El presidente Kais Saied ha reunido casi todo el poder del Estado en sus manos tras desmantelar gran parte de la joven democracia tunecina durante 11 turbulentos meses. Pero mientras se prepara para un referéndum que apruebe sus cambios, los desafíos se ciernen cada vez más.
Saied, antiguo profesor de derecho con un comportamiento público muy duro, está reescribiendo la constitución para consagrar un sistema presidencialista. Pero, mientras tanto, la economía tunecina se hunde y crece la oposición a su gobierno.
El poderoso sindicato UGTT ha convocado hoy una huelga contra los planes de reforma económica. Las protestas contra él han sacado a miles de personas a la calle, y todos los principales partidos políticos han rechazado su referéndum.
Saied ha descrito sus acciones como un correctivo a la disfunción política y la corrupción. Pero sus críticos dicen que es un nuevo dictador que ha echado por tierra los logros democráticos de la revolución tunecina de 2011.
Ha dejado de lado años de reparto de poder entre el presidente y el poder legislativo destituyendo al parlamento, rodeando su edificio con tanques, se ha otorgado a sí mismo el derecho a gobernar por decreto y ha asumido la máxima autoridad sobre el poder judicial.
Saied era un novato en política cuando fue elegido presidente en 2019. Menos de dos años después, superó a sus adversarios políticos más experimentados, incluido el Partido Ennahda, con sus repentinos movimientos contra el parlamento y el gabinete anterior. Estos pasos anunciaron el inicio de su intento de acumular poder.
Parecían ser muy populares entre los tunecinos, hartos de las disputas políticas y del malestar económico. Miles de personas salieron a la calle para celebrarlo y el presidente se enorgulleció de la convicción de que representaba la voluntad del pueblo.
Sus partidarios le han aclamado como un hombre independiente e íntegro que se enfrenta a las fuerzas de la élite cuya chapuza y corrupción han condenado a Túnez a una década de parálisis política y estancamiento económico.
Sin embargo, sus críticos afirman que su actuación ha supuesto un golpe de Estado que ha estrangulado la incipiente democracia tunecina, y se muestran muy escépticos ante las promesas de que preservará los derechos y libertades conquistados en 2011. Saied ha pintado a sus oponentes como enemigos del pueblo y ha instado a que se detenga a quienes le desafían.
Aunque no está claro el grado de apoyo que sigue teniendo Saied, los sondeos de opinión indican que el apoyo está disminuyendo. La economía está en graves problemas y los tunecinos son cada vez más pobres.
Después de un mitin el año pasado que, según los periodistas de Reuters presentes, sólo atrajo a unos pocos miles de personas, Saied se jactó de que 1,8 millones de sus partidarios habían salido a la calle.
Nueva revoluciónLa política tunecina se sigue de cerca en el extranjero por el papel que desempeñó el país en el desencadenamiento de las revueltas de la "Primavera Árabe" de 2011 y su éxito como única democracia surgida de ellas.Saied, un hombre solemne de 64 años que habla un estilo ultra-formal de árabe clásico, quiere reescribir la historia de esa revolución, cuando caminaba por la noche por el casco antiguo de Túnez hablando con los manifestantes.
Ha cambiado la fecha en la que el Estado celebra su aniversario para restar importancia al derrocamiento del presidente autocrático Zine El-Abidine Ben Ali y ha rechazado los resultados de las duras negociaciones posteriores que condujeron a una constitución democrática.
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Al ser elegido en 2019 como candidato independiente, derrotando a un magnate de los medios de comunicación acusado de corrupción en una aplastante victoria en segunda vuelta, declaró una nueva revolución. Ahora dice que su referéndum marcará el inicio de una nueva república.
Además de destituir al impopular pero elegido parlamento, Saied ha destituido a las autoridades judiciales y a la comisión electoral, hasta ahora independientes, lo que hace temer por el estado de derecho y la integridad de las elecciones.
También ha purgado a los empleados del Estado, incluidos algunos de los servicios de seguridad, para expulsar a personas vinculadas a los principales partidos políticos.
Desde entonces ha dicho que quiere celebrar nuevas elecciones parlamentarias en diciembre.
Para muchos tunecinos, Saied sigue siendo una especie de caricatura cuyos frecuentes vídeos en Internet le muestran dando lecciones a sus subordinados o a los visitantes desde el escritorio presidencial.
Esos vídeos han aportado poca información sobre los planes políticos para abordar los principales problemas económicos de Túnez, pero a menudo han incluido una retórica encendida contra sus detractores y opositores.
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