Esta semana, la Casa Blanca anunció la próxima visita del presidente estadounidense Joe Biden en julio a Israel y a la Cisjordania ocupada. Ni que decir tiene que la Autoridad Palestina aumentará su desilusión retórica con el actual gobierno de Estados Unidos y sus acercamientos a Israel, al tiempo que alimentará su gratitud por el hecho de que, como resultado de tanta desigualdad y corrupción política, Estados Unidos esté de acuerdo en permitir que la AP prolongue su existencia.
Según el comunicado de prensa, Biden visitará Israel "para reforzar el férreo compromiso de Estados Unidos con la seguridad y la prosperidad de Israel". A la inversa, Biden visitará la Cisjordania ocupada para asegurar al líder de la AP, Mahmud Abbas, su "firme apoyo a una solución de dos Estados, con iguales medidas de seguridad, libertad y oportunidades para el pueblo palestino".
Una concesión reciente que Biden concedió antes del anuncio de la Casa Blanca fue el restablecimiento de la comunicación directa con el Departamento de Estado estadounidense. La Oficina de Asuntos Palestinos de EE.UU. sustituirá a la Unidad de Asuntos Palestinos acuñada por la administración Trump en 2018, cuando el consulado se cerró y se amalgamó en la embajada de EE.UU., aparentemente para "fortalecer nuestra información diplomática y el compromiso de la diplomacia pública", según el Departamento de Estado de EE.UU. Por supuesto, la medida del ex presidente estadounidense Donald Trump dejó a los palestinos sin autonomía diplomática, a la vez que expuso cómo la AP es un mero peón en la política exterior estadounidense.
Sin embargo, la concesión de Biden es solo un retroceso burocrático en medio de una serie de concesiones de la era Trump que la actual administración está decidida a mantener. La AP todavía tiene que reconocer que su falsa frustración con la administración estadounidense no es más que una supuesta vuelta al statu quo de los dos estados, en medio de la agenda de normalización que fue la despedida y el legado perjudicial de Trump.
Según los medios israelíes, además de ver la última tecnología militar de Israel, Biden también buscará la "creciente integración de Israel en la región a través de los Acuerdos de Abraham".
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Los Acuerdos de Abraham marginaron abiertamente a la AP y a los palestinos de una manera sin precedentes, dejando al descubierto lo poco que importaba Palestina a los líderes de la región. Al centrarse en la normalización de las relaciones con Israel, Estados Unidos situó a los Estados árabes y del Golfo en la misma plataforma que el resto de la comunidad internacional, que se mostró muy dispuesta a alabar la iniciativa.
En marzo de este año, el primer ministro de la AP, Mohammad Shtayyeh, condenó la Cumbre del Néguev, declarando que "las reuniones de normalización árabes sin poner fin a la ocupación israelí de Palestina son sólo una ilusión, un espejismo y una recompensa gratuita para Israel".
Sin embargo, es la AP la que sigue con sus ilusiones, al mantener su insistencia sobre el compromiso de los dos estados y al rogar a Estados Unidos y a la comunidad internacional que hagan lo mismo. Con una entidad tan débil y dependiente como la AP, Estados Unidos no encontrará la más mínima posibilidad de desafío en su política exterior. Biden reiterará su apoyo a la diplomacia de los dos Estados, como ha hecho en innumerables ocasiones, inútilmente, por supuesto, porque el paradigma está obsoleto. Dado que el paradigma de los dos Estados fomenta la colonización israelí y nunca debería haberse considerado una posibilidad, y mucho menos "la única solución", ¿qué retórica sacará la AP de las declaraciones regurgitadas de Biden hechas en Ramala?
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