Con el telón de fondo de una catástrofe climática mundial y una guerra que hace estragos en Ucrania, Israel ha continuado su invasión sistemática de tierras palestinas. Resulta chocante que los últimos acontecimientos no hayan recibido una mayor cobertura. Al igual que la grave crisis humanitaria y económica de Afganistán, la cuestión ha perdido la atención del mundo.
En mayo de este año, el Tribunal Supremo israelí ordenó el desalojo de 1.200 palestinos de Masafer Yatta, una región de ocho pueblos dispersos en la Cisjordania ocupada. La orden de desalojo se dictó por primera vez en 1999, después de que Israel declarara el área como zona militar cerrada. Tras un recurso judicial, se permitió a los palestinos permanecer en la zona hasta que el tribunal emitiera un veredicto final. Su destino ha estado, pues, en el limbo durante más de dos décadas, pero este retraso no disminuyó el impacto del resultado; fue terrible, no obstante. Es un microcosmos de la historia de Palestina.
Los habitantes de Masafer Yatta han vivido allí durante generaciones. Su medio de vida es la cría de ganado y viven en cuevas en las laderas. Sin embargo, en su sentencia, el tribunal dijo que los palestinos no tienen derecho a la tierra, ya que no poseen ninguna documentación legal. En otras partes del mundo, esta lógica se utiliza para justificar las leyes de supresión de votantes. Es intrínsecamente discriminatoria.
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Todo esto ocurría mientras el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed Bin Salman, hacía tejemanejes con Israel para obtener beneficios diplomáticos y económicos. Públicamente, ha mantenido la postura de que nunca se hará ningún trato con Israel hasta que se encuentre una solución de dos estados. Pero en privado, ha estado presionando a los aliados árabes para que normalicen sus relaciones diplomáticas y militares con el Estado ocupante. Los Acuerdos de Abraham fueron firmados por los EAU, Bahréin, Marruecos y Sudán tras una reunión encubierta en 2020 entre el entonces primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y el príncipe.
Donald Trump aclamó el paso como un presagio de paz en Oriente Medio, pero la verdad es que los acuerdos nunca fueron sobre Palestina. Son una alianza formada con el objetivo principal de contrarrestar la influencia de Irán, y cada socio tiene su propio motivo ulterior. Los EAU, por ejemplo, querían apaciguar a Estados Unidos para conseguir un lucrativo acuerdo de armas y aviones de combate F-35. Arabia Saudí quería parecer un Estado moderno y dejar atrás el asesinato de Jamal Khashoggi. E Israel quería abrir los cielos a los vuelos civiles sobre los Estados árabes. Las discusiones ni siquiera produjeron una congelación de los asentamientos en los territorios ocupados de Cisjordania y Jerusalén.
Y eso resume por qué la causa palestina ha quedado en el limbo durante años. Mientras el mundo árabe se ocupe de Israel, la cuestión palestina nunca será una causa digna de ser perseguida. Esto incluye las reuniones históricas entre Estados Unidos y los líderes árabes. Durante la preparación de los Acuerdos de Camp David de 1978, el presidente egipcio Anwar Sadat inició las negociaciones exigiendo que los asentamientos israelíes en las tierras ocupadas volvieran a los niveles de 1967, pero abandonó esta postura bajo la presión de la administración de Jimmy Carter.
El año 1967 tiene una enorme importancia en la historia de la lucha palestina, sobre todo porque fue cuando Israel ocupó Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Este para añadirlas a las tierras palestinas que tomó por la fuerza en 1948. Con la guerra de 1967, Israel aumentó su ocupación de la Palestina histórica al 85% de los territorios palestinos. Esto fue una consecuencia directa de la Resolución 181 de la ONU en 1947, que selló el colonialismo de los colonos al entregar el control del 55% de la Palestina histórica a Israel para un "Estado judío", a pesar de que los judíos poseían sólo el 6% de la tierra en ese momento. Puso en marcha la Nakba de 1948, que limpió étnicamente a la mayoría de los árabes palestinos de su tierra.Hay que recordar también que la erradicación sistemática de los palestinos de su tierra fue respaldada por los británicos durante la Primera Guerra Mundial. La Declaración Balfour de 1917 prometió el apoyo británico para el establecimiento de un "hogar nacional para el pueblo judío" en Palestina. Los términos de la declaración se incluyeron en el mandato de la Sociedad de Naciones de 1923 para Palestina entregado a Gran Bretaña.
Las instituciones y los países responsables de crear el actual desorden en Palestina son también los que tienen la llave de acceso a la economía global. La política y la economía están estrechamente entrelazadas. La mejora de las relaciones diplomáticas con Occidente crea mejores oportunidades comerciales y económicas para el mundo árabe. Teniendo esto en cuenta, la causa palestina siempre ha sido tratada como un obstáculo incómodo.
Las posturas ideológicas suelen tener un alto coste, como demuestran los golpes económicos recibidos por la alianza occidental tras imponer estrictas sanciones a Rusia desde la invasión de Ucrania en febrero. Incluso Irán se vio obligado a firmar un acuerdo nuclear en 2015 bajo la amenaza de sanciones occidentales. El aislamiento en el mundo globalizado de hoy puede ser una amenaza para la integridad estructural de los regímenes monárquicos. De hecho, estar aislado del mercado global supone un problema para cualquier país.
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Sin embargo, el hecho de que un país decida comerciar no significa que renuncie a sus prioridades internas. El quid pro quo es la base de todos los acuerdos comerciales. La importancia de los países de la OPEP en el mercado mundial del petróleo podría utilizarse como palanca para presionar a los gobiernos occidentales para que aborden la cuestión palestina de forma adecuada y significativa. Sin embargo, durante los últimos cincuenta años, el mundo árabe ha abordado la causa palestina con un aire de cansancio.
Podría decirse que el tratado de paz entre Israel y Jordania de 1994 puso de manifiesto este sentimiento. Tras haber apoyado a Irak durante la Guerra del Golfo, el rey jordano Hussein quería mejorar las relaciones con Estados Unidos, que a su vez quería que hiciera la paz con Israel. Hussein dudó, temiendo una reacción interna. Sin embargo, tomó el malogrado proceso de Oslo como una luz verde e hizo la paz con Israel. Esto le permitió obtener ayuda militar y aviones de combate F-16 de Estados Unidos, así como 700 millones de dólares en concepto de alivio de la deuda.
Durante décadas, los Estados árabes han socavado su propia muestra pública de apoyo a Palestina al firmar acuerdos a puerta cerrada que tienen el efecto de legitimar la ocupación israelí. La solución de dos Estados y la paz en Palestina seguirán siendo una quimera a menos que el mundo árabe respalde su postura con acciones concretas. Por desgracia, ha fallado a Palestina, para la que el futuro se presenta sombrío.
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