Si el líder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, se tomara en serio lo de responsabilizar a la comunidad internacional y a Israel de la actual colonización de Palestina, su discurso en la Asamblea General de la ONU habría sido más definitivo. "Hoy, en nombre del pueblo palestino, al que me siento orgulloso de pertenecer, les digo que nuestra confianza en lograr una paz basada en la justicia y el derecho internacional está disminuyendo, debido a las políticas de ocupación israelíes", dijo. "¿Quieren matar lo que queda de esperanza en nuestras almas?".
Comenzar cualquier discurso importante con una ambigüedad retórica no augura nada bueno, especialmente cuando se trata de una organización internacional dominada por antiguas potencias coloniales y que ha utilizado su poder colectivo para mantener la existencia colonial de Israel.
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Día de la Nakba de 1948 - Caricatura [Carlos Latuff/Monitor de Oriente]
Muy tardíamente, Abbas está reconociendo la continua y sistemática expansión de Israel sobre la tierra palestina, pero su contradictoria adhesión al compromiso de los dos Estados destacó en su discurso en la ONU. Abbas enumeró un repertorio muy detallado de las violaciones de Israel, pero su negativa a romper con las imposiciones internacionales sobre Palestina es un respaldo silencioso a todo lo que está mal con la política de dos Estados, que la comunidad internacional alaba e Israel rechaza. El resultado ha sido claro durante décadas: la normalización de la existencia colonial de Israel ha dado lugar a que sus violaciones diarias del derecho internacional sean tratadas simplemente como acciones abusivas, explotadoras y violentas. Éstas son debidamente condenadas, pero Israel se libra de tener que rendir cuentas, no porque falten pruebas de sus violaciones, sino porque la comunidad internacional ha participado en la creación de Israel y lo ha sostenido diplomática y económicamente.
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La AP, por el contrario, ha garantizado su continuidad al plegarse a las exigencias israelíes e internacionales. De ahí que el discurso de Abbas, aunque tardío, carezca de la repercusión que podría haber tenido si los dirigentes palestinos hubieran sido inequívocos sobre la necesidad de la descolonización.
Aunque se habla menos de ello en los medios de comunicación internacionales, los relatos palestinos sobre la AP incluyen la represión; la "sagrada" (descripción de Abbas) coordinación de la seguridad con Israel; la explotación de los prisioneros palestinos; la imposición de sanciones a Gaza en un intento de coaccionar a Hamás para que ceda el control; la tortura por parte de los servicios de seguridad de la AP, a veces hasta la muerte; y la prevención de que los palestinos expresen cualquier oposición a Abbas. Si los propios dirigentes palestinos trabajan en contra de los intereses del pueblo palestino, ¿qué miembro de la ONU va a tomar en serio a Abbas?
Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.