La decisión de disolver el Consejo de Soberanía ha enfadado a las fuerzas revolucionarias, pero no ha sorprendido a los observadores que han sido testigos de la lenta decadencia de la institución y del constante nombramiento de miembros del movimiento islámico sudanés en puestos de poder. A pesar de ello, Abdul Fatah Al-Burhan ha asegurado que el ejército se retirará para permitir la formación de un gobierno civil de transición. Las calles sudanesas han acogido el anuncio con mucho recelo y cinismo.
Sin embargo, hay críticos del Consejo en ambos campos. Según Ghazi Salahadeen, ex secretario de Asuntos Exteriores de Sudán y ministro federal bajo el gobierno de Al-Bashir, "el Consejo era una organización mal concebida, basada en el documento constitucional, que intentaba marginar a las voces islámicas conservadoras de la participación en la gestión del país". Salahadeen dijo que la idea de que todas las voces islámicas eran complacientes con la mala gestión del país era un grave error de apreciación, cometido por los movimientos de izquierda y comunistas.
Acusó a los elementos comunistas y de la izquierda dura de ignorar el hecho de que había grupos armados y elementos políticos islámicos que se oponían a Al-Bashir fuera y dentro de su gobierno. Describió a esos grupos no sólo como miembros legítimos y progresistas del movimiento revolucionario, sino que, a su juicio, eran opositores de larga data que habían pagado el precio de su activismo.
El tratamiento de Ahmed Al-Khair, el profesor de Kassala, torturado y asesinado en diciembre de 2019 por las fuerzas de seguridad, fue un ejemplo de uno de los héroes de la resistencia contra Al-Bashir. Muchos en el movimiento revolucionario, liderado por Libertad de Cambio, prefirieron no destacar el hecho de que Al-Khair era un activista a sueldo y miembro del movimiento islámico del Congreso Nacional Popular.
El intento de marginar a los elementos islámicos que habían dejado las armas y firmado las negociaciones de paz de Juba fue casi otro obstáculo para conseguir el acuerdo. El acuerdo fue un pacto histórico que puso fin a 17 años de conflicto en Darfur y garantizó derechos duraderos al poder, a pesar de que los dos principales firmantes del acuerdo eran de orientación islámica.
Por un lado, los movimientos revolucionarios de izquierda, centro y derecha conservadora empezaron a disputarse el poder de forma caótica, mientras que, por otro lado, los grupos armados obtenían victorias decisivas al asignárseles un importante poder ministerial y regional. El movimiento del antiguo líder rebelde, Mini Arko Minawi, fue recompensado con la gobernación de la Autoridad Regional de Darfur y Jibril Ibrahim, líder del Movimiento por la Justicia y la Igualdad, fue nombrado ministro de Finanzas del país.
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