El Coordinador Especial de la ONU para el Proceso de Paz en Oriente Medio, Tor Wennesland, extendió la ilusión de la equivalencia al hablar del colonizador y el colonizado. Corresponde a Israel y a la comunidad internacional poner fin a las violaciones contra los palestinos, pero Wennesland hizo un llamamiento "a ambos dirigentes para que reconozcan lo que está en juego y tomen las medidas a su alcance para restablecer la calma". Las "cuestiones políticas fundamentales" que a la ONU no le gusta mencionar individualmente, y mucho menos exigir su resolución, adornaron el discurso de Wennesland, al igual que la vaga referencia a la muerte de demasiados palestinos, en contraposición a los civiles palestinos muertos por las fuerzas de seguridad de Israel.
"La prioridad inmediata es trabajar para calmar la situación e invertir las tendencias negativas sobre el terreno. Esto requerirá acciones decididas por ambas partes, con el apoyo de la comunidad internacional", declaró Wennesland, al tiempo que pidió apoyar a la Autoridad Palestina con el objetivo de que vuelva a las negociaciones diplomáticas sobre el paradigma de los dos Estados.
Hay muchas discrepancias en el informe de Wennesland. La idea de las prioridades inmediatas, tras décadas de violencia colonial, niega el proceso que lleva a la actual represión contra los palestinos. Si la comunidad internacional quisiera actuar sobre las prioridades inmediatas, lo habría hecho antes de la Nakba de 1948, que puso en marcha los inicios de una empresa colonial que es indistinguible de su violencia. La normalización de la violencia israelí por parte de la ONU funciona de una manera que sólo da prioridad de boquilla, como hizo con los bombardeos periódicos de Gaza, por ejemplo, o con la violencia de los colonos cuando alcanza picos que los medios de comunicación dominantes ya no ignoran.
Además, el llamamiento a fortalecer la AP es también un llamamiento contra la resistencia palestina, en un momento en el que Ramala se encuentra ante una nueva organización de la resistencia que va más allá de las facciones habituales y que sugiere que los palestinos están reconociendo la necesidad de una lucha unificada.
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No es que Wennesland no mencione el número de víctimas de la violencia israelí entre los civiles palestinos. Sin embargo, el informe no reconoce el papel y la importancia del pueblo palestino en términos de lucha legítima contra el dominio colonial y la colaboración. Por el contrario, al forjar la ilusión de equivalencia entre Israel y la AP se crea una marginación permanente del pueblo palestino, así como una falsa representación de décadas de resistencia, que se produjo junto con la constante frustración de la comunidad internacional a las demandas políticas palestinas.
El informe de Wennesland no incorpora los cambios que los palestinos están experimentando en su trayectoria política. La insistencia en décadas de inútiles negociaciones diplomáticas para salvar la política de los dos Estados ignora la realidad de que el pueblo palestino se enfrenta a la violencia colonial de Israel y a los represivos servicios de seguridad de la AP en el vacío. Las recomendaciones de Wennesland para revertir la situación actual no tienen fundamento. No se puede revertir un proceso en el que el pueblo se ha dado cuenta de la inutilidad de esperar justicia por parte de una comunidad internacional en deuda con Israel, y menos aún cuando sus propios dirigentes se dejan guiar por los mismos actores políticos cuyo objetivo es eliminar a los palestinos de un proceso político que les concierne, en primer lugar.
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