La reciente gira del ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, por África pretendía cambiar las reglas del juego, no sólo en lo que respecta a las relaciones de Rusia con el continente, sino en la lucha de poder mundial en la que participan Estados Unidos, Europa, China, India, Turquía y otros.
Muchos informes y análisis de los medios de comunicación situaron la visita de Lavrov a Egipto, la República del Congo, Uganda y Etiopía en el evidente contexto político de la guerra entre Rusia y Ucrania. Jason Burka, del diario británico The Guardian, resumió la visita de Lavrov con estas palabras "Lavrov intenta convencer a los líderes africanos y, en mucha menor medida, a los ciudadanos de a pie de que no se puede culpar a Moscú ni del conflicto ni de la crisis alimentaria".
Aunque es cierto, hay más cosas en juego.
La importancia de África en el tira y afloja geoestratégico no es un fenómeno nuevo. Los gobiernos occidentales, los grupos de reflexión y los informes de los medios de comunicación han prestado durante mucho tiempo mucha atención a África debido a los éxitos de China y Rusia a la hora de alterar el mapa de la política exterior de muchos países africanos. Durante años, Occidente ha estado jugando a ponerse al día, pero con un éxito limitado.
The Economist hablaba de "la nueva carrera por África" en un artículo de mayo de 2019, en el que informaba sobre "gobiernos y empresas de todo el mundo" que se están "precipitando" al continente en busca de las "enormes oportunidades" que les esperan allí. Entre 2010 y 2016, se abrieron 320 embajadas extranjeras en África, lo que, según la revista, es "probablemente el mayor boom de construcción de embajadas, en cualquier lugar, de la historia."
Aunque a menudo se ha presentado a China como un país que sólo busca oportunidades económicas, la naturaleza y la evolución de las relaciones de Pekín con África demuestran lo contrario. Al parecer, Pekín es el mayor proveedor de armas del África subsahariana, y su tecnología de defensa impregna casi todo el continente. En 2017, China estableció su primera base militar en Yibuti, en el Cuerno de África.
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La influencia militar de Rusia en África también está creciendo exponencialmente, y el poder de Moscú está desafiando al de Francia, Estados Unidos y otros en varios espacios estratégicos, principalmente en las regiones de África Oriental.
Pero, a diferencia de EE.UU. y otros estados occidentales, países como China, Rusia e India se han mostrado cautelosos en su intento de alcanzar el equilibrio perfecto entre compromiso militar, desarrollo económico y lenguaje político.
Quartz Africa" informó de que el comercio entre África y China "aumentó hasta alcanzar un récord" en 2021. El salto fue masivo: un 35% entre 2020 y 2021, alcanzando un total de 254.000 millones de dólares.
Ahora que las restricciones de Covid-19 se han levantado en gran medida, es probable que el comercio entre África y China se dispare a niveles astronómicos en los próximos años. Teniendo en cuenta la depresión económica y la posible recesión en Occidente, es poco probable que la expansión económica de Pekín se frene, a pesar de la evidente frustración de Washington, Londres y Bruselas. Hay que decir que China ya es el mayor socio comercial de África, y con diferencia.
Los fuertes lazos entre Rusia, China y África están dando sus frutos en la escena internacional. Casi la mitad de las abstenciones en la votación de la resolución ES-11/1 de las Naciones Unidas del 2 de marzo, que condenaba la acción militar de Rusia en Ucrania, procedían únicamente de África. Eritrea votó en contra. Esto demuestra la capacidad de Rusia para fomentar nuevas alianzas en el continente. También demuestra la influencia de China -el principal aliado de Rusia en la actual contienda geopolítica-.
Sin embargo, la posición de África es mucho más que el mero interés por el material militar y la expansión comercial. La historia es fundamental.
En la primera "lucha por África", Europa troceó y dividió el continente en colonias y zonas de influencia. La explotación y el embrutecimiento que siguieron siguen siendo uno de los capítulos más sórdidos de la historia moderna de la humanidad.
Lo que The Economist denomina la "segunda lucha por África" durante la época de la Guerra Fría fue el intento de la Unión Soviética de derribar los paradigmas coloniales y neocoloniales establecidos por los países occidentales a lo largo de los siglos.
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El colapso de la Unión Soviética hace más de tres décadas cambió esta dinámica, dando lugar a una inevitable retirada rusa y a la vuelta al dominio incontestable de Occidente. Sin embargo, ese statu quo no duró mucho tiempo, ya que China y, finalmente, Rusia, India, Turquía, los países árabes y otros comenzaron a desafiar la supremacía occidental.
Lavrov y sus homólogos africanos comprenden perfectamente este contexto. Aunque Rusia ya no es un Estado comunista, Lavrov ha querido hacer referencia a la época soviética, y por tanto a la relación única que Moscú tiene con África, en sus discursos. Por ejemplo, antes de su visita al Congo, Lavrov dijo en una entrevista que Rusia tenía "buenas relaciones de larga data con África desde los días de la Unión Soviética".
Este tipo de lenguaje no puede calificarse simplemente de oportunista o simplemente obligado por la urgencia política. Forma parte de un discurso complejo y una superestructura arraigada, que indica que Moscú -junto con Pekín- se está preparando para una confrontación geopolítica a largo plazo en África.
Teniendo en cuenta el penoso pasado colonial de Occidente y la asociación histórica de Rusia con diversos movimientos de liberación en el continente, muchos Estados africanos, intelectuales y ciudadanos de a pie están deseosos de liberarse de las garras de la hegemonía occidental.
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