencia, sin embargo, empezó a cambiar en el último año.
La rebelión de mayo de 2021 y la guerra israelí contra Gaza -conocida entre los palestinos como la Intifada de la Unidad- sirvieron de cambio de paradigma. El lenguaje se unificó; las referencias políticas interesadas se disiparon rápidamente; los marcos de referencia colectivos empezaron a sustituir a los provisionales, regionales y facciosos; la Jerusalén ocupada y la mezquita de Al-Aqsa surgieron como los símbolos unificadores de la resistencia; una nueva generación empezó a surgir y a desarrollar rápidamente nuevas plataformas.
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El 29 de mayo, el gobierno israelí insistió en permitir que la llamada "Marcha de las Banderas" -una concentración masiva de extremistas judíos israelíes que celebran la toma de la ciudad palestina de Al-Quds- volviera a pasar por barrios palestinos de la Jerusalén Oriental ocupada. Esta fue la misma ocasión que instigó la violencia del año anterior. Consciente de la inminente violencia que suele provocar este tipo de provocaciones, Israel quiso imponer el momento y determinar la naturaleza de la violencia. No lo consiguió. Gaza no disparó cohetes. En cambio, decenas de miles de palestinos se movilizaron en toda la Palestina ocupada, lo que permitió que creciera la movilización popular y la coordinación entre numerosas comunidades. Los palestinos demostraron ser capaces de coordinar su responsabilidad, a pesar de los numerosos obstáculos, penurias y dificultades logísticas.
Los acontecimientos del último año son una prueba de que los palestinos están liberando por fin su resistencia de los intereses de las facciones. Los enfrentamientos más recientes demuestran que los palestinos están incluso aprovechando la resistencia como un objetivo estratégico. La muqawama en Palestina ya no es una violencia "simbólica" o supuestamente "aleatoria" que refleja la "desesperación" y la falta de horizonte político. Se está volviendo más definida, madura y bien coordinada.
Este fenómeno debe ser extremadamente preocupante para Israel, ya que los próximos meses y años podrían resultar decisivos para cambiar la naturaleza de la confrontación entre los palestinos y sus ocupantes. Teniendo en cuenta que la nueva resistencia está centrada en movimientos de base y orientados a la comunidad, tiene muchas más posibilidades de éxito que los intentos anteriores. Para Israel es mucho más fácil asesinar a un combatiente que arrancar los valores de la resistencia del corazón de una comunidad.
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