Cuando el mes pasado se reveló que Israel había solicitado a Estados Unidos que impidiera una nueva operación militar turca en el norte de Siria, sirvió como un recordatorio necesario de que el papel de Tel Aviv en Siria no se limita simplemente a realizar ataques con drones contra objetivos del régimen sirio e iraníes en el país. La medida reveló que Israel -al igual que Rusia, Irán y Turquía- también tiene sus propios intereses en el norte de Siria; no para asegurar bases militares o combatir a los elementos iraníes o sirios en la zona, sino para prestar apoyo -o al menos defender- a un grupo de milicias armadas que luchan por formar un Estado kurdo separado e independiente.
Por lo tanto, la presión de Tel Aviv sobre Washington para que impida la ofensiva turca sobre la base de frenar la influencia iraní en la región es desconcertante, ya que Teherán no se opone directa o abiertamente a las milicias kurdas sirias ni apoya los planes militares de Ankara. Por el contrario, las milicias iraníes tienen actualmente presencia en algunas ciudades y zonas del norte de Siria, donde se han desplegado recientemente junto con las fuerzas del régimen sirio para ayudar a las milicias kurdas contra una operación turca.
Sin embargo, incluso al margen de este reciente movimiento, Israel lleva mucho tiempo prestando apoyo a los grupos kurdos a lo largo de los años. Ha sido sobre todo un apoyo moral, en el que el Estado ocupante ha actuado con simpatía hacia el objetivo de un Estado kurdo separado en la región. Sin embargo, los informes indican que el apoyo también podría ser material y militar, ya que los grupos kurdos supuestamente realizan entrenamientos militares con el apoyo de Israel.
El apoyo político de Israel a un Kurdistán independiente ha sido claro, por supuesto. Esto fue particularmente evidente en 2017, cuando el entonces primer ministro Benjamin Netanyahu y su gobierno abogaron abiertamente por la independencia kurda de Irak durante el polémico referéndum que tuvo lugar ese año.
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El apoyo ha venido incluso de generales israelíes que han declarado su creencia de que el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) - designado como organización terrorista por Turquía, Estados Unidos y la Unión Europea - no es un grupo terrorista. Los medios de comunicación locales también han hecho llamamientos a Israel para que arme a los kurdos: un artículo del Jerusalem Post escrito por un periodista israelí de alto nivel afirmaba que "un Kurdistán independiente sería un segundo Israel en Oriente Medio".
El artículo pedía que Tel Aviv "suministrara a los kurdos las armas pesadas que necesitan para luchar por la independencia". En lo que la periodista imaginó como "una alianza kurda-CCG-francesa-israelí para detener a Irán", imaginó que la disminución del apoyo a los palestinos entre los Estados del Golfo significaba que "los saudíes y otros líderes del CCG [Consejo de Cooperación del Golfo] pueden ser persuadidos para apoyar a los kurdos en nombre de detener la agresión iraní en Oriente Medio."
En 2019, el activismo prokurdo de Israel se reavivó de nuevo cuando Turkiye lanzó su tercera ofensiva militar en el norte de Siria -la Operación Primavera de la Paz- para limpiar sus zonas fronterizas de las milicias que, según afirma, amenazan su seguridad nacional. Entonces, Netanyahu condenó la operación como "limpieza étnica" y ofreció ayuda israelí a las milicias. "Israel está dispuesto a prestar asistencia humanitaria al valiente pueblo kurdo", tuiteó.
Israel strongly condemns the Turkish invasion of the Kurdish areas in Syria and warns against the ethnic cleansing of the Kurds by Turkey and its proxies.
Israel is prepared to extend humanitarian assistance to the gallant Kurdish people.— Benjamin Netanyahu (@netanyahu) October 10, 2019
La entonces viceministra de Asuntos Exteriores de Israel, Tzipi Hotovely, confirmó entonces públicamente que las Unidades de Protección Popular (YPG) aceptaron la oferta de ayuda de Netanyahu. "El posible colapso del dominio kurdo en el norte de Siria es un escenario negativo y peligroso en lo que respecta a Israel", escribió. "Está absolutamente claro que tal evento traería un refuerzo de los elementos negativos en la zona, encabezados por Irán".
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Con una simpatía israelí tan flagrante por un Estado kurdo separado e independiente en la región -que, si se esculpe en toda su forma prevista, requeriría importantes concesiones territoriales por parte de Irak, Irán, Siria y, especialmente, de Turquía-, es una sorpresa que el gobierno turco haya prestado tan poca atención y se haya preocupado por la cuestión. Por el contrario, ha perseguido la reconciliación con Israel de forma agresiva.
Ankara y su gobierno bajo el presidente Recep Tayyip Erdogan son, sobre todo y sin lugar a dudas, pragmáticos y están dispuestos a hacer sacrificios tácticos aparentemente a corto plazo para obtener ganancias estratégicas a largo plazo. Sin embargo, es posible que no tarde en darse cuenta de que su acercamiento a Tel Aviv podría producirse a costa de que Israel siga apoyando las aspiraciones separatistas kurdas. Ello repercutiría, en primer lugar, en Turquía y en su seguridad nacional.
Sin embargo, a pesar de su apoyo, Israel no debe ser confundido con un aliado incondicional de los kurdos. Al igual que su patrón -o, como muchos sospechan, su sirviente-, Estados Unidos, Israel tiene sus propios intereses nacionales y regionales. Estos podrían, en algún momento en el futuro, dar lugar a consecuencias imprevistas que le harían abandonar a los kurdos por objetivos más urgentes de política exterior.
Los grupos militantes kurdos, por tanto, siguen siendo una carta en la mano de Israel, que siempre podría utilizar como palanca contra Turquía y otros Estados regionales. Después de todo, en su sutil relación de décadas con los kurdos, Tel Aviv los ha visto como un amortiguador contra los adversarios en la región, y como una herramienta potencial para utilizar un día contra los Estados árabes, Irán y Turquía a la vez.
Ankara quizá perciba esta amenaza, pues ya se ha informado de que ha expresado su preocupación por la posibilidad de que Israel respalde al PKK como forma de aprovechar las relaciones del gobierno turco con el grupo de resistencia palestino Hamás. Sin entrar en la cuestión de si la causa separatista kurda es moral y justa o no -eso depende de los intereses del bando que se considere más válido-, a Turquía le conviene ser prudente en su acercamiento a Israel. La jugada podría volverse en su contra.
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