En las horas posteriores a que Rusia invadiera Ucrania en febrero, Ilya Fomintsev, oncólogo de 43 años y director de una organización médica benéfica, salió a las calles de Moscú para protestar. Fue detenido y condenado a 20 días de prisión.
Temiendo por su futuro, como muchos otros opositores a la "operación militar especial" en Ucrania, Fomintsev decidió abandonar el país.
Pero mientras otros rusos con mentalidad opositora se dirigían a Turquía, Georgia y Armenia, Fomintsev, siguiendo el consejo de un viejo paciente, empezó a reunir documentos que demostraban su ascendencia judía y concertó una cita en el consulado israelí.
"Soy de origen judío y la única opción que tenía para emigrar era Israel", dijo Fomintsev en una entrevista en su nuevo hogar en Tel Aviv.
"En general, en otros países es imposible legalizarse, también es imposible abrir cuentas bancarias allí o hacer negocios. Israel era la única opción que tenía y aproveché el programa de repatriación".
Fomintsev formó parte de una renovada ola de emigración judía desde Rusia que, aunque no tan grande como los anteriores éxodos prerrevolucionarios y postsoviéticos, ha visto cómo decenas de miles de rusos se dirigían al Estado judío.
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Según las cifras del gobierno israelí, 20.246 rusos emigraron a Israel entre enero y julio de 2022, con números que se dispararon desde alrededor de 700 por mes en febrero hasta más de 3.000 en marzo. En cambio, en todo 2019, solo 15.930 rusos emigraron a Israel.
La mayoría de los emigrantes de Rusia son judíos, pero algunos sólo tienen parientes cercanos que son judíos. Según la Ley del Retorno de Israel, una persona necesita al menos un abuelo judío para tener derecho a la ciudadanía inmediata. Unos 600.000 rusos cumplen los requisitos. La magnitud de la emigración parece haber tomado por sorpresa a las autoridades rusas.
Los grupos de derechos humanos destacan habitualmente esta política al referirse al sistema de apartheid de Israel contra los palestinos que fueron desalojados de sus hogares en 1948 para dar paso al Estado de ocupación, y a quienes ya no se les permite ni siquiera entrar en Israel, y mucho menos hacerse ciudadanos del mismo.
Caso judicial
En julio, el Ministerio de Justicia ruso solicitó la liquidación de la sucursal moscovita de la Agencia Judía para Israel, que ayuda a los judíos extranjeros a trasladarse a Israel para colaborar con el proyecto de colonización israelí. La primera vista judicial está prevista para mañana en el Tribunal de Distrito de Basmanny de Moscú, que suele ocuparse de casos políticamente delicados.
La Agencia dice que sus actividades al servicio de las comunidades judías en Rusia continuarán para garantizar que prosperen y permanezcan conectadas a su patrimonio.
Aunque los casos contra la Agencia Judía se refieren formalmente a violaciones de las leyes rusas de protección de datos, el ministro israelí de Asuntos de la Diáspora, Nachman Shai, acusó en julio a Rusia de intentar castigar a Israel por su posición en Ucrania.
"Los judíos rusos no serán rehenes de la guerra en Ucrania. El intento de castigar a la Agencia Judía por la postura de Israel en la guerra es deplorable y ofensivo", dijo Shai.
Aunque Israel no ha proporcionado a Ucrania apoyo militar, ha ofrecido a Kiev ayuda humanitaria y respaldo diplomático.
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Con la Agencia Judía enfrentándose al cierre, es probable que la emigración rusa a Israel se encarezca en ausencia del generoso apoyo financiero que proporciona a los aspirantes a israelíes.
En el caso de Fomintsev, la Agencia Judía pagó los billetes de avión para él, su mujer y sus tres hijos.
Cuando Konstantin Konovalov, un diseñador gráfico de 33 años que dejó Moscú con su novia y su perro, llegó al aeropuerto de Tel Aviv en abril, la Agencia incluso les pidió un taxi para llegar a su nuevo hogar.
Konovalov dijo: "creo que el cierre de la Agencia afectará menos a los moscovitas, que por supuesto pueden permitirse la repatriación, y más a la gente de las regiones, que no tiene dinero".
Para algunos emigrantes que llegan a Israel, la realidad de la vida en el extranjero puede suponer un choque cultural.
Konovalov, que estudia hebreo cinco horas al día y disfruta trabajando en el sector de las empresas emergentes de Israel, dijo que le sorprendía lo mucho que el sector bancario y de reparto israelí está por detrás del ruso.
"No descarto volver si algún día cambia algo en Rusia. Moscú sigue siendo muy importante para mí, y es difícil dejar tu ciudad natal".
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